Durante los meses de primavera aumenta la producción de polen por las plantas y distintos tipos de vegetaciones con las que estamos en contacto. Al salir a la calle también podemos estar en contacto con pólenes que flotan por el aire para expandirse, sobre todo si tenemos cerca algún parque o zona con arbustos. Nuestro cuerpo puede reaccionar dando lugar a reacciones alérgicas, puede aumentar la congestión nasal, los mocos, la dificultad para respirar; y puede desencadenar reacciones cutáneas y ronchas en la piel.
Nuestro cuerpo reacciona frente a estos granos que son producidos por las plantas y se desplazan por el aire, son detectados como “extraños” por nuestro sistema de defensas y por eso en algunas personas se generan una serie de reacciones como respuesta a esos pequeños intrusos. El resultado es la producción de histamina, un mediador inflamatorio presente en nuestro organismo y que es causante de las manifestaciones alérgicas.
¿Qué es la histamina?
Es una sustancia química producida por nuestro cuerpo y que es responsable de los síntomas de alergia: aumento de congestión respiratoria, mayor mucosidad, dificultad para respirar por hinchazón de la nariz, picor de ojos, garganta; aumento de pitos en la respiración, y también lesiones en la piel. La alergia tiene un componente ambiental y está muy influida por el tiempo, pero también nuestros niveles de histamina están determinados por una influencia genética de cada persona a presentar la predisposición alérgica. La histamina se encuentra en unos niveles normales en nuestro cuerpo, pero aumentan en ciertas personas produciendo los síntomas característicos.
¿Es necesario hacerse pruebas?
Por norma general, no. Habitualmente todos los tipos de alergia a los pólenes se tratan de un modo muy parecido. Cuando llega la época del año en la que florecen las plantas y coincide con la aparición de los síntomas y duran varias semanas seguidas es muy probable que exista algún tipo de reacción alérgica y que sea debido a las plantas. Pueden realizarse pruebas en algunos casos o si los síntomas son muy importantes, o si existe duda con alergia a algún alimento o medicación; pero en caso de detectarse positividad no suele haber gran variación en el tratamiento si es debido a una especie u otra de vegetación. Por tanto, si los síntomas son tan importantes como para influir en el estado de salud, lo más adecuado es iniciar la toma de unos medicamentos llamados antihistamínicos, siempre bajo supervisión o recomendación médica. En muchos de los casos simplemente basta con esto, pero en otras ocasiones puede ser necesario otro tipo de medicación más potente basado en corticoides o inhaladores respiratorios para tratar los síntomas.
DR. ÁNGEL LUIS LAGUNA CARRERO Especialidad Medicina Familiar y Comunitaria
Máster Medicina de Urgencias y Emergencias
Experto universitario en Nutrición y Dietética
Mientras tomaba apuntes para una película documental sobre los trenes de cercanías en la actualidad, me topé con una libreta arrugada, irregular y llamativa que empleé hace ya muchos años para escribir una serie de conversaciones que mantuve con mi abuelo. En ellas leo, y eso ya es mucho, porque hoy en día no entiendo mi letra, parte de una historia que enuncié pero que, de una forma muy consciente, guardé en el cajón de los proyectos no realizados —casi todos— y que se centraba en el tren, el estraperlo, la posguerra, mi abuelo, mi padre y una Nochebuena del año 1957.
Mis abuelos vivían en un lugar que recorro imaginando una infancia que no fue la mía, y recuerdo cómo mi abuelo me explicaba el lugar exacto donde tuvo lugar uno de los días, que quizá no fuese el más importante, pero que fue el que me transmitió. Puede que fuese porque mi padre estaba implicado o simplemente por mi afán de tomar notas.
