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La firma digital de documentos

Con los nuevos tiempos, en los que en buena parte la actividad presencial se ha ido sustituyendo por la virtual, las necesidades tecnológicas han aumentado. Y una de esas necesidades supone la autenticación de nuestra identidad ante organismos oficiales, así como la firma de documentos electrónicamente. De esta forma, términos como la “firma electrónica”, la “firma digital”, los “certificados digitales” o “electrónicos”, o el “DNIe”, se han convertido en casi imprescindibles, aunque ya estuvieran en uso hace mucho tiempo.

Como ya sabemos, y muchos ya utilizan, los certificados digitales nos sirven para acceder por Internet a numerosos sitios oficiales para realizar todo tipo de trámites. Dichos certificados, generalmente expedidos por la FNMT (Fábrica Nacional de Moneda y Timbre), debemos descargarlos en nuestros dispositivos para poder utilizarlos. Pueden obtenerlos tanto particulares como empresas. También podemos utilizar nuestro DNIe (DNI electrónico) para realizar dichas operaciones. Junto con dicho documento deberemos tener un PIN y utilizar un dispositivo especial para leerlo, o bien utilizar móviles con conexión inalámbrica NFC. Por desgracia, la utilización del DNIe no está suficientemente extendida y pocos ciudadanos lo usan, generalmente por desconocimiento de sus prestaciones y por cierta complejidad en su utilización.

Una de las operaciones que actualmente ha incrementado su uso es la firma digital de documentos. Aunque ya se utilizaba anteriormente, no era muy habitual su uso, generalmente por desconocimiento tecnológico. Pero con la irrupción de la COVID-19 se ha hecho necesaria y obligatoria en muchos casos para evitar los trámites presenciales.

La mecánica para realizar dicha firma es la siguiente: en primer lugar, deberemos tener instalado algún certificado electrónico reconocido o el DNIe; seguidamente utilizaremos la aplicación de escritorio “Autofirma”. Con ella cargaremos el archivo que queremos firmar, normalmente en PDF. Y una vez cargado, nos pedirá si deseamos que aparezca el texto de la firma o no. Si elegimos que sí, nos dará la opción de ponerlo en el lugar que queramos, su tamaño, etc. También en su momento nos pedirá qué certificado digital queremos utilizar, si tenemos más de uno. Una vez realizado el proceso guardaremos el documento y nos dará la opción de visualizarlo con la firma.

También a través de Autofirma podemos acceder a la verificación de un documento firmado, para saber si es correcto. Recordemos que la firma no se refiere a ese pequeño texto que se añade al documento con el nombre, la fecha y el tipo de certificado utilizado, sino a un conjunto de datos que se añaden al archivo y que no son visibles.

Por lo tanto, hoy en día es conveniente tener algún sistema de autentificación de nuestra identidad de forma digital, pues ello nos facilitará en gran medida realizar numerosos trámites de forma virtual, así como firmar documentos de una manera cómoda, rápida y segura.

CARLOS GÓMEZ CACHO – Tecnólogo

www.gestoriatecnologica.es

No eran los vecinos

El relato y las representaciones simbólicas, principalmente las suministradas por medios de comunicación de amplio alcance, asumen una importancia capital en la configuración de la visión que tiene la ciudadanía en torno a un acontecimiento o a un colectivo.

Por eso, resulta tan alarmante la cobertura que algunos medios han hecho en torno a la agresión y acciones derivadas ocurridas la semana del 12 al 16 de octubre en el Distrito San Blas-Canillejas. Ciertos titulares como “La tensión explota en San Blas ante el aumento de delitos violentos tras la llegada de ‘menas’ al barrio” parecían escritos a vuelapluma, con poca sensibilidad y ánimo sensacionalista.

Aún más pavorosos fueron los tuits donde aparecían vídeos que afirmaban que los integrantes de la manifestación portando las pancartas de “MENAS no” eran vecinos del barrio. Sin embargo, eran jóvenes venidos de otros lugares de Madrid que canalizaron una preocupación justificada de la comunidad y la convirtieron en un acto claramente xenófobo. No, no eran los vecinos.

En cuanto al lenguaje utilizado en los artículos, organizaciones como UNICEF ya desaconsejaron utilizar el término “MENA” (Menores Extranjeros No Acompañados) porque deshumaniza al colectivo e invisibiliza el hecho de que estamos hablando de niños y niñas, adolescentes o personas adultas que acaban de llegar a su mayoría de edad.

Pero además esta palabra se ha vinculado abiertamente a peligrosidad. En un contexto político tan polarizado como el que vivimos en la actualidad, términos como los que acompañan a los titulares (“tensión explota”, “delitos violentos”) refuerzan el imaginario colectivo de las personas que practican sin pudor el discurso del odio.

No todo vale. Instrumentalizar la palabra “mena” en búsqueda del clic fácil solo favorece el clima de discordia, se estigmatiza a miles de menores que están bajo nuestra tutela y dificulta su integración. Es responsabilidad de los medios de comunicación buscar las fuentes que aporten contexto más allá de los testigos. Afortunadamente, otros medios de comunicación sí que demostraron que este periodismo es posible.

