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La noche de Reyes: El ‘The end’ de la Navidad.  Recomendaciones y desvaríos (y II)

“Para Dani y mis padres, porque nos acordamos de lo que vivimos”

Ya se acercan los Reyes Magos, y recuerdo con alegría aquellos días de hace ya tanto tiempo en los que íbamos con ilusión a la Campsa. Allí estábamos, con nuestros padres, dispuestos a recibir los regalos de esos Reyes que estaban en el trabajo de mamá. Aquel hall precioso y grande, aquel Belén y un árbol iluminado. A lo mejor no había nada de eso, pero yo lo recuerdo así. También me viene a la cabeza la mesa de trabajo de mamá, con aquel barco y aquellas vistas desde las alturas y el belén que ella montaba en su sitio y cómo lo adornaba. ¡Qué nervios! Mi hermano y yo temblando y muchos niños antes que nosotros en esa fila que parecía no avanzar. En ocasiones los Reyes descansaban, y eso a nosotros nos ponía más nerviosos. Recuerdo una vez, quizá de las primeras, o no, ya se sabe que la memoria de un niño es volátil, cuando los Reyes y sus pajes desaparecieron por una escalera y logré colarme para ir tras ellos. Dani quería su regalo y yo también, pero lo más importante era conocer a sus majestades. Como es natural, perseguí a Baltasar y le asalté:

AMo Ruiz Administrador fincaas

— Baltasar, ¿cuándo vas a volver?

Y su paje, una chica, dijo: “¡Anda, es el hijo de Amalia! Enseguida regresamos”. Y allí me quedé yo, en la escalera, maravillado. Sabía que yo era el hijo de Amalia. ¡Sabía quién era! Eran mágicos. Recuerdo que conté la anécdota una y otra vez. Eran muy mágicos y me habían reconocido al instante, ni siquiera titubearon. A mi hermano le dejé pasar primero, y ya estábamos los dos sobre las rodillas de Baltasar con nuestro regalo. ¡Qué felicidad suponía ir al trabajo de mamá! Recuerdo travesías en el M6. Para mí, la Campsa siempre estuvo ligada a la Navidad.

Recuerdo otro año que tras recoger los regalos nos fuimos a ver Regreso al futuro. Llegábamos a casa y siempre una película de Reyes Magos hasta que nos mandaban a la cama. ¿Quién podía dormir? Dani siempre se dormía antes y yo me quedaba inquieto e intentaba no mirar por la ventana por si acaso me veían. Algunas veces despertaba a mi hermano para compartir la inquietud. Se escuchaban ruidos fuera, debía dormirme.

Estas rutinas se instalaron en nosotros y siempre nos gustaron y nos gustan. Ayer, mismamente, un Rey Mago —Baltasar, curiosamente—, gracias a esas aplicaciones, pudo decir el nombre de mi hija y dos de los regalos que había pedido; uno lo pronunció mal. Ella nos lo contaba y se cuestionaba: “¿Cómo el señor de la puerta sabía mi nombre si no le habíamos dicho nada? ¿Y el rey sin abrir la carta sabía mis regalos? Eso sí, uno lo pronunció mal”. Ya está inquieta y todas las noches nos quedamos a ver títulos navideños o a leer libros en voz alta.

La noche de Reyes

En estas recomendaciones y desvaríos navideños me gustaría destacar los siguientes:

Mensajeros de la paz (1957), de José María Elorrieta. Muchos son los títulos posteriores que tienen relación con esta película entrañable. La llegada de los Reyes Magos a un Madrid escaso de espíritu navideño. Es curiosa la relación que puede mantener con películas como Las crónicas de Navidad, en la que en este caso Papá Noel es el que ingresa en prisión y no los Reyes. Es una película reconfortante con una dirección práctica y en la que ahonda —mucho más que en recientes títulos pseudonavideños que escuecen más que alientan— en lo que puede significar la Navidad a una determinada edad. La película también captó mi atención porque una parte de la misma se desarrolla en mi colegio. Esos tres Reyes Magos en un Madrid, el de 1957 que, curiosamente, siendo yo un modelo algo deteriorado del 76, me recuerdan más a mi infancia que las que vienen desarrollándose hace años, en las que me cuesta atisbar la propia Navidad y no solo por edad avanzada.

En la película se aprecia la cabalgata, curiosamente desarrollada por la mañana, y se constata lo que pudo ser el origen de las monumentales carrozas, con hombres disfrazados en motos y demás. La Gran Vía y los barrios decorados con adornos navideños reales. Elorrieta materializó una película con cierta influencia de los villancicos de Crosby y un espíritu que no ha conseguido repetirse.

La noche de Reyes

En cuanto a los libros, me gustaría realizar dos textos muy breves:

Por un lado, de José Luis Garci, gran seguidor de la Navidad, como ha podido constatarse en gran parte de su filmografía y publicaciones. En el estupendo Insert coin (2018. Reino de Cordelia) aparece una buena muestra de ello. Recomendaría la lectura de Vivir un cuento navideño, Navidades de película y la pequeña obra maestra que es Los padres magos. Este último es una maravilla que refleja la sensación de los Reyes Magos de una forma exacta y emotiva. Pienso, sin desvelar nada, que me hubiese gustado más descubrir cierto secreto del modo que lo hace el niño protagonista y no de la forma abrupta en clase, en 3º de EGB, por el profesor. ¿Por qué no hizo Garci una película de este relato? Quizá hubiese sido una pieza cinematográfica diferencial. Cine navideño huyendo de las guerras entre Santa y los Reyes o demás acrobacias sin imaginación que pueblan las carteleras en la actualidad.

La noche de Reyes

Fernando Arrabal publicó Carta a los Reyes Magos (2012. Rey Lear). Se trata de una pieza en la que, como diría Jodorowsky, “Arrabal lo arrabaliza todo, hasta los Reyes Magos”. Y está en lo cierto. Pasado y presente se entrelazan y entremedias una carta a los Reyes muy creativa en la que pide a sus majestades “Unas bragas, usadas, de la señora Merkel” o “El primer pasaporte, coleccionable, que expida la República Nazional de Cataluña”.  El apéndice es un dislate muy original a modo de Nota Adicional a Papá Noel, Noelcito, que en sí mismo es tan creativo como espeluznante.

Esto ya, sí que sí, llega a su adiós, porque no hay amargura mayor para un niño que el día 7, en el que todo se guarda en sus cajas y los padres recuerdan que hay que hacer los deberes porque en Navidades no se ha hecho nada. ¿Nada?

P.D.: Una pena que la iniciativa de cabalgata en Villaverde como la del 2023 planteada por las asociaciones vecinales del año pasado no haya podido salir adelante. Una actividad “interasociativa” extraordinaria y necesaria para muchos niños y adultos. Lo del año pasado fue absolutamente magistral. Ojalá que en el 2025 regresen.

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