Todo comenzaba en Sevilla mientras cargaban, entre las ruedas, la mercancía que había que traer a Madrid. Ya estaba el azúcar, la harina, los garbanzos, el café e imagino que tabaco y muchas más cosas. En ese viaje solo había tres viajeros, el maquinista, mi abuelo, visitador, y no sé si el revisor también. Uno de los viajeros llevó una botella de brandy que mi abuelo no probó. El viaje marchaba con normalidad y el efecto de la malvasía hacía mella. Cantaban villancicos mientras liaban cigarrillos, mi abuelo tampoco fumaba. Llevaba aquellos churros sevillanos para el desayuno que mi padre, junto a sus hermanos, esperaban con ilusión. Mi abuelo, lo que prometía, lo cumplía.
Una llamada a deshora en una casa rara vez era motivo de ilusión. Mi abuela se despertó asustada. ¿Quién era? Llegaron juntas la noticia y la prisa. Alguien se había chivado de lo que cargaba el tren y de quién iba en el vagón. En Atocha les esperaba una comitiva de nacionales para darles la bienvenida y llevarlos al cuartel. Eso no podía suceder. En eso entraba mi padre a sus diez añitos. No era ningún secreto que muchos niños y adolescentes desempeñaban un papel fundamental en el estraperlo, ya fuera ayudando a sus familias a transportar mercancías o sirviendo como mensajeros entre los intermediarios. Algunos, incluso, se dedicaban a vigilar las estaciones y avisar en caso de que la Policía franquista realizara inspecciones.
Siempre había una paradacerca de Villaverde Bajo. Allí dejaban algunas cosas, otras no. Mi padre se abrigó mucho y salió en dirección al lugar estratégico —en las inmediaciones de Villaverde— en donde el tren se detenía. ¿Y qué pasaba si ese día no paraba? Mi padre tenía una misión: avisar o no vería a su padre por una larga temporada. No se sintió solo y quizá se imaginaba como Philip Marlowe. Había leído una novela o quizá no la había terminado, El largo adiós. Ese detective solitario había calado en él. También le gustaba ir a ese lugar estratégico al que siempre iba Pilarita, aquella muchacha de 14 años, que ayudaba a transportar esos paquetes de cigarrillos que venían escondidos en las cajas de verduras. ¿Se atrevería a hablarle esa noche?A eso de las 5:53 el tren llegó al lugar señalado. Mientras iba parando, mi padre solo miraba a Pilarita. que también le miró y sonrió. De esto no ponía nada en mi libreta. Mi abuelo se sorprendió al ver a su hijo allí. Enseguida saltaron las alarmas. ¿Qué sucedía? También pillaban a chavales. Mi padre había escuchado que les encerraban y recibían grandes palizas. Se daba ánimos imaginando que sería un gran encajador como Marlowe, pero bueno, había que estar concentrados. Alertó a todos de que había habido un chivatazo. Todo fue rápido y se deshicieron del material allí en Villaverde. Todos sabían de quién era cada cosa.
Mi padre eso no lo había olvidado. Ya se sintió parte de esa frontera, era uno más. Iba orgulloso porque había colaborado. Llegó y mi abuela lloraba porque había tardado mucho, pero para mi padre todo ocurrió rapidísimo. Ni siquiera recordaba el frío. Ya no se volvió a dormir. Mi abuelo llegó con los churros, dijo que tuvo que pagar para que le dejasen llevarlos. Mientras desayunaban, solo recordaba la vuelta a casa, con Pilarita, que encima le dio un cigarro y tuvo que disimular su tos porque no sabía fumar, pero lo que más le fascinó de aquel cigarrillo fue que, como se lo había liado Pilarita, el cigarro olía a ella.
18 de abril, a las 21:30, en la calle de la Dulzura
Nos informan de que, promovida por fieles de parroquia San Clemente Romano del barrio del Espinillo, el 18 de abril a partir de las 21:30 tendrá lugar una representación de la pasión viviente de Cristo junto a la misma parroquia (calle de la Dulzura).
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Con actores amateur del barrio y montaje y escenografía realizada por vecinos, es la única representación de este tipo en Madrid capital. Según nos comentan desde la organización, en ella “ha trabajado mucha gente con mucho entusiasmo, dedicación y entrega para que sea un éxito, se consolide durante los siguientes años y se considere un referente en Madrid capital”.
