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La sal que no ves – pero que sí consumes

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¿Crees que usas poca sal? Tal vez hayas quitado el salero de la mesa o cocines sin abusar mucho de ella. Pero la pregunta clave es: ¿estás vigilando la sal que ya viene oculta en los alimentos que compras?

La Organización Mundial de la Salud recomienda no consumir más de 5 gramos de sal al día, lo que equivale a una cucharadita de postre. Sin embargo, diversos estudios confirman que en España la media está por encima de los 10 gramos diarios, es decir, el doble de lo saludable.

Esto no significa que estemos echando puñados de sal en la comida, sino que la mayoría de esa sal ya viene incluida en productos que consumimos a diario, sin pensar que llevan tanta cantidad.

¿Dónde está esa sal?

Más del 75% de la sal que tomamos no proviene del salero, sino de alimentos procesados y precocinados. Algunos ejemplos que seguramente están en tu cocina: pan de molde o pan industrial; embutidos y fiambres; quesos curados o semicurados; comidas preparadas como pizzas, lasañas o sopas de sobre; conservas vegetales o de pescado; snacks salados y aperitivos; ¡incluso en productos dulces como algunas galletas!

¿Y qué pasa si consumimos demasiada sal?

El exceso de sal se relaciona directamente con el desarrollo de hipertensión arterial, uno de los principales factores de riesgo de infarto, ictus, insuficiencia cardíaca y enfermedad renal. Incluso en personas jóvenes, un exceso mantenido en el tiempo puede tener consecuencias importantes a medio y largo plazo.

¿Qué podemos hacer desde casa?

No se trata de eliminar la sal por completo (el cuerpo necesita una pequeña cantidad), sino de aprender a controlar su presencia invisible, fijándonos en aquello que compramos o deberíamos dejar de comprar. Así que pon en práctica alguno de estos consejos y verás como consigues reducirla:

    • Lee las etiquetas: si un alimento tiene más de 1,5 g de sal por cada 100 g, se considera “alto en sal”.
    • Cocina en casa siempre que puedas: así sabes lo que lleva cada plato.
    • Usa especias, ajo, limón, vinagre o hierbas aromáticas para dar sabor sin sal.
    • Reduce poco a poco el consumo de embutidos, conservas y precocinados.

¡Tu salud también está en el plato!

A menudo pensamos que mejorar la salud requiere grandes sacrificios, pero no siempre es así. Reducir el consumo de sal es un gesto sencillo que protege el corazón, los riñones y la presión arterial. Pequeñas decisiones como éstas marcan la diferencia, especialmente si las aplicamos en familia. Porque cuidarnos también empieza por saber lo que comemos.

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