El programa de Televisión Española La hora de La 1 invitó a Ismael, de la Asociación de Ex-MENAS de Madrid, que relató su experiencia como menor extranjero no acompañado. El debate se enriqueció además con la llamada telefónica de una vecina del edificio donde se sitúa el piso tutelado y que expuso su experiencia y sus legítimas demandas para una mejor convivencia.

Otros medios digitales se han dedicado también a desmontar los bulos que estaban alimentando la tensión en el vecindario. En definitiva, la función de la prensa en temas tan delicados no debe limitarse a dar el hecho noticioso —ya que puede malinterpretarse y ser utilizado para intereses partidistas—, sino que puede y debe alimentar el espíritu crítico para conformar una opinión pública libre e informada.

LAILA MUHARRAM

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‘El comercio de barrio tendría que estar más apoyado’

Carmen y Conchi, pescadera y pollera, titulares ambas de sus negocios en la galería comercial Luyego

Un lluvioso viernes de octubre hemos visitado la galería comercial Luyego, en el número 5 de la calle de Arechavaleta, invitados por nuestro amigo Raúl Martínez, a quien entrevistábamos hace un par de números, que allí trabaja y quería presentarnos a dos mujeres excepcionales y luchadoras, Carmen y Conchi, con las que charlamos sentados en la terraza de la cafetería del centro, bajo una gran sombrilla que no nos cubre del astro rey, pues ni está ni se le espera, pero evita que nos pongamos hechos una sopa, que no es poca cosa, pardiez.

Carmen es pescadera y Conchi es pollera, ambas en esta galería comercial, y ambas son titulares de sus negocios. Esto quiere decir que no solo están detrás del mostrador, sino que toman parte en todo el proceso, algo no tan habitual como pudiera pensarse. Carmen nos cuenta que se tiró “nueve años a pico y pala sola con el negocio” hasta que consiguió traerse a su marido, que era su objetivo. Conchi era empleada en una pollería, y su marido en otra distinta, hasta que al final abrieron juntos la suya propia. Así que, como explica Carmen, ambas “trabajamos 24 horas al día y 7 días a la semana con el enemigo, y luego llegamos a casa, tenemos hijos, tareas domésticas… Pero yo creo que en nuestras relaciones llevamos muy bien la separación laboral/familiar, y bueno, aquí estamos, lo que demuestra que todo se puede hacer”.

¿Cómo fueron vuestros inicios en esta profesión?

Conchi: Como no quería estudiar, tenía que trabajar, y por mediación de un hermano me vine aquí. Entré en la pollería sin saber nada, con 16 años, y poco a poco fui aprendiendo el negocio. Me gusta bastante; ya no aguanto tanto como aguantaba antes, pero bueno, disfruto hablando con mis clientas y con el público.

Carmen: yo llevo desde los 13 años detrás de un mostrador, porque tampoco quise estudiar. Mi primera gran profesión fue la pollería, en la que estuve ocho años, y luego me metí en el mundo del pescado, muy diferente, que me gustó más. Hace unos 12 años me hice autónoma, lo que ya es una vida más dura, porque a las cuatro de la mañana ya he bajado sola a Mercamadrid, compro, cargo, monto mi tienda, y luego estoy en ella todo el día… Y me gusta. Es cierto que cuesta madrugar, a nadie le gusta, pero yo luego disfruto comprando mi pescado, discutiendo los precios…

Comentabas que es un entorno muy masculino… ¿Qué tal?

Ca.: Bueno, yo entré con algo de miedo, porque era un mundo nuevo en el que buscarme la vida, sola… Un mundo que está lleno de hombres, pero lleno. Y Mercamadrid es grande, tú eres una perita en dulce que baja ahí, y te tienes que hacer respetar. Y marcando tus pautas y tus límites, te respetan.

¿Y en tu experiencia, Conchi?

Co.: No, en nuestro gremio pocas veces vamos a los almacenes: yo pido las cosas por teléfono y me las traen. En realidad mi compañera es la que más está luchando en ese sentido al tener que ir a Mercamadrid… Yo pro

blemas con los hombres no he tenido: al revés, aquí en el mercado me han tratado bien.

¿Cómo es trabajar en una galería comercial de cara al público?

Ca.: A ver, cuando empiezas te callas todo y a veces las clientas llegan a “pisarte”, porque eres nueva y no sabes… Pero la experiencia es la que te hace saber manejarte. Yo, por ejemplo, utilizo mucho la ironía… Y es como todo: hay días que tienes más paciencia y otros menos, porque también tienes días malos, pero bueno, en general gusta…

Co.: Claro, al principio era difícil, porque cuando empiezas eres una niña, y hay gente que va a por ti, pero poco a poco vas aprendiendo, y aunque muchas veces te hagas un poco la tonta, no lo eres: a la larga, con buenas palabras, les dices ciertas cosas a estas personas… De todas formas, yo pienso que antes había más gente así que en la actualidad. Ahora tenemos una clientela que son más bien amigas: yo con ellas me llevo muy bien, hablamos de sus problemas, de los míos… De hecho parece que muchas veces viene la gente porque le gusta hablar contigo, porque les escuchas. Y a no pocas mujeres es aquí donde las escuchamos, ya que en sus casas no encuentran eso.

