Estuve analizando un anuncio puesto en la marquesina del autobús. En parte porque tenía más de 40 minutos de espera (los autobuses de mi zona, a determinadas horas, en ocasiones tardan más que los verdes), en parte porque me gusta practicar el análisis, y la publicidad se presta mucho a diseccionar. En una marca de comida rápida, de entrada, el color rojo del fondo es el color de la energía y el positivismo. La inicial de la marca se repite llenando los espacios, es una representación onomatopéyica (sonido escrito) que evoca placer gustoso. Luego un recipiente de diseño y una mano femenina con unas uñas muy cuidadas, pintadas, pero no con llamativo color. Todo es reclamo. El objetivo lo conocemos, y la veracidad de lo que se sugiere también se puede cuestionar. El objetivo está claro: vender, que para eso se publicitan las cosas. El marketing es un estudio exhaustivo de mercado y psicología. Nada se deja al azar.
Y eso que estamos hablando de un anuncio sencillo, pero muy estudiado. Y llegó el autobús, por fin.
Es muy conveniente, yo diría necesario, hablarles a los niños de la publicidad. Recuerdo una polémica que hubo cuando mi hijo era niño sobre unos muñequitos muy famosos, que parecía, según salía en los anuncios, que se movían solos. No les cuento las decepciones de los críos, su frustración, al comprobar que los debían mover ellos. Mi hijo, muy fan de estos muñequitos, ya estaba sobre aviso porque su padre y yo le explicábamos todo lo que veía en la tele, incluida la publicidad. Deformación profesional: el padre y la madre profesores.
Pero no solo las empresas de consumo hacen publicidad. También hay quien nos quiere inculcar ideas, opiniones, pensamientos, en una manipulación de la que hay que estar alerta para no caer en ella. Incluso padres cuyos hijos son la séptima maravilla del mundo, que luego los conoces y… En la escuela era muy palpable esto último: padres que no reconocen los pros y contras de las actitudes de sus hijos. Como madre sé que es complicado ser objetivo con ellos, y si eres abuelo, ni te cuento. Pero flaco favor se les hace si solo se tienen en cuenta los aspectos buenos: hay que educar en globalidad. Luego están los padres, sobre todo madres, que te ponen la cabeza tonta porque entran en bucle con los halagos a su prole. No hay nadie perfecto, y no nos debe cegar el cariño. Uno de mis recursos, cuando estaba en activo y tenía una entrevista con padres cuyos maravillosos hijos nunca habían roto un plato, era empezar a hablar de mi hijo, del cual estoy orgullosísima, pero reconozco sus fallos, sobre todo en la infancia, normal por otra parte, pues es la etapa de formación de la personalidad. Curiosamente esas madres inmediatamente cambiaban de conversación. Dime de qué presumes, recuerden el refrán, y te diré de qué careces. Así que tampoco me tomen muy en serio, hay que relativizar y tener un criterio. A eso también ayuda leer mucho y analizar.