Foto: Preparativos, ensayos y montaje de la representación.
Fotos: Cedidas por la organización.
Asistimos a la reunión abierta con oradores del Grupo Villaverde de Alcohólicos Anónimos
El pasado lunes, 14 de abril, tuvo lugar por la tarde en la Parroquia Santa Bibiana, donde se reúne habitualmente el Grupo Villaverde de Alcohólicos Anónimos, una reunión abierta con dos oradores cuya actividad profesional está relacionada con el alcoholismo: el psicólogo clínico Enrique Rubio y el neuropsicólogo Víctor Armada. Avisada esta redacción y dado el interés público del tema tratado, nos acercamos por allí con cuaderno y bolígrafo para dar reseña de lo que ambos aportasen.
La reunión estuvo moderada por un miembro del grupo de Alcohólicos Anónimos, que dio la bienvenida a la nutrida concurrencia (en torno a medio centenar de personas) y comenzó explicando en qué consiste y cuál es la actividad del colectivo anfitrión, una comunidad cuyos miembros “comparten experiencia, fortaleza y esperanza, no profesional, apolítica y aconfesional. No acepta ni pide contribuciones de fuera, es financiada únicamente por sus miembros. No defiende ni se opone a ninguna causa. El objetivo primordial de sus miembros es mantenerse sobrios para ayudar a otros a alcanzar la sobriedad”. El grupo de Villaverde se formó en 2017, por lo que éste es ya su octavo año de funcionamiento afrontando juntos la enfermedad del alcoholismo, reconocida como tal por la OMS.
El primero de los oradores, Enrique Rubio, comenzó su intervención a partir de las definiciones de la RAE de las palabras “vicio” (“Inclinación de una persona a realizar actos contrarios a la moral establecida”) y “enfermedad” (“Estado producido en un ser vivo por la alteración de la función de uno de sus órganos o de todo el organismo”), e identificó el alcoholismo como una enfermedad biopsicosocial en la que se altera el circuito de recompensa en la mente del enfermo, equiparándose el consumo de alcohol a acciones necesarias para la supervivencia como comer o beber. En este sentido, destacó que el vicioso tendría capacidad de controlar su vicio, mientras que el alcohólico no puede controlar su enfermedad. “Seguir pensando que el alcoholismo es un vicio es seguir pensando con la mentalidad del siglo XIX”, aseveró.
Teniendo claro, pues, que el alcoholismo es una enfermedad, y además que es crónica y que no afecta solo a quien consume, sino también a su entorno, el psicólogo clínico apuntó como salida, además de dejar de beber, “cambiar a un estilo de vida incompatible con el consumo de alcohol”, recomendando a las personas afectadas no exponerse a dicha sustancia, pues ello les crearía tensión, y aunque no se produjera una recaída en ese momento, les podría dar una falsa impresión de control que facilitaría dicha recaída más adelante. “La enfermedad del alcoholismo”, insistió Rubio, “es una enfermedad irracional, en la que aunque veo claramente los perjuicios que me causa beber no dejo de hacerlo”. “El enfermo alcohólico bebe porque no puede dejar de beber sin ayuda”, concluyó, por lo que grupos de ayuda mutua como éste son una excelente herramienta para conseguirlo.
A continuación intervino Víctor Armada, que empezó explicando a qué se dedica la neurociencia, “Ciencia transversal que se ocupa del sistema nervioso o de cada uno de sus diversos aspectos y funciones especializadas” según la RAE, que estudia la relación entre el cerebro y la conducta y que en este sentido quiere saber “qué ocurre para que sepamos que algo nos perjudica y lo hagamos de todas formas”, como en el caso del alcoholismo.