Con los clientes, ¿os habéis encontrado con diferencia de trato por ser mujeres?

Co.: Pero yo creo que eso era antes… Yo ahora no lo noto así, eso ha cambiado muchísimo… Tengo muchos clientes con los que me llevo estupendamente, y hay muchos clientes hombres que prefieren que les despache yo, igual que hay mujeres que prefieren que les despache mi marido. Aparte está ocurriendo una cosa: claro, yo he visto a muchos niños nacer, y ahora estos niños ya son padres, se han quedado por aquí a vivir y vienen a comprar aquí porque aquí venían sus padres. Entonces, si por ejemplo con la madre he tenido yo más trato que mi marido, el chico o la chica va a venir a mí, y cuando se refiere a mi negocio dice “voy donde Conchi”. Son nuevos clientes, pero son niños a los que les he estado dando yo un chupa-chups cuando han venido en el cochecito, y ahora se lo doy a sus hijos.

¿Cómo es la nueva generación? Según contáis ha mejorado el trato…

Co.: Mucho… A veces hay alguna excepción, pero vamos, no tiene nada que ver… Yo creo también que la gente joven se deja guiar más por nosotros, vienen y nos piden opiniones: “¿Le puedo dar esto al niño?”, “¿Qué me aconsejas tú?” o “¿cómo puedo hacer esto?”… Y a mí me gusta mucho transmitirles mis experiencias.

Ca.: Yo creo que estamos iniciando a los jóvenes al mercado de barrio, porque es verdad que los fines de semana tenemos mucha juventud, lo que es muy bueno, y es por lo que decía mi compañera: en un centro comercial te despachan un pescado y ya está, y en mi casa se van con pescado variado, uno de ellos nuevo, y además con una receta. Y claro, no hay color…

¿Creéis que esta llegada de nueva clientela tiene que ver con la situación actual de pandemia?

Ca.: Probablemente influya, pero aparte yo diría que se va valorando más la calidad y el precio. No es lo mismo ir a un centro grande y que te den cualquier cosa que venir a una tienda de barrio con la confianza en lo que tú le vas a dar.

Co.: Por ejemplo, se acerca una época, Navidades, en la que la gente que compra en grandes almacenes viene ahora aquí a por algo especial, específico, pues saben que se lo vamos a dar en buenas condiciones y que no les vamos a fallar. En cuanto a la pandemia, ha ocurrido también que las grandes superficies han quitado los repartos de las casas, han dejado a la gente sola, y nosotros no. Nosotros al revés: hemos estado ahí llevando los pedidos, gente que llevaba años sin venir nos ha llamado y yo he ido a sus casas a llevarles los pedidos porque era cuando más lo necesitaban.

¿Cómo veis el futuro inmediato?

Co.: La pena ahora mismo yo creo que son los comercios que están en las calles, que están cerrando muchísimos, pues no tenemos suficiente apoyo. Aquí en la galería somos varios puestos y nos apoyamos unos a otros, procuramos ayudarnos, y eso es lo que no tiene el comercio de la calle. Y es una pena, porque ahora sales a pasear, ves todas las tiendas cerradas, y con el problema que hay ahora no creo que sea tan fácil abrirlas.

¿Queréis hacer algún tipo de reivindicación?

Co.: Hombre, yo creo que tendríamos que estar más apoyados, porque en realidad nosotros somos los que estamos dando muchos puestos de trabajo, con unos sueldos más dignos que los que están dando las grandes superficies.

Ca.: Sí, se necesitan más ayudas para poder fortalecernos más.

Co.: A los autónomos nos tienen medio abandonados, por no decir abandonados del todo…

¿Algún mensaje para los vecinos?

Ca.: Estamos muy agradecidos al barrio, porque somos una de las pocas galerías que se mantienen en pie con tantos puestos abiertos, que yo he estado en muchos sitios y sé que esto es un privilegio, pero quiero pedirles a los vecinos que no nos olviden, que estamos para lo bueno y para lo malo y que sin su ayuda nosotros no podemos sobrevivir.

Co.: Pues yo también algo parecido: agradecer a la gente del barrio que se están acordando de nosotros y pedirles que no nos olviden, que nos apoyen como nosotros podemos apoyarles a ellos.

