María Mascaraque Rubio
El amor. Dicen que lo mejor que nos pueda pasar es que alguien nos quiera, lo peor es que alguien no nos quiera. De cualquier forma, todos buscamos a una persona que nos complete.
Un día sucede. En clase, en el trabajo, en la parada del autobús. Alguien te mira. Le miras y sonríes. Empieza la conversación. Os besáis, quedáis, os acostáis, pasa el tiempo. La cosa va en serio. Un día te despiertas en una cama de hotel, vuestro primer viaje juntos. Te besa, él se va a duchar y deja su móvil en la mesilla. Sabes que no debes hacerlo, pero la curiosidad te consume. Vas a su Whatsapp y lo ves. Su última conversación fue con una chica. Una chica que no conoces. Una chica a la que ha mandado un beso. Escuchas que se apaga el agua. Dejas rápido el móvil. Pasas todo el día rara, sin entusiasmarte demasiado, hasta que al final se lo cuentas. Es mi prima, dice; tonta, no soy así, no te preocupes por nada.
Un día ella sale de fiesta, quería desconectar y un rato con sus amigas no iba a hacer daño a nadie. Él no puede dormir tranquilo, la madrugada y las dudas le acechan. Ella no contestó a sus últimos mensajes. Sin embargo, ve que se ha conectado hace dos minutos. ¿Por qué no los lee? ¿Qué estará haciendo? ¿Iba solo con sus amigas o también con algún chico? Le pregunta. Pasan las horas, ella no contesta, él se impacienta. ¿Pasa algo? ¿Te estás divirtiendo con más chicos? ¿Te has liado con otro y por eso no me contestas? Joder, tía. Cuando llega a casa ella los ve. Tonto, yo te quiero a ti. No, no me he liado con nadie, ¿cómo piensas eso? Solo me estaba divirtiendo con mis amigas.
Se suceden los días y las situaciones. Él comenta en la entrada de Facebook de una amiga que se acaba de cortar el pelo, muy guapa, le escribe. Ella se enfada y discuten. Ella le da “me gusta” a una foto de chico de Instagram. Él se enfada y discuten. Llevas toda la tarde sin hablarme, pero te conectas de vez en cuando, ¿por qué haces eso? Estoy estudiando para un examen, le pregunto a mis amigos las dudas que tengo. Ayer no me mandaste un beso cuando te fuiste a dormir. Bueno, tú me dijiste buenos días cuando ya llevabas un rato despierta.
Un día él se persona en casa de ella, sin avisar. Ella abre la puerta y escucha. Esto no es amor, es control. Ambos lo hicimos mal, sentencian. Querer hablar contigo en todo momento, saber siempre dónde estás, tener autoridad sobre tus gustos, conocer todo lo que haces en redes sociales… Amor, eso no es amor, dice ella, y continúa: cada pareja necesita tener su espacio, cada persona necesita su tiempo a solas y eso no quiere decir que te quiera menos. Claro, afirma él, salir con amigos, conocer gente, eso no es nada malo. Además, señala ella, tú le puedes dar a “me gusta” a lo que quieras en Facebook, qué tontería. Tenemos que mirar menos el móvil y confiar más en nosotros.
Ese día se volvieron a mirar, volvieron a sonreír y volvieron a besarse como las primeras veces. Se seguían queriendo, pero habían comprendido que se querían libres, que querían amarse sin control.