En su intervención, algo más técnica que la de su compañero (y las dos igual de interesantes) nos ilustró sobre cómo el alcohol es un “tóxico que se cuela por todas las partes de nuestro cuerpo” y sobre cómo actúa sobre el cerebro, en el que nos hizo el símil de que va “desconectando cables”, y así se explican las pérdidas de memoria, las dificultades en movilidad y equilibrio o a la hora de expresarnos y demás síntomas que experimentamos tras ingerirlo. También nos habló sobre el efecto de su consumo temprano y cómo puede causar atrofias en determinadas áreas del cerebro. Pero concluyó con una buena noticia: aunque el alcoholismo es una enfermedad mental crónica, gracias a que nuestro cerebro está tan bien diseñado para su función (tenemos que poder aprender cosas a lo largo de toda nuestra vida), es capaz de regenerarse de forma casi prodigiosa, por lo que, observando un tiempo de abstinencia en el consumo de alcohol y un cambio de conducta, el enfermo alcohólico puede recuperar sus capacidades y volver a llevar una vida plena.
Sucedieron a las dos intervenciones multitud de preguntas de las personas allí presentes, la mayoría relacionadas con experiencias personales. Además del interés del debate, pudimos comprobar in situ cómo funciona el apoyo mutuo del Grupo Villaverde de Alcohólicos Anónimos y cómo todos sus integrantes estaban muy pendientes unos de otros, apoyándose, dándose cariño y animándose cuando alguno se “atascaba” en su intervención. Una experiencia muy interesante y entrañable, que demuestra una vez más la fuerza del colectivo para hallar soluciones. Gracias por compartirlo.
Foto: El psicólogo clínico Enrique Rubio (izq.) y el neuropsicólogo Víctor Armada (dcha.), oradores de la reunión.
Eres amor y eres fuego, y
hay en ti tantas miradas, que
debe el mundo escucharte,
para llegar al mañana.
Tienes un talento innato, que
demuestras tras jornadas de
duro quehacer ingrato, con
una sonrisa prendida, que
desde dentro engrandeces.
Eres valiente y te entregas,
sin separar a la gente. Mujer
que llevas tu pisada, por
una Tierra que enriqueces.
Que tu voz y tu persona, tu
labor y tus proyectos, sean
siempre respetados, que vas
sembrando cordura, en este
mundo agitado. En tu día,
que son todos, te celebro
fiel amiga, que sois todas y
que amáis, sin dar tregua y
sin… medida.
Carlos I en 1516, retratado por Bernard van Orley.
HISTORIA DE VILLAVERDE
4. EDAD MODERNA (1492 – 1789) 4.3. LA GUERRA DE LAS COMUNIDADES (1520-1522)
La guerra de las Comunidades fue el conflicto interno más grave al que tuvo que hacer frente Carlos I al inicio de su reinado en España. Las causas principales fueron la presencia de extranjeros en los altos cargos políticos y la aparente gran preocupación del rey por sus posesiones en Europa.
Se produce una sublevación de las principales ciudades castellanas, sustituyendo el poder municipal por comunas, integradas por artesanos, comerciantes y miembros de la nobleza.
Reclaman al rey su regreso a España, puesto que estaba en Alemania para conseguir el título imperial; la exclusión de extranjeros de los cargos políticos; un mayor protagonismo de las Cortes; la reducción de impuestos y gastos de la corte; limitación y control de la exportación de lana (principal fuente de riqueza de Castilla), que beneficiaba a la monarquía por los impuestos pero dejaba a la industria castellana sin materia prima.
No son escuchadas sus peticiones, radicalizándose el conflicto al incorporarse los campesinos, convirtiéndola en una revuelta antiseñorial contra los abusos de la nobleza, que se une al rey. Este hecho y las concesiones otorgadas por el Consejo Real, como el nombramiento de dos corregentes y oficiales castellanos, hizo que muchos nobles se pasasen a la fuerza real.
Pedro Sotomayor (1853, «Los mártires de la libertad española», vol I).