ROBERTO BLANCO TOMÁS

De restricciones y moralina

Pasado ya el confinamiento perimetral de Madrid, volvemos al de algunas zonas básicas de salud, que van cambiando con las cifras de incidencia. El problema es que al haberse dejado de hacer test a los contactos con positivos que no presenten síntomas (con clara intención bajista, añado), estas cifras no parecen demasiado fiables. Aparte, el confinamiento por ZBS sigue resultando absurdo a cualquiera que conozca Madrid y lo piense un poco: estas zonas son divisiones artificiales, no unidades aislables, por lo que el “control de fronteras” es más bien complicadito, por no decir inviable (en muchas ocasiones una acera de una calle corresponde a una zona y la de enfrente a otra). Y lo más importante: de nada sirve confinar zonas si la mayoría de la gente trabaja fuera de su barrio y tienen que desplazarse diariamente al tajo en transportes atestados.

Nada sorprendente: una nueva muestra de que la clase política vive más pendiente de que parezca que toma medidas que de que éstas sean realmente efectivas. En buena lógica, lo prioritario ahora serían más test, más rastreadores y más sanidad pública, pero claro, eso es más complicado (y sobre todo más costoso). Mejor quedarnos en los confinamientos, que no digo que no puedan ser necesarios si lo que se plantea tiene lógica, pero que por sí mismos, sin lo apuntado, no sirven para nada: el virus no se va a ir solo. Y como esto no deja de ser un ejercicio de control social, es bueno recordar aquello que decía el psiquiatra y psicoanalista Wilhelm Reich de que cada vez que se incrementa la presión sobre las masas trabajadoras suele fortalecerse también la presión moralista para que no protesten y hagan lo que “los de arriba” desean. En este caso, la moralina viene en forma de bombardeo de políticos, “expertos”, opinadores y gente variada insistiendo en mensajes en la onda de “claro, como no hemos tenido cuidado, ahora pagamos las consecuencias”, “como hemos salido demasiado en verano…”, “como nos hemos despreocupado…”.

Y solo faltaba eso, que ahora la gente corriente, que bastante tiene con salir adelante y no perder la sonrisa, tuviera la culpa de todo. Miren ustedes: hasta que no repongan todo lo recortado a la sanidad y ésta no esté como debe estar y mejor todavía, hasta que no haya suficientes rastreadores, hasta que no se hagan test a todas las personas que presenten la mínima posibilidad de padecer COVID-19, hasta que los transportes públicos sean seguros y no vayan hasta los topes y, en definitiva, hasta que no veamos que se hace realmente todo lo que se puede hacer para frenar de verdad la pandemia y encontrar soluciones para todas las personas a las que de una u otra forma ésta ha traído o aumentado el drama a sus vidas, sin dejar a nadie atrás, no tienen ustedes autoridad moral para venirnos contando nada de nada. Así que si no van a hacer algo de todo eso, mejor se callan y así al menos no nos ofenden.

Roberto Blanco Tomás

Pasados dos meses del inicio de curso, siguen los problemas

FAPA Villaverde alerta de la falta de profesorado, la irregularidad de la educación semipresencial y la carencia de prácticas en FP

Desde la Delegación de Villaverde de la FAPA Giner de los Ríos somos conscientes de que este curso va a ser complicado debido a la pandemia que estamos sufriendo, pero nos estamos encontrando problemáticas a las que, aunque se venían ya viendo desde el final del curso pasado, la Comunidad de Madrid no ha apostado por poner remedio, y hoy, cuando llevamos casi dos meses de curso, siguen sin solucionarse. Entre todas las incidencias que como padres y madres nos encontramos, queremos remarcar tres que nos parecen más graves y que repercuten directamente en la educación de nuestros hijos e hijas.

En primer lugar, la falta de profesorado en las aulas. Es raro encontrar un centro que tenga la plantilla de profesores completa, y en el caso de los institutos se agrava aún más. Después de estos meses, hay alumnos que todavía no han recibido ni una sola clase de materias troncales como Lengua o Matemáticas por la falta de improvisación de la Administración para la creación de bolsas de trabajo de estos perfiles, y al denunciarlo es la única respuesta que nos dan: no hay profesores. La verdad es que no abren esas bolsas para poder encontrarlos, y cuando lo hacen, tarde, tardan días en realizar esos llamamientos para que se puedan incorporar. Lo triste es que son nuestros hijos los que sufren ese retraso educativo y esas horas interminables de guardias sin poder avanzar materia.

La segunda se refiere a la educación semipresencial. Desde 3º de ESO hasta 2º de Bachiller, y en todo FP, se ha dado la opción a los centros de dar estos cursos acudiendo a las aulas un tercio o el 50% de la jornada educativa. Algunos centros han decidido que el alumnado vaya la mitad de todos los días, y otros que vayan solo un día sí y otro no. Lo importante es que al final deben realizar el curso en la mitad de tiempo, ya que no se ha estipulado ni facilitado la teleformación en el tiempo que no van a clase. Nuestros hijos quedan al amparo del profesor que les ha tocado si quiere o puede dar esa formación online o no. Consideramos que la falta de normativa y de recursos merma a la educación pública que defendemos frente a la privada (que cuenta con todos los medios para poder llevarlo a cabo).

