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De amigos y no amigos

Dice un proverbio árabe que las ofensas de los amigos hay que escribirlas en la arena, para que se las lleve el viento; y los favores, en piedra, para acordarse siempre. Estoy de acuerdo: ir contando afrentas es un ejercicio inútil y dañino. Todos somos imperfectos, todos cometemos errores. Lo que, a mi modo de ver, hay que cuidar son las formas. Si tenemos algún resquemor con alguien, hablarlo, no dejar que se pudra, no despedirse a la francesa. Me gustan las personas que van de frente, las personas a las que se las ve venir, aunque no esté de acuerdo con ellas, aunque discrepe. Discrepar es sano. Apuñalar por la espalda, no. Normalmente, no opinamos igual en todo con nuestros amigos, ni siquiera con nuestros familiares (con los cuñados por descontado).

En la escuela, observando las relaciones entre los alumnos, me daba cuenta de que estas relaciones eran muy aleatorias y veías amigos muy dispares. En el libro que estoy leyendo y les recomiendo encarecidamente, una muchacha es salvada porque hizo un favor en una ocasión y compartió pan. El libro se titula La bailarina de Auschwitz, de Edith Eger. Un best-seller, que lleva 15 ediciones desde 2019. La autora nos ilustra con detalle cómo superar lo insuperable, testigo vivo de un horror que nunca debería repetirse.

AMo Ruiz Administrador fincaas

El pasado nos persigue. Es lo que condicionó muchos de nuestros traumas, nuestros miedos, rechazos, fobias, actitudes… Pero se puede depurar, limpiar, ajustar, no es imposible.

Volviendo a los alumnos, alguna vez, cuando uno de ellos superaba un miedo casi insuperable, me decían con un brillo intenso y un orgullo mal reprimido: “Mira profe, he podido hacerlo”. Ser capaz de hacer lo que nos parecía imposible, haciendo gala de la voluntad y la fuerza interior, nos reporta una satisfacción, por la propia superación.

Las amistades hay que cuidarlas, como las relaciones; trabajar a menudo por ellas, compartir confidencias, cafés, comidas, mensajes. No dejar languidecer esa planta, ni secarse. De vez en cuando, abonar. Y estar atentos a las necesidades de los demás. Es hermoso cuando estás “plof” y te puedes desahogar con alguien que te escucha con cariño.

Como la protagonista del libro, que se apoya en esa camaradería surgida en los momentos dramáticos; gente a la que no conoces, pero que tiene su historia, y a la que estás unida por el destino. Hay amistades que surgen espontáneamente, sobre todo cuando hay personas que comparten, ayudan o sostienen.

Olvidar las ofensas y recordar las ayudas es una buena forma de conservar la salud interna, porque el rencor es un gusano que acaba devorando hasta los corazones más sanos. 

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