Las serendipias han estado presentes a lo largo de toda la historia. Existen múltiples ejemplos en los cuales buscando una cosa se encontró otra más valiosa que la que se buscaba. Lo que sin embargo es menos habitual es que estas rarezas se den fuera de nuestro planeta, y mucho menos en un lugar tan alejado como Titán, una de las lunas de Saturno, que a la vez tiene el honor de ser el segundo satélite más grande del sistema solar, solo superado en tamaño por Ganímedes.
Las peculiares características de Titán siempre han intrigado tanto a científicos como a astrónomos. Describiendo brevemente al satélite diremos que posee una atmósfera capaz de generar lluvia, solo que ésta se diferencia de la que cae en nuestro planeta en que las gotas son considerablemente más grandes y caen mucho más despacio. Titán, al igual que la Tierra, tiene una atmósfera que rota más rápido que el propio satélite; a este fenómeno se le conoce como superrotación. En su superficie apenas hay cráteres, sin embargo existen criovolcanes que en lugar de expulsar lava fundida exhalan trozos de hielo. También existen mares en estado líquido de metano y etano, así como grandes extensiones de dunas en la zona ecuatorial, y la temperatura media ronda los 180 grados bajo cero. Por último, diremos que bajo su superficie hay un océano de agua líquida.
La sonda Huygens, enviada en 2005 para analizar la atmósfera y la superficie de Titán, obtuvo datos muy valiosos que décadas después se siguen analizando. Algunos de estos datos son sorprendentes y desconocidos para el gran público: recientemente ha habido unas filtraciones en las que se detalla el descubrimiento del amientres, un antioxidante no catalogado oficialmente y que atesora unas propiedades absolutamente espectaculares, ya que consigue preservar las células en un estado larvario activo mediante el cual consiguen replicarse por sí mismas, lo que las convierte en prácticamente indestructibles debido a que las rellena de una película haciéndolas inmunes a todo tipo de agentes externos, de tal modo que nada las puede destruir. O lo que es lo mismo, las haría inextinguibles, por lo que cualquier ser humano recubierto en su interior de amientres sería inmortal: jamás se le deterioraría la parte cognitiva ni se le destruiría célula alguna, puesto que en el momento que esto sucediera se le replicaría otra idéntica, es decir, la que se fue por la que vino.
La gran duda que se tiene a día de hoy es cómo traer el amientres a la Tierra y cómo sintetizarlo para inoculárselo a las personas. También se desconoce por el momento si aquí en nuestro planeta mantendría sus mágicas propiedades o únicamente sería posible aplicarlas en Titán. Desvelar todos estos interrogantes sospecho que por el momento no está a nuestro alcance, pero quién sabe si algún día nuestras generaciones futuras podrán resolverlos.