Además, esta problemática se da en todos los cursos, ya que cualquier alumno que deba hacer cuarentena o se encuentre enfermo no contará con ningún tipo de formación en el tiempo que no pueda asistir a su centro educativo. En el caso de 2º de Bachillerato y 2° de Grado Superior de FP, consideramos que la no presencialidad en las aulas les va a afectar negativamente a su posterior incorporación a la Universidad, y sabemos que al menos dos institutos del Distrito han apostado por realizar este curso totalmente presencial, cosa que nos alegra, y esperamos que el resto copie el ejemplo y se instaure en todos.

Y la tercera, la falta de prácticas de FP. En el curso anterior, debido a la COVID, no se pudieron realizar las prácticas en empresas, por lo que muchos alumnos de FP no han podido titular ese curso y éste no han podido seguir con su formación, ya que los de

Grado Medio no han podido optar a realizar el Superior, y éstos no han podido matricularse en la universidad, quedando un año paralizados y en un limbo educativo.

DELEGACIÓN VILLAVERDE FAPA GINER DE LOS RÍOS

El Club Gimnasio Castilla inicia la temporada con la ilusión intacta

El Club Gimnasio Castilla empieza la temporada 2020/2021 con la misma ilusión de siempre, pero siendo conscientes de la situación que tenemos. Nuestros entrenamientos cumplen las medidas recomendadas por las autoridades sanitarias: restricciones de aforo, entrenamientos en grupos de seis personas…

En estos duros momentos, nuestro alumno Héctor Blanco se ha examinado para su pase de grado 3º dan de judo otorgado por la Federación Española. También hemos participado en el Campeonato de España de lucha Sambo, celebrado el pasado fin de semana en Murcia, consiguiendo nuestro alumno Samuel Ortega la medalla de bronce (lucha Sambo) en categoría sénior, y en Lucha Olímpica nuestro alumno Sergio Alva Villanueva no pudo subir al pódium y obtuvo el 7° puesto.

CLUB GIMNASIO CASTILLA

Abiertas diligencias contra los promotores de la plataforma logística

El movimiento ciudadano opuesto a la instalación se felicita por la noticia

El ámbito judicial trae buenas nuevas para el movimiento ciudadano contra la planta logística PALM-40 de Villaverde. En un auto fechado el 22 de septiembre, el Juzgado de Instrucción número 49 de Madrid ha acordado incoar diligencias previas “por el presunto delito de prevaricación y contra el medio ambiente” de sus promotores y responsables.

La jueza Josefa Bustos ha tomado esta decisión tras considerar una denuncia presentada el pasado 9 de julio ante la Fiscalía de Medio Ambiente de la Comunidad de Madrid por el abogado de la FRAVM y de la Plataforma Vecinal Usera-Villaverde contra la constructora Pavasal, el promotor del proyecto BNP Paribas Real Estate y el Ayuntamiento de Madrid como entidad responsable de las licencias administrativas.

La federación vecinal y las asociaciones vecinales de Orcasur y Guetaria (Usera) y Los Hogares, La Incolora, San Nicolás y La Morada (Villaverde) decidieron llevar el caso ante el Ministerio Público después de advertir durante meses que Pavasal seguía ejecutando las obras de la planta logística a pesar de que el proyecto carecía de plan de movilidad y el Ayuntamiento no había aprobado el Plan Especial de Control Urbanístico Ambiental de Usos (PECAU) que el pleno municipal del 27 de marzo de 2019 estableció como requisito previo a la concesión de cualquier licencia de edificación o de actividad. Tal y como sostienen en su escrito los colectivos ciudadanos, este hecho, que sigue sin ser enmendado, podría “conllevar un delito de prevaricación y/o de prevaricación urbanística o contra la ordenación del territorio y el urbanismo”, una posibilidad que ahora también ve la jueza.

Desde que tuvieron conocimiento de que BNP Paribas pretendía construir la plataforma de distribución de última milla más grande de Madrid en la parcela que se encuentra en el número 104 de la calle Eduardo Barreiros, las asociaciones vecinales de Usera y Villaverde alertaron de las enormes molestias que su actividad puede provocar en los barrios circundantes, que se identifican con San Luciano, Ciudad de los Ángeles, Euskalduna, San Nicolás, Arechavaleta, Cruce, Nueva Esperanza, Litos, Villaverde Alto, Orcasur, Meseta y Poblado Dirigido de Orcasitas, San Fermín, El Espinillo y Villaverde Bajo. Las operaciones “de 2.000 vehículos diarios, entre camiones pesados y furgonetas, conllevarían una grave incidencia sobre el medio ambiente y sobre la salud del vecindario”, al generar “niveles inaceptables de ruido, polución y tráfico y, por lo tanto, afecciones en la salud”, indican en la denuncia presentada ante la Fiscalía.

Hay que destacar que el proyecto, a pesar de llevar el nombre de PALM-40, carece de acceso directo a la autovía de circunvalación M-40, lo que obligará a los camiones y furgonetas de reparto a utilizar las calles de estos barrios, provocando no solo un aumento de la contaminación atmosférica y acústica sino también severos problemas de movilidad en el entorno.