El 20 de mayo de 1520, Carlos I marcha a Alemania para ser nombrado emperador, dejando como regente al obispo Adriano de Utrecht. El día 30 comienza el levantamiento comunero en Segovia (Juan Bravo), Toledo (Juan de Padilla) y Salamanca (Francisco Maldonado), Zamora, Toro, Guadalajara, Ávila, Burgos, etc. Madrid se unió a la revuelta a comienzos de junio de 1520. El corregidor de Madrid, Antonio de Astudillo, convocó al Ayuntamiento y prohibió el contacto con los sublevados. El pueblo de Madrid destituye al corregidor y se constituye en comunidad, formada por 12 diputados, uno por cada parroquia de la ciudad, elegidos por la población, reuniéndose en la iglesia de El Salvador. Los gastos de los comuneros van a ser sufragados con el dinero de imposiciones fiscales.
Juan de Zapata, señor de Barajas y la Alameda (ilustración de Miguel Zorita para el periódico El Plural).
Los líderes en Madrid fueron Pedro de Sotomayor, primer señor de La Zarzuela y alcalde de El Pardo, y Juan Zapata, capitán de la milicia local y antiguo regidor de la villa. El último perteneció al Consejo de Guerra Comunero, estuvo presente en las reuniones con la reina Juana en Tordesillas, que no se puso al frente de la revuelta como querían los comuneros, y en Villalar, al mando de 240 hombres combatientes.
Las tropas reales marchan sobre Segovia. Juan Bravo preparó la defensa pidiendo ayuda a Madrid y Toledo. Desde Madrid, va en su ayuda Juan Zapata, con unos 500 madrileños, en julio de 1520. Madrid también ayudó a Toledo con hombres y dinero. Las tropas de Madrid estaban formadas por campesinos, artesanos, algunos hidalgos y miembros de la nobleza urbana.
Después de diversos enfrentamientos en algunas ciudades, con resultado desigual en uno y otro bando, el 23 de abril de 1521 tuvo lugar el encuentro definitivo de los dos ejércitos, siendo derrotados los comuneros y sus tres jefes principales. Padilla, Bravo y Maldonado fueron ejecutados al día siguiente (A.G.S. CMC, 1EP, 377, 3-8).
Las ciudades castellanas se fueron rindiendo. Madrid lo hizo el 7 de mayo de 1521, y el 15 de mayo se hace efectivo con la entrega del alcázar a las tropas del emperador. Toledo, al mando de María Pacheco, viuda de Juan de Padilla, resistió seis meses más, hasta el 25 de octubre de 1521. Posteriormente María Pacheco huyó a Portugal.
«Ejecución de los comuneros de Castilla», de Antonio Gisbert (1860, Palacio de las Cortes).
El 1 de noviembre de ese año, el rey promulgó un Perdón General, concediendo la amnistía a los que habían participado en el levantamiento. Sin embargo, unas 293 personas fueron excluidas del perdón y condenadas a muerte. Entre ellas estaba Pedro de Sotomayor, que el 5 de diciembre de 1521 fue apresado en Tordesillas, el 15 de agosto de 1522 sentenciado a muerte y el 13 de octubre murió decapitado en Medina del Campo. Por su parte, Juan Zapata en enero de 1522 fue condenado a muerte, pero logró escapar sin que se volviera a saber de él.
Las consecuencias que tuvo la derrota comunera en Villalar fueron: frustración de los objetivos innovadores de la burguesía, alianza entre la monarquía (poder político) y la alta nobleza (poder económico y social) y un conservadurismo social y económico más propio de la Edad Media que de la Moderna.
Pintura del siglo XIX de Manuel Picolo López, donde refleja el desarrollo de la batalla de Villalar.
Teniendo en cuenta el carácter popular de la revuelta y la obligación de las aldeas de contribuir a las milicias de la villa, hace pensar en la participación de comuneros de Villaverde, a donde se mandaron para armarlos 100 picas, mientras que Carabanchel Bajo recibió 30, Carabanchel Alto 20 y Vallecas 40 (Documentación del Archivo General de la villa de Madrid, tomo IV, págs. 409-414). Las armas repartidas entre las 12 parroquias en que estaba dividida Madrid fueron: 305 picas, 310 escopetas y 120 ballestas. En total 736 armas.
