“Paseando por las calles todo tiene igual color… no sé si será el amor”, como decían los Celtas Cortos en La senda del tiempo.
Así me siento yo paseando por Villaverde. Me bajo del autobús y hoy decido darme un paseo por sus calles; no quiero que sea un barrio “de paso”, de mi paso. Quiero adentrarme y conocerlo; saber de sus gentes, de sus negocios, de sus olores
y de sus colores.
Hoy es un día en el que brilla el sol, sus rayos calientan igual aquí que allá. Hay parques con sus fuentes y columpios, hay máquinas de deporte. Hay niños que salen del colegio y ancianos que pasean. Hay mujeres con sus compras y personas que trabajan. Hay bares, hay negocios, hay ruido. El ruido de un barrio con vida propia.
Me adentro por sus calles: todo tiene igual color que otros barrios, otros distritos, incluso otros municipios, pero… no sé si será el amor por arrancarme a escribir… ese amor que tengo por poner líneas con sentido bajo las huellas de mis dactilares en el teclado que uso, el caso es que Villaverde me despierta una necesidad que debo saciar. Tendré que investigar para ver qué tienen de especial las calles de este distrito, las calles y sus gentes. Voy a necesitar la ayuda de los vecinos: si te paro y te entrevisto, ¿me ayudarás con mi necesidad?