En su denuncia, los grupos vecinales, que antes de la pandemia de COVID-19 protagonizaron numerosas manifestaciones y concentraciones de protesta ante la parcela de la calle Eduardo Barreiros donde Pavasal ejecuta las obras, solicitan que se depuren las responsabilidades no solo de esta empresa y de la entidad promotora, BNP Paribas, sino también de “quienes aparecen autorizando las meritadas obras de construcción, don Daniel Fernández Martínez, jefe de la Unidad de Resoluciones, y la propia gerente de la Agencia de Actividades, doña Myriam Peón González”.

FRAVM

El Ayuntamiento cede a la Comunidad dos parcelas para construir un instituto en Butarque

AVIB destaca la importancia de la movilización vecinal para que las Administraciones hayan movido ficha

El Ayuntamiento ha cedido a la Comunidad de Madrid dos parcelas para la construcción de un instituto en Butarque, dotación que los vecinos llevaban ya bastantes años reclamando. Con ésta en total son siete las cesiones que el Área de Desarrollo Urbano ha realizado este año para la construcción de centros educativos. La cesión de terrenos para el instituto de Butarque es la gestión que más se ha demorado de todas ellas por las complejidades que conllevaba, al tratarse de dos parcelas, de 4.675 m2 y 6.325 m2, unidas por un viario que se va a acondicionar para que sirva de conexión peatonal entre ambas.

La Comunidad de Madrid tenía pensado construir el instituto en otra parcela, pero al tratarse de un terreno que tenía una calificación de “dotacional deportivo” no convencía a los vecinos, que no querían perder la posibilidad de levantar allí un polideportivo en el futuro. Por eso, desde el Área de Desarrollo Urbano se buscó otra alternativa y se propusieron dos nuevas parcelas en el mismo barrio, que estarán unidas peatonalizando la calle que está entre ambas, solución que satisface a todas las partes. Se acondiciona así un espacio seguro, sin coches, alrededor del centro educativo.

Desde la Asociación Vecinal Independiente de Butarque se felicitan por la noticia y la atribuyen al efecto de la movilización vecinal. “Hay que recordar que en muy poco tiempo hemos pasado de que desde Educación se dijera que en el barrio no hacía falta otro instituto, a que ya no se cabía en el Juan Ramón Jiménez y había que trasladar a tres grupos de 1º de la ESO en autobuses fuera del barrio y mientras construir un nuevo instituto en la parcela deportiva de la calle Estefanita, algo a lo que se opusieron desde el principio los padres, madres y vecinos del barrio que se manifestaron en varias ocasiones hasta lograr hacerles cambiar de opinión. Finalmente, ningún alumno o alumna del barrio va a estar obligada a estudiar fuera, y el nuevo instituto se construirá donde llevábamos tantos años insistiendo, en las parcelas destinadas a equipamiento educativo”, recuerdan los vecinos en su web.

Con esta noticia se cumple un nuevo paso para que la construcción esté terminada en septiembre de 2022, tal y como se comprometió la viceconsejera de Educación, Pilar Ponce, el pasado 4 de marzo. El nuevo IES de Butarque constará de 20 aulas de ESO, 8 de Bachillerato, 8 aulas específicas, música, plástica, biblioteca, 5 aulas de apoyo, 3 aulas de desdoble, 10 seminarios, cafetería, administración, gimnasio y pistas deportivas.

“Una vez más se demuestra que solo la movilización y la presión vecinal es capaz de hacer cambiar de opinión a las Administraciones y lograr que se lleven a cabo las demandas de los barrios. Suele ser un camino lento, que requiere mucha insistencia, pero que tarde o temprano siempre se materializa”, concluyen desde AVIB.

Periódico Distrito Villaverde, nº 289. Noviembre 2020

Villaverde Alto, Villaverde Bajo, Ciudad de los Ángeles, Los Rosales, Butarque y San Cristóbal de los Ángeles

 

De alarma a alarma…

Editorial: Cumpliendo años

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Los vecinos presentarán alegaciones contra las depuradoras de La China y Butarque

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Adjudicado el contrato del proyecto y dirección de obra de la futura biblioteca

Coordinación Territorial eliminará las subvenciones nominativas en 2021

VI CONCURSO DE RELATOS BREVES DE BUTARQUE, UNA EDICIÓN ATÍPICA

Y nuestras secciones: Tu vez y tu voz, Cultura, Colaboraciones, Secciones.

AIRE DE SOSIEGO

Empieza cada día como si tú lo inventaras.

(Basado en un hecho real)

He tenido la osadía de bajar muy temprano para ver qué clase de cielo ha nacido y también para hacer un mandado que no consigo recordar.

