Soy el silencio.
Ése que, discreto, perturba tu pensamiento.
El mismo que, aun sin sonido,
retumba en los tímpanos de tus oídos.
Es la ausencia de palabras,
mas tú escuchas alaridos,
que golpean en tu cráneo,
como un monstruo enfurecido.
Te conozco, porque te veo.
Te observo, cuando caminas.
Entro en tu conciencia mientras duermes.
Y hurgando, meto el dedo en tu pecho,
cuando crees que descansas.
Sin mí no hay conciencia.
Y sin conciencia no hay raciocinio.
Ese mismo raciocinio
que te lleva a buscarme de nuevo
gritando: ¡Silencio!
Y que el ruido no me deja oír.
Me rio de tu ignorancia,
porque, en realidad,
lo que escuchabas,
era al mal llamado silencio.
Pues el silencio no existe.
Es la burla de una palabra,
que confunde y que te habla.