La familia Zapata tuvo propiedades en Villaverde, una tierra de secano, viñedos y una huerta (A.H.N., Nobleza. 1432, Leg. 72815).
Las relaciones y la circulación de personas entre las zonas de uno y otro bando no estaban exentas de peligro aunque podían ser algo habitual, como le pasó al mercenario Pedro de la Torre, que luchó defendiendo el castillo del Águila, al mando del corregidor realista de Toledo, Juan de Ribera. Fue herido y decidió volver a Madrid para curarse. En el camino fue apresado y llevado a la prisión de la villa comunera de Illescas. Fue liberado mediante un rescate y en su camino hacia Madrid fue apresado en Villaverde (comunera) por sus vecinos, que le maniataron y le llevaron a la cárcel de Madrid, donde estuvo hasta la victoria de Villalar del ejército de Carlos I (AGS, RGS, VII-1521).
COMUNERO Es quien, en 1520 y 1521, participó en la revuelta de las Comunidades de Castilla o en reivindicaciones posteriores relacionadas con ésta. Deriva del término «Comunidades de Villa y Tierra», que aparece por primera vez a modo revindicativo en un escrito de protesta al rey Carlos I con motivo del desvío de impuestos.
Si Cervantes en su dedicatoria del Quijote al duque de Béjar lo alaba por favorecer a las artes no vulgares, en el prólogo al lector se le antoja que su libro “fuera el más hermoso, el más gallardo y el más discreto”, amén de jactarse, con no poca modestia socarrona, de haber escrito con trabajo la historia de un hombre “lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno”. El buen pintor o escritor, que todo es uno (don Quijote dixit), no pinta lo que saliere, como Orbaneja, ni es incapaz de interpretar sus versos, como el mal poeta Mauleón, sino que planifica sus obraspara reflejar a través de mundos ficticios la vida del ser humano y la sociedadtal como son: complejas, cambiantes, disparatadas, contradictorias, crueles, divertidas, amargas…
Cervantes sabía que con su entendimiento e imaginación había creado una buena obra de arte, estéticamente novedosa y complicada, lingüísticamente relevante, original, amena y verosímil. De hecho, con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha se iniciaba la novela moderna. Aunque eso lo desconoció, sí presumiría en sus Novelas ejemplares de novelar el primero en lengua castellana.
Aunque de los dineros no hacía caso ni perseguía laureles marchitos de poeta paniaguado, Mercurio lo coronó en su Viaje del Parnaso como “raro inventor” y no dudó en presentarse ante el dios Apolo con orgullo: “Yo soy aquel que en la invención excede / a muchos, y al que falta en esta parte, / es fuerza que su fama falta quede.” Falsa modestia, la justa, ya que le reconcomía cuanta canalla inútil gozaba de reconocimiento inmerecido y no soportaba la existencia de veinte mil sietemesinos poetas, esto es, de exceso de plumas sin arte, por lo que alababa a Quevedo como flagelo de poetas memos. Siempre proliferaron juntapalabras titulados de artistas sin serlo, tan solo porque sus escritos se difundieran y aplaudieran. Ya Aristóteles diferenció entre pintar por arte o por costumbre, es decir, entre hacerlo con calidad o por simple aprendizaje de una técnica. A todos nos es dado aprender la mecánica de dibujar un jarrón o componer un soneto, lo cual no nos convierte en pintores o poetas. Por ello, siempre resultará necesario reivindicar lo complejo, lo sofisticado, lo anómalo, como hiciera Rubén Darío en Los raros, donde se enorgullecía de “luchar porque prevalezca el amor a la divina belleza, tan combatida hoy por invasoras tendencias utilitarias”.
