Cuenco de barro blanco, lleno de estrellas moldeadas con manos de alfarera novata, que se impregnaron de esta pasta, por todos los recovecos y pliegues de sus dedos, cuando las hacía. Decoradas con lunares dorados de alegría, para regalarlas con ilusión. Esperar hasta que se cocinen bien. Imperfectas quedaron. No hay dos iguales.
—Coge una estrella y pide un deseo.
—Coge otra y da las gracias —les indicó.
El plato cóncavo pasó de mano en mano.
Ponlas una en frente de la otra, al lado, juntas; como si fueran a hablar entre ellas. Y lo demás, es para ti.