Hay un sol que se despide y languidece sin pena, y hay una larga cadena de trinos y de ladridos. Unos hombres conversando, una pared que tan tibia, da gusto el reclinarse. Hay una brisa muy fresca de la montaña llovida, y unas flores escondidas en unos lindos jardines. Hay un anciano observando, reposando lo vivido, y una garrota apoyando los años que con sentido pasaron en duro trabajo. El pueblo está dormido y está dormida la luna, que aún no salió en la tarde, aunque el sol ya se retira, y la cigüeña se encoge. En el pueblo no hay prisa, pero sí personas… nobles.
Verano y sin cole, ¿qué hacemos?
Empieza el verano, se acaba el cole… y muchas familias entran en modo “¿y ahora qué hacemos con los niños?”. Es normal; las rutinas cambian, el tiempo libre se multiplica y aparecen muchas dudas: ¿le organizo actividades todos los días? ¿Le dejo más pantalla de lo habitual? ¿Es malo que diga que se aburre?
Como enfermera, madre y como alguien que escucha a diario historias reales de madres, padres y peques, quiero aprovechar el espacio de este mes para hablarte de lo importante que es cuidar su salud en verano, más allá de protegerse del sol o evitar un golpe de calor (ojo, que también lo es).
Aburrirse también es sano
A veces parece que tenemos que tener a los niños ocupados todo el día: campamentos, talleres, juegos… Pero la realidad es que el aburrimiento tiene un gran valor. Cuando no todo está organizado, su mente encuentra formas de crear, imaginar, explorar. Se frustran, sí, pero también desarrollan tolerancia, paciencia y creatividad.
No llenar cada hora del día no es dejadez. Es darles espacio para descubrirse y pensar. El aburrimiento no es un fallo de planificación, es una oportunidad. No hace falta tener siempre un plan.
Pantallas sí, pero con cabeza
Las pantallas en verano pueden parecer el camino fácil: nos permiten trabajar, hacer cosas en casa, tener un ratito de silencio. Pero ojo, porque más tiempo libre no debería traducirse en más horas frente a una pantalla sin control.
El abuso digital en la infancia puede afectar al sueño, al apetito, al movimiento, al estado de ánimo e incluso a su lenguaje en etapas tempranas. ¿Qué hacer entonces? Poner límites claros (sin culpas), elegir bien los contenidos y, sobre todo, acompañar su uso. No es lo mismo ver una peli en familia que navegar solos en YouTube durante horas.
Mi consejo: establece tiempos y normas (por ejemplo, después de comer y no antes de dormir), y combina su uso con otras actividades que les gusten.
Rutinas suaves, pero rutinas
El verano es para descansar, claro. Pero mantener una cierta organización y rutina “relativa” es también una forma de cuidar su bienestar. Dormir bien, comer fresco y variado, hidratarse a menudo y moverse al menos un poco cada día puede parecer simple… pero marca una gran diferencia.
No hace falta irse de vacaciones a ningún sitio. Con una pelota, una bici, una caja de pinturas y un poco de imaginación, puedes ofrecer momentos de calidad sin salir del barrio.
Mensaje importante para ti como padre/madre
¡No te agobies intentando crear un verano perfecto! No necesitan estímulos constantes, ni estar entretenidos todo el tiempo, ni tener las mejores vacaciones del mundo. Necesitan adultos disponibles, que les escuchen, les acompañen, les pongan límites y también les dejen aburrirse.
Tú también mereces descansar, soltar exigencias y permitirte hacerlo lo mejor posible, que no siempre es hacer más.
Y tú, ¿cómo vas a vivir el verano este año?
Deporte y ejercicio físico en verano
El verano suele ser un buen aliado para hacer ejercicio físico al aire libre. Sin embargo, debemos protegernos del calor en las horas del día en las que los rayos del sol inciden con más intensidad. Cuando hay demasiado calor, nuestro cuerpo pone en marcha varios mecanismos para compensarlo y conseguir la aclimatación: las glándulas sudoríparas producen sudor, que sirve para regular la temperatura corporal; y los vasos sanguíneos cerca de la superficie de la piel se dilatan para aumentar el flujo sanguíneo y la piel se enrojece ligeramente.
Golpe de calor y agotamiento por calor. En situaciones de exposición durante las principales horas de calor, hay más riesgo de desmayos y de perder el conocimiento. Esto es debido a que la pérdida de líquidos a través de la piel y sudor aumentan con el calor, y esa situación favorece las bajadas de tensión arterial y de los niveles de azúcar (hipoglucemias). En el golpe de calor, la persona sufre un aumento de la temperatura corporal debido al mismo; esto le hace encontrarse más confuso, aturdido, y puede dar lugar a calambres musculares, dolor de cabeza, náuseas; y hasta convulsiones en algunos casos graves.
Horarios recomendados para hacer ejercicio. Es aconsejable evitar las horas centrales del día para hacer ejercicio físico, y si es posible escoge un parque con árboles donde puedas refugiarte y zonas donde haya sombra para evitar la exposición directa al calor. Esto significa que los mejores horarios son a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde, para evitar las horas más cálidas. También es normal sentirse más cansado con el calor. Si te sientes muy fatigado o notas que te aumentan mucho las pulsaciones es mejor parar a descansar un momento.