Según bajo por las escaleras, se van encendiendo automáticamente las malditas luces blancas de los descansillos y un halo de tristeza se va apoderando de mí. Noto cómo las luces me bañan la cara con un aire de pureza fantasmal revelando la confusión diaria que me oprime sin descanso. La enfermedad no da tregua, el ineludible dolor siempre va conmigo. A esto se añade una especie de remordimiento mañanero porque no soy capaz de acordarme de lo que tengo que hacer. No quiero equivocarme, ya he demostrado ser un desastre como recadero. En mi atolondramiento rebusco en la memoria aquello tan importante que me reconcome por dentro. En esas estoy, cuando se me cruza un pensamiento de futura felicidad. Ignoro su significado, pero bienvenido sea.

Acabo de llegar a la entrada del inocente portal. El cielo está inclinado, tiene un color de súplica callada. Es como si un latido antiguo que no quiere desaparecer, hubiese quedado atrapado en su huida hacia arriba, a los confines del Universo, y se resistiese a dar por concluida su vida en la Tierra. Veo cómo las nubes avanzan hacia mí y retroceden mientras se vuelven blancas. Siento un temor quimérico de no verlas más. Un anhelo y un silencio encogido se instalan en mi cuerpo sin voz. Todo vuelve a empezar, la luz y las sombras, el amanecer y el anochecer se repiten con turbadora exactitud, apasionadamente, una y otra vez.

El deseo despierta en mi memoria el recado pendiente y me encamino con férrea voluntad y pasos de zozobra hacia la Administración de Loterías que está al final de la Colonia San Nicolás, fronteriza con el Cruce de Villaverde y el Centro de Especialidades Médicas. Me da miedo atravesar la plazoleta. Los tejados están cubiertos de cables eléctricos que se entrecruzan entre bloques de baja altura y aspecto moribundo, cables entrevistos sobre árboles que se inclinan hacia el deteriorado pavimento. Me paro un momento y miro furtivamente el cielo desde la fea placita. Observo cómo la Luna vaga libremente por el firmamento y tengo la sensación de haber perdido algo, un pedazo de soledad.

Un sol prematuro acompaña mis pasos y recalienta la plaza de forma innatural para el mes de octubre. El aire contaminado se hace irrespirable por momentos. La luz que veo y que siento, que han visto otros y sentido otros antes que yo, me llega con un brillo suave, me sugiere caminos inundados de estrellas, susurra destellos de seres diminutos, habitantes de otros mundos. Yo la recibo plácidamente, como si estuviera sentado sobre el infinito. Hay que saber leer y medir la luz, porque, a poco que te descuides, llegas a sentirte transportado hasta un sueño que puede no tener fin.

El pequeño barrio disfrazado de pueblo a medio hacer comienza a despertarse. Una voz que llega desde lejos canta con fe la venta de melones deprimidos, depositados en una vieja carretilla. Es día de mercadillo en la Ciudad de los Ángeles y San Nicolás. La gente viene de todas partes, San Cristóbal, Villaverde Bajo y Villaverde Alto, San Fermín, Oroquieta, Orcasitas, hasta del barrio de Usera, solo para ver los tenderetes en el Paseo de Gigantes y Cabezudos.

La diminuta Administración de la suerte, hierve de gente con ojos vivos y rostros excitados, interrogantes. Me pongo a la cola dócilmente y espero mientras mi cabeza no deja de dar vueltas a mis pensamientos, y mis manos se pasan la una a la otra un boleto del Euromillón que no puede estarse quieto entre mis dedos. Entonces pido que me guarden el sitio y salgo a la puerta para respirar, me empino y estiro el cuello todo lo que puedo imaginando a qué huelen las estrellas que nunca puedo ver. Luego vuelvo a entrar, me pongo otra vez en mi sitio y, sin saber por qué, me entran unas ganas locas de llevar a Alda a bailar un día de estos, me encantaría compensar todos esos años que no hemos bailado cuando ella quiso, aunque tengo miedo al ridículo.

No me gusta ver las caras de avaricia de la gente, pero no tengo valor para dar media vuelta y salir. Todo el local está lleno de una esperanza maliciosa, no se percibe ni rastro de bondad.

A veces pienso que mi vida transcurre sin mí, me siento inútil para cualquier encargo, no puedo evitarlo, ni siquiera he aprendido a dar los pasos necesarios para rellenar debidamente una Bonoloto. Permanezco en estado de ingravidez cuando estoy aquí, el acto de sellar el boleto representa para mí una ilusión semanal que podría durar eternamente, pero ya hace tiempo que no pido nada a ningún santo patrón de la lotería.

La cola avanza despaciosamente entre risas cómplices, risotadas desagradables y olor a sudor retrasado. Todas las conversaciones giran en torno a lo que va a hacer cada uno con el premio, que ya está repartido y gastado antes de llegar a la ventanilla. Nadie se mueve, pero sí miran cuando el boleto pasa religiosamente por debajo del cristal. El apostante enmudece en una espera interminable que dura unos segundos, reza no se sabe qué cosas a no se sabe qué dios y se marcha con cara de panoli.

