Septiembre siempre llega con la misma sensación: mochilas que no caben en ningún armario, uniformes que parecen encoger durante el verano y horarios que vuelven a jugar en nuestra contra. Entre tanto ir y venir, pocas veces pensamos en quien sostiene todo eso: los padres y madres. Ellos también vuelven de las vacaciones con la sensación de empezar de cero, cargando listas interminables de tareas y preocupaciones.
No es solo un reto para los niños volver al cole: para los mayores también nos supone organizar agendas, cuadrar trabajos con entradas y salidas, preparar desayunos exprés, acompañar los nervios de los hijos y, encima, intentar no perder la cabeza. Todo eso se nota: sueño irregular, tensión, cansancio… síntomas que muchas veces ignoramos porque la rutina manda.
Por eso, este septiembre deberíamos recordar algo clave en esta vuelta a la rutina: cuidarse no es un lujo, es necesario. No hace falta reservar horas enteras: basta con pequeños gestos diarios que nos devuelvan un poco de energía. Respirar tranquilos mientras preparamos el desayuno, caminar unos minutos al sol, charlar con alguien de confianza, organizar la semana sin exigirse la perfección o repartir responsabilidades en pareja o con familiares ya marca la diferencia.
Nuestros hijos aprenden más de lo que ven que de lo que escuchan. Si nos ven cuidar de nosotros mismos, gestionar el estrés con calma y encontrar tiempo para respirar, aprenderán un mensaje muy valioso: autocuidarse también es cuidar de la familia.
Así que este septiembre, mientras revisamos libros y uniformes, tenemos que mirar también por nosotros. Porque una familia saludable y positiva tiene que empezar por unos padres que se cuidan, se escuchan y se reconocen parte fundamental de esta vuelta a la rutina.
