Llevaba tiempo intentando dar con una gente de la cual había escuchado cosas pero no sabía muy bien qué había de cierto y qué de falacia. Su ubicación tampoco la conocía con exactitud, aunque tenía evidencias de que se movían por la Sierra Norte de Madrid. Después de indagar de manera intermitente durante un tiempo, conseguí dar con un par de personas que me pusieron sobre la pista, de manera que pude contactar con los máximos responsables de la organización, quienes no se mostraron muy colaborativos a la hora de darme información sobre su empresa. Aun así tampoco se negaron en rotundo ni me vetaron, lo que sí me dejaron bien claro desde un principio es que ellos no realizaban nada ilegal.
Meses después de mi primera toma de contacto y tras un par de reuniones más con ellos, por fin logré que me dejaran asistir a una de sus terapias como mero observador. Antes les había aclarado que lo único que perseguía era saciar mi curiosidad, de manera que les prometí no desvelar nombre alguno, ni de los responsables de la entidad ni por supuesto de ninguno de sus clientes, aunque a estos últimos bien podría llamárseles también “pacientes”.
La gente que imparte las terapias posee diferentes titulaciones sobre medicinas alternativas, pero no son médicos; se basan principalmente en la experiencia que les proporciona tratar a diario con determinadas personas. Sobre dichas experiencias realizan estudios exhaustivos y siempre se guían por un método propio, el cual desconozco. Al iniciar las rutinas siempre advierten a sus clientes que es más que probable que no encuentren el fin esperado. No prometen resultados ni garantizan progresos, cobran por sus servicios pero no precios abusivos, tan solo aplican tarifas que les proporcionan una pequeña fuente de ingresos.
Dicho todo esto, pasaré a explicar en qué se basa esta asociación, la cual sería difícil de catalogar y por supuesto no muy bien vista por la sociedad, de ahí el hermetismo que la envuelve, que bien podría calificarse de sectario. Sus pacientes son gente desahuciada a los que no les queda mucho tiempo de vida, ya que sus males no tienen ninguna solución médica posible. Suelen acudir a sus reuniones enfermos terminales con diferentes patologías a quienes previamente se les ha realizado una entrevista personalizada en la que deciden si les admiten o no. Una vez que pasa lo primero les advierten que posiblemente no conseguirán ningún beneficio ni progreso, pero al fin de al cabo… ¿qué tienen que perder? Aquellos que consiguen acceder a las terapias inician éstas en grupos reducidos de no más de cuatro personas, quienes se colocan junto con los técnicos dentro de la habitación y allí, siguiendo una serie de indicaciones, intentan evadirse de cuanto les rodea. Si lo consiguen, olvidan los males que les atormentan adentrándose mentalmente en mundos que no son reales pero sí placenteros. Los instructores dominan a la perfección las técnicas, por lo que van instruyendo a los asistentes de manera sabia, invitándoles a que sigan su ejemplo, puesto que ellos después de muchos años de práctica consiguen entrar y salir con facilidad de estos universos ficticios.
La misión de los técnicos no solo consiste en viajar a través de la mente, sino que también supervisan a sus pacientes para que éstos no se extravíen completamente devolviéndoles a la realidad en caso de que esto ocurra, cosa a la que los pacientes más avanzados se niegan, porque… ¿qué les espera aquí? Sufrimiento, nada más que sufrimiento y decadencia hasta su extinción. Por este motivo aquellos o aquellas que consiguen dominar hasta un cierto grado las técnicas se convierten en adictos a ellas, ya que serán los únicos momentos de paz y de dicha que encontrarán mientras vivan. La mayoría no consigue desbloquear el cerebro debido a la extrema desesperación que padecen, los técnicos por el contrario siempre alcanzan el éxtasis puesto que tras muchos años de experiencia conocen atajos para inducir a la mente a estados elevados de subconsciencia.