Dos jóvenes treintañeras irrumpen en el local congestionado y mientras una hace cola, la otra se dirige hacia una maquinita acoplada en la pared, que lee el boleto y te indica si ha sido premiado. Debajo de la maquinita, una hermosa papelera sirve para depositar los boletos desahuciados. La joven saca de su gigantesco bolso, un buen puñado de Primitivas, Bonolotos, Euromillones y Lotería de jueves y sábado. A medida que acerca los resguardos a la máquina, va tirándolos al suelo y cantando noes a su compañera con un retintín desesperado. Cuando el suelo está lleno de papeles mientras la papelera sigue vacía, hace un rato que yo estoy encorajinado y no puedo evitar indicarle donde está la papelera. En mi ingenuidad, me pongo a hablarle de lo que pasaría si en su casa hiciese lo mismo, pensando que en lo más profundo de su ser se encuentra un espíritu humanista y que no es culpa suya sino de la educación recibida, que para ser mejores personas necesitamos salir de nuestro aislamiento y entrar en contacto con los demás.

Mientras hablo, me fijo en cómo abraza con sus manos un móvil más grande que su bolso y me da la impresión de que toda su vida depende de ese chisme.

Ella se revuelve contra mí, me mira como se mira a un loco visionario y empieza a llamarme de todo menos por mi nombre. Su compañera le sigue el juego, se pone en jarras y verdulea con las palabras de forma soez. El resto de la gente no ha visto nada, pero se ponen de su parte sin reparar en mi lenguaje conciliador. El ser humano es agresivo por naturaleza, lo lleva en los genes y, si eres pacífico, te llaman “tonto el haba”. Nos da miedo lo que no podemos comprender y esta jauría sin cerebro demuestra un miedo escénico terrible. El recinto se oscurece por un instante, pero el odio al desconocido sentido común de las palabras, no logra disolverse. Aquello que permanece inmóvil en el espacio absoluto, la paz, la serenidad, el amor, cosas a las que podría agarrarme, desaparece. La fuerza y la sinrazón de una masa que gruñe enfervorizada a una presunta víctima que cree más débil son, en apariencia, más poderosas que cualquier buen razonamiento. Por eso hay momentos en que no comprendo mi propio silencio.

Al ver que todos están dispuestos a saltar sobre mi insignificante persona, tengo y no tengo miedo. Finalmente opto por no defenderme más y salgo por patas lo más rápido que puedo sin sellar mi Euromillón. Regresaré más tarde.

He descubierto que envejecer me ha hecho más cauto a la hora de hablar, temo meter la pata o que se burlen de lo que yo más estimo, contemplar el cielo. Porque, además, ya no me río de mi mismo con la facilidad de antes.

Vuelvo a cruzar sofocado la descolorida Colonia de San Nicolás. Es un otoño cálido y la contaminación ha vuelto el aire neblinoso. En un acto de caridad inversa conmigo mismo, pienso en que hay cosas que pueden ser más importantes que yo, cosas que tienen vida propia, pues hasta el objeto más inesperado grita su existencia, lo que pasa es que no prestamos atención, tenemos una imagen pobre de las cosas, no nos damos cuenta de que existen, no las vemos, procuramos que la vida pase a nuestro lado produciéndonos las mínimas alteraciones posibles. Sobrevivimos. Parece como si hubiéramos sido creados solo para consumir y nos hubieran implantado una vida individualista instalada en la mentira y en la manipulación. Hemos olvidado los hechos y las palabras de nuestros ancestros: Dar, convivir, sentir con el otro, decir gracias y buenos días con sinceridad, amar… Deberíamos dejar el mundo mucho mejor, porque, cuando nos hayamos ido, otros vendrán y la Tierra permanecerá.

No quiero volver tan pronto a casa y doblo  a la izquierda, hacia la peluquería de San Nicolás. Por el camino escucho la conversación entre árboles y plantas, aves y cielo. Oír cómo se comunican entre ellos me emociona, como cuando cierro los ojos y me encuentro a solas con mi alma. A lo lejos vislumbro la farmacia de Verónica y, justo al lado, la asesoría de Fernando. Dos buenas personas.

Ya estoy llegando, huelo el jabón, la colonia y la espuma de afeitar, oigo el ruido de la maquinilla eléctrica y cómo la tijera ejerce suavemente su oficio contra cara y cabeza. Escucho el sonido de la voz y la manera de hablar de Jesús, el peluquero. Necesito filosofar con él sobre la vida que no se acaba, sobre el amor a la Tierra y sobre las ondas gravitacionales. Quiero contarle que los científicos han descubierto que los peces sienten y que las ovejas pueden reconocer tu cara. Sin saberlo, es como si ya lo supiéramos los dos. Solo hay que saber escuchar lo que te dicen las cosas y dejar que hable nuestro corazón. Todos somos seres vivos, parte de este mundo, y debemos mostrar respeto a todo y a todos, humanos o no, porque todos tenemos una vida que vivir, aprovechando cada momento que existimos. Incluso unos boletos abandonados que ensucian un suelo quejoso de su suerte. El amor desesperado por esta hermosa Tierra es lo último que debiera ser olvidado.

Felipe Iglesias Serrano