Cervantes se creía buen dramaturgo y novelista, pero se lamentaba de no ser buen poeta: “la gracia que no quiso darme el cielo”. Si no triunfó en el teatro fue por negarse a entenderlo como mercadería vendible y por disgustarle la comedia nueva de Lope de Vega (monstruo de Naturaleza,según el alcalaíno), quien en una carta de 1604 llamara puerco en pie al autor de La Numancia, de cuya obra maestra llegó a escribir: “No hay nadie tan necio que alabe el Quijote”.
Cuatro días antes de morir Cervantes escribe la dedicatoria al conde de Lemos de Los trabajos de Persiles y Sigismunda. Consciente de que la Pelona lo ronda, la inicia con los famosos versos: “Puesto ya el pie en el estribo, / con las ansias de la muerte, / gran señor, ésta te escribo”. Reflexiona sobre la fugacidad de la existencia:“El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir”, y fantasea con finalizar la segunda parte de La Galatea si se produjese un milagro. Al contrario de Don Quijote, él no se deja morir, y, vencedor de sí mismo, viejo y moribundo, pero manco sano, ya no necesita ficcionar su realidad interior a través del caballero de La Mancha, sino seguir inventando su vida hasta el último estertor bajo su insumiso precepto estoico: “Con poco me contento, aunque deseo mucho.”Se diría que para Cervantes, tanto en la vida como en el arte, lo esencial y placentero es el proceso, la actividad, no el resultado final: un cuerpo muerto o una obra acabada. ¡Rara invención nuestra existencia y raro inventor don Miguel de Quijote Saavedra!
Hay quien desea y busca la libertad porque la necesita y hay quien huye de ella y la aborrece. ¿Cómo puede existir esta diferencia?
Desde la política transpersonal se observa que la libertad lleva aparejadas dos cosas: la incertidumbre y la inseguridad; mientras que el autoritarismo tiene asociadas la seguridad y la certidumbre hacia el futuro. El esquema sería el siguiente:
Libertad = inseguridad e incertidumbre.
Autoritarismo = certidumbre y seguridad.
Por lo tanto, las conciencias libres evitan el autoritarismo y buscan un entorno tolerante y pluralista, mientras que las conciencias inseguras buscan un líder que las guíe bajo una batuta rígida que evite cualquier desviación. Existe, pues, tanto un miedo a la libertad como a su ausencia, según busquemos seguridad o incertidumbre; o libertad para decidir o la comodidad de que alguien decida por nosotros.
En el panorama internacional actual, los países libres se enfrentan a la amenaza de los países autoritarios porque éstos ven en aquéllos eso mismo, una amenaza a lo que ellos ofrecen a sus ciudadanos; esto es: seguridad y certidumbre sobre el presente y el futuro.
No es de extrañar, pues, que Corea del Norte e Irán se alíen con Rusia contra los países democráticos y libres. El hecho de que Rusia intente invadir Ucrania se debe, en puridad, a su intolerancia a la libertad, y a que no puede permitir que una parte de la antigua Rusia se haya convertido en un país democrático.
La llegada de Trump al poder en Estados Unidos empeorará las cosas en la guerra de Ucrania, ya que su talante es oligárquico y autoritario y, por lo tanto, tratará de negociar la paz con un Putin que tiene la misma conciencia rígida y amenazante que él, antes que con un Zelenski democrático y tolerante, tal y como se ha visto.
Marie Curie nació el 7 de noviembre de 1867 en Varsovia, Polonia. Fue la menor de los cinco hijos de los maestros Bronislawa Boguska y Wladyslaw Sklodowski, quien impartía clases de Matemáticas y Física. En 1891 partió hacia París, donde decidió cambiar su nombre, Maria, por Marie. Al llegar, se matriculó en el curso de Ciencias de la Universidad de la Sorbona. Después de dos años, finalizó sus estudios de Física y se graduó como el número uno de su promoción.
En 1894, Marie conoció a Pierre Curie; ya era una brillante promesa en la física francesa. Se enamoró de Marie, y se casaron el 26 de julio de 1895 en una ceremonia sencilla. La novia llevaba un traje azul corriente y, después de la boda, partieron en bicicleta para iniciar su luna de miel por las carreteras francesas.
