Tenemos un tostador desde hace más de veinte años. No nos costó mucho, porque es marca blanca, que no tiene publicidad ni nada. Aparte de no estar en el grupo de electrodomésticos que se engloban dentro de la obsolescencia programada (una duración establecida corta), lo que más me gusta es el detalle de llevar una pinza de plástico duro para sacar la tostada. Yo me he quemado en otros tostadores, como supongo que la mayoría, pero en el nuestro no.
Creo que eso es lo que diferencia lo bueno de lo corriente, esos detalles que facilitan la vida, que por otra parte tenemos bastante compleja de por sí. Y eso se puede extender a la amistad, a los trabajos, a los estudios, a las relaciones, a los libros…
La diferencia salta a la vista, incluso los niños la perciben. Las personas detallistas, en sus trabajos, en sus relaciones, hacen la vida más fácil, más cómoda, bonita. Creo que no es excesivamente difícil. Simplemente se trata de pararse a observar qué hace falta, qué le gustaría al otro. Y es suficiente, en ocasiones, para que nuestro día cambie a mejor.
La persona que diseñó ese tostador probablemente no ganaba mucho, pero se tomó su tiempo para pensar en los usuarios y sus necesidades. Y yo se lo agradezco.
Lo contrario son los que se miran constantemente el ombligo, los “yoístas” (¿recuerdan el artículo?). A éstos no les pidas detalles para con los demás (si casi no ven a los otros), pero curiosamente sí les gusta que tengan detalles con ellos. ¡Nos ha fastidiado! Los detalles (siento ser negativa) escasean; los detallistas pasan a ser rara avis. Les confieso que a mí me emocionan hasta las lágrimas, y no porque sea ñoña precisamente. Voy a contarles un detalle precioso cuya protagonista es una persona conocida mía y querida. Sala de espera de un hospital. Esta joven estupenda está esperando que salga su padre de ser reconocido. Observa a un joven marroquí, que sale de boxes, desnudo de torso, con varios apósitos en el cuerpo, la cara, los brazos. Ha venido a urgencias para ser curado de las heridas ocasionadas en una pelea. Mi amiga le pregunta si no tiene abrigo. El chico responde que no y le pide que le lea el informe (no sabe leer castellano). Cuando acaba de leérselo, mi amiga, conmovida, se quita el jersey de lana y cuello alto que llevaba puesto y se lo da al joven maltrecho.
Mi amiga vuelve a casa, cuando sale su padre, con un jersey de menos, pero siendo mejor persona. ¿Se imaginan mucha gente así en el mundo: generosa, altruista, empática? Aquí va mi homenaje a esas maravillosas personas, que me ayudan a seguir creyendo en la humanidad:
Viste un corazón que palpitaba, / no te fijaste en su raza. / Los detalles en ti se magnifican, / das más de lo que siempre recibes, / mujer generosa y detallista. / El mundo sería un jardín inmenso, / lleno de corazones que lo habitan, delicados, / si almas como la tuya nos… animan.
