La vida te puede deparar sorpresas en el lugar más insospechado, y eso es lo que me pasó a mí recientemente en la boda de una prima mía. Tanto con ella como con su familia siempre tuvimos un trato muy afectivo; con el paso de los años, debido a los avatares de la vida, nos fuimos distanciando y cada cual siguió su camino, pero el contacto entre familias nunca se perdió, puesto que siempre buscábamos alguna excusa para reunirnos por lo menos un par de veces al año.
En esta ocasión, la boda de mi prima era motivo más que suficiente para volver a estar todos juntos. El evento fue en Santander, y allí acudí yo con mis padres y mis hermanos. La celebración tuvo lugar en un lujoso salón de bodas a las afueras de la capital santanderina. Me sorprendió la cantidad de gente que asistió; por parte de Macarena conocía a casi todo el mundo, por parte de su marido prácticamente a nadie, pero enseguida todos pasaron a un segundo plano después de coincidir por puro azar con Thomas. Él no destacaba ni por su aspecto físico ni por su vestimenta, ya que iba con un traje que se mimetizaba con el de la mayoría, sin embargo una vez que hablé con él me cautivó por completo, especialmente por su sabiduría gastronómica.
Cuando le comenté lo maravilloso que estaba siendo el banquete y en concreto unas patatas que tenían un gusto maravilloso, comenzó a hablarme de las papas La Bonnotte, las cuales me aseguró que se cosechan a mano y se fertilizan con algas marinas que les dan su peculiar sabor salado. Dicho esto, continuó su narrativa con el atún de aleta azul o Kuromaguro, cuya suave textura e intenso sabor hace que los fanáticos de este pescado (entre ellos Thomas) prefieran comerlo crudo. Acto seguido me relató las exquisiteces del caviar Almas, proveniente éste del esturión beluga albino y que se caracteriza por ser las huevas sorprendentemente claras. En ruso su significado es “diamante”, y la verdad es que se vende casi como tal, ya que se envasa en latas de oro de 24 kilates.
Sin solución de continuidad, le di mi opinión sobre los boletus y le hice saber mi predilección por las setas; me recomendó las exclusivas trufas blancas, cuyo aroma y sabor son únicos debido a que se cultivan en unas condiciones muy especiales bajo tierra salvaje y en la base de un roble muy concreto. Me confesó también que los quesos le vuelven loco, en especial el de leche de burra de los Balcanes: para conseguirlo hay que viajar a la fábrica de Zasavika en Belgrado, y su cremosidad y dulzor lo hacen irrepetible; así como al queso de leche de alce, en este caso para probarlo hay que ir hasta la granja Moose House en Suecia. Eso sí, quien va no olvida jamás su sabor, baste decir que el ordeño de cada hembra para conseguirlo dura dos horas y únicamente se pueden ordeñar entre mayo y septiembre. En cuanto a la carne, se decanta por la de wagyu, una raza originaria de Kobe, en Japón: su grasa entreverada le da a ese tipo de carne un sabor espectacular. Thomas también aprecia variantes de platos más típicos como pueda ser la tortilla: dentro de éstas su favorita es una que se sirve con seis huevos, caviar sevruga y una langosta entera. Por hablar de algún plato más de los que me relató, mencionaré las ostras de la granja de Island Creek. Tampoco podemos olvidar a la sandía Densuke Black, la cual crece en la isla japonesa de Hokkaido: por fuera es una sandía negra sin rayas y muy gruesa, pero por dentro es rosa y con gran cantidad de jugo, que le otorga un sabor tremendamente refrescante.
Quise saber dónde había degustado todas estas delicias culinarias, entonces me explicó de forma minuciosa su peregrinaje por sitios tales como: The French Laundry, situado en el valle de Nepa y considerado el restaurante más caro del mundo. En Europa sus favoritos eran: Hélène Darroze at the Connaught, ubicado en Londres; en Paris le apasionaba el Guy Savoy (lugar que se caracterizaba por el color de sus platos y el arte contemporáneo que tiene en sus paredes), en Copenhague se decantaba por el Alchemist (donde pueden degustarse 50 platos y el ágape dura de cuatro a seis horas amenizadas con actuaciones artísticas). En lo que respecta al continente asiático, su predilección era Japón: allí había estado en: Kitcho Arashiyama Honten (que cuenta con la friolera de siete comedores y un espectacular jardín japonés), Azabu Kadowaki (donde el chef Toshiya Kadowaki brinda un una puesta en escena espectacular), Joël Robuchon (ubicado en un castillo tipo Versalles), Kikunoi Honten (aquí el prestigioso chef Yoshihiro Murata mezcla hábilmente elementos occidentales y orientales y elige escrupulosamente el pescado en persona)… En el Gion Maruyama se puede degustar el codiciado pez globo.
Después de su impresionante oratoria gastronómica me dio la mano y se fue, puesto que al día siguiente tenía que estar en Barcelona para asistir a una convención, y ya de paso aprovecharía para cenar en el Celler de Can Roca. Una vez que desapareció pregunté a mi prima para saber dónde habían conocido a un personaje tan singular, entonces me dijo que ella no le conocía; preguntó a su marido, y tampoco le había visto en su vida. Picado por la curiosidad, investigué al respecto, descubriendo que un tal Thomas Terrance se paseaba por los restaurantes más caros del mundo y, tras darse suculentos banquetes, se las ingeniaba para irse sin pagar, al igual que hizo en la boda de mi prima, donde se coló sin haber sido invitado por nadie.
