Sin ir más lejos, pensemos en la época del año en la que nos encontramos ahora: Semana Santa. Si nos atenemos a la gastronomía, ¿quién no recuerda ese olor a canela tan característico que inunda las cocinas al hacer torrijas o el rico sabor de los buñuelos? Pero sin duda lo mejor es el momento siguiente a la preparación culinaria: ¡la reunión familiar para disfrutar de estos pequeños placeres!
Dejando el ejemplo de la Semana Santa, pienso ahora en las matanzas de los pueblos. Afortunadamente muchos de vosotros, lectores, habéis vivido lo que realmente era la fiesta de la matanza. ¡El momento perfecto para el encuentro de la familia o del pueblo entero, si éste era pequeño! Cada persona tenía su rol, pero finalmente todos disfrutaban el sabor de esas morcillas y la agradable conversación con los comensales.
Muchos son los ejemplos que podríamos tener, desde las tradicionales doce uvas de nochevieja a las comidas de cumpleaños. Y es que el ser humano es un ser social, desarrolla sus hábitos y costumbres en una etnia o cultura a la cual pertenece. Estos hábitos varían de una sociedad a otra, con lo que factores socioculturales como ideologías, creencias o religiones nos influyen a la hora de alimentarnos.
Tras esa definición típica, nos preguntamos: ¿hoy en día realmente seguimos esos patrones socioculturales? Según los ejemplos que acabos de ver podemos saber que la respuesta es sí.
La alimentación es un acto social muy presente en nuestras vidas. Más allá del valor nutricional que pueda tener; es una tradición, un motivo de reunión, un momento para compartir con cercanía.
¡Vive y siente tu alimentación!