Marie y Pierre tuvieron dos hijas, una de ellas también ganadora de un Premio Nobel: Irène Joliot-Curie. Irène y su marido, Frédéric, recibieron el Premio Nobel de Química en 1935 por su descubrimiento de la radiactividad artificial.
Marie Curie se interesó por los nuevos descubrimientos de los diferentes tipos de radiación que estaban surgiendo en la época. En 1895 Wilhelm Roentgen descubrió los rayos X, y en 1896 Antoine Henri Becquerel descubrió el uranio. Pierre abandonó su trabajo sobre el magnetismo para unirse a la investigación de su esposa. En 1898, la pareja anunció el descubrimiento de dos nuevos elementos: el polonio y el radio.
Los Curie durante su trabajo conjunto en el laboratorio.
En 1903, el matrimonio Curie y Henri Becquerel recibieron el Premio Nobel de Física por el descubrimiento de los elementos radiactivos. A pesar de todo, Marie Curie hizo historia al convertirse en la primera mujer en recibir un Premio Nobel. En 1904, Pierre Curie fue nombrado profesor de Física en la Universidad de París y, al año siguiente, miembro de la Academia Francesa.
El 19 de abril de 1906, Pierre falleció trágicamente al ser atropellado por un carro de caballos mientras cruzaba la calle. A partir de ese momento, Marie se encargó de sus clases y continuó con sus investigaciones en solitario.
Participantes del I Congreso Solvay, 1911
En 1911 Marie protagonizó un escándalo cuando estableció una relación con el físico Paul Langevin, que estaba casado. Ese mismo año le otorgaron un segundo Nobel, el de Química. En estas fechas Albert Einstein y Curie se conocieron en Bruselas en la Conferencia Solvay. Este evento reunió a los principales científicos del mundo en el campo de la física, y Curie fue la única mujer entre sus 24 miembros. Fue nombrada directora del Instituto de Radio de París en 1914 y se fundó el Instituto Curie.
Irène y su madre trabajando en el laboratorio en 1925
Marie Curie padeció anemia perniciosa, causada por su exposición prolongada a la radiación. A medida que la enfermedad avanzaba, perdió la vista y finalmente falleció el 4 de julio de 1934 en una clínica, cerca de Passy, en Alta Saboya. Sus restos fueron sepultados junto a los de su marido en el cementerio ubicado a pocos kilómetros al sur de París. En 1995, sus restos, junto con los de Pierre, fueron trasladados al Panteón de París.
Septiembre de 1993. Fede, Pedro y Juanjo, al que todo el mundo llama Johnny, tienen diez años y forman un trío inseparable. Con el inicio del curso escolar, se reencuentran con viejos amigos, se enfrentan a nuevos enemigos y conocen a una enigmática chica que no se separa de su mechero. Va a suceder algo que cambiará sus vidas y pondrá a prueba el vínculo que los une.
25 años después, tras una larga ausencia, Johnny regresa al barrio y se reúne con Fede y Pedro. Su plan es sencillo: comer, beber y recordar los buenos tiempos. Sin embargo, un oscuro secreto que parecía olvidado amenaza su tranquilidad. Juntos deberán hacer frente a los miedos que los han perseguido desde que eran niños.
Mezclando pasado y presente, drama y humor, esta novela habla del primer amor, las segundas oportunidades y el poder de la amistad a través del tiempo. Un viaje a la infancia en los años 90: los dibujos animados, las canciones que sonaban en la radio, las películas grabadas en cintas de VHS, los sueños y también los peligros que marcaron a una generación.
Rodrigo Plaza nació en Madrid en 1982. Estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos y Dirección de Cine en la ECAM. Ha escrito y dirigido vídeos musicales, documentales, piezas de ficción y vídeos corporativos. Batallitas es su primera novela. En ella recurre a sus recuerdos de infancia para construir una ficción sobre la amistad y el paso del tiempo.