Ropa adecuada. Intentar que la ropa sea ligera, transpirable para facilitar la evaporación del sudor, y colores claros para favorecer la reflexión de la luz y evitar la absorción directa del calor. Utiliza gorra o sombrero para protegerte del sol. La ropa debe ser cómoda y suelta para que no haya zonas de compresión y que la circulación sanguínea pueda fluir fácilmente. Recuerda tomar líquidos antes, durante y después del ejercicio físico.
Señales de advertencia para detener el ejercicio. Los síntomas de agotamiento y cansancio extremo son: sudoración excesiva, piel fría y húmeda al tacto, mareo y náuseas, calambres musculares; pulso rápido y débil, boca seca y orina oscura. Si experimentas algunos de estos síntomas debes ponerte en estado de precaución, parar inmediatamente y moverte a un lugar lo más fresco posible. Si estás solo, debes tomar descanso hasta recuperarte y beber pequeños tragos de agua fresca.
DR. ÁNGEL LUIS LAGUNA CARRERO
Especialidad Medicina Familiar y Comunitaria
Máster Medicina de Urgencias y Emergencias
Experto universitario en Nutrición y Dietética
5. EDAD CONTEMPORÁNEA (1789 – actualidad)
HISTORIA DE VILLAVERDE
5. EDAD CONTEMPORÁNEA (1789 – actualidad)
En la Guerra de la Independencia, Villaverde tuvo que suministrar productos y víveres, sufrir los saqueos de las tropas francesas y talar la alameda para suministrarles leña.
Ante las necesidades económicas para pagar los gastos del común, los propios vecinos establecieron un acuerdo, en 1819, para aumentar en el cobro un cuarto más en cada cuartillo de vino y otro en la libra de carnero y vaca, para con su beneficio pagar al médico, al cirujano y al maestro de primeras letras (A.H.N. CONSEJOS, 27683. Exp. 66).
Según el Diccionario de Miñano, en 1828 contaba con 150 vecinos y producía granos y “algún vino”.
En su Estadística de la Provincia de Madrid de 1835, Antonio Regás dice que la principal riqueza del pueblo es la agricultura, dedicada a los cereales y legumbres. En total 11.580 fanegas, desglosándolo como sigue: cebada, 8.420 fanegas; trigo, 2.200 fanegas; avena, 90; y centeno, 40; de legumbres, 9.060, la mayor parte de garbanzos. De los huertos, unas 34 fanegas. La ganadería era escasa, registrando 450 ovejas.

Los vecinos de Villaverde carecían de suficiente agua potable y tenían que abastecerse de la que traían los aguadores de Leganés. Se decidió construir una fuente, que se conserva, y que les costó 60.514 reales. Tiene un pilón octogonal y dos caños. Se inauguró en 1842. Fue un día de fiesta para el vecindario. Se corrieron toros con rejoneadores. Desde entonces, la plaza de la fuente se llamó plaza de Isabel II (hoy plaza de Ágata), reina que aportó una cantidad económica para su construcción. El actual espacio de la plaza se llamaba La Cigüeña, y tenía un pequeño manantial de agua potable, insuficiente para las necesidades de la población. Aquí se encontraba el único lavadero del pueblo: hacer la colada costaba 25 céntimos, y estuvo vigente hasta 1939. En 1941 es demolido por estar en ruinas. Ese mismo año se canalizó el arroyo Malvecino, con una tubería que costó 2.887 pesetas. Por las mismas fechas de la fuente citada, se construyó la fuente de la Capona, en Villaverde Bajo, con un caño. Los vecinos tenían que acarrear agua desde la fuente a su domicilio o comprar el agua a los aguadores que deambulaban por sus calles con burros o mulas, cargados con barriles o cántaros. En 1840, el precio del cántaro de agua era de 25 maravedíes, y en los años 40 y 50 costaba una peseta.
En 1849 (Diccionario de Madoz) pertenecía al partido judicial de Getafe. Tenía ganadería lanar, cabrío, vacuno y mular. Contaba con dos molinos harineros y cuatro fábricas de hornos de tejas.
A mediados del siglo XIX había varias haciendas y mansiones de los nobles que vivían en Madrid pero pasaban en ellas largas temporadas.

Momento importante en la historia de Villaverde fue la inauguración del tren a Aranjuez en 1851 por Isabel II, ya que hacía paradas en varios puntos del término. Se convierte así en zona de paso y en lugar privilegiado para la industria por su proximidad a Madrid y la nueva vía de comunicación. Las primeras industrias que se instalan van a ser las relacionadas con las vías férreas. La Compañía Euskalduna se instaló en Villaverde Bajo en 1922 y estuvo activa hasta los años 60, produciendo materiales para el ferrocarril, de fundición, mecánicas, metálicas, navales, construcción de coches-cama, grúas, hormigón armado, talleres, calderería, mosaicos, coches para el metro, tranvías, turbinas, vagonetas y vagones. Otras industrias que se fueron creando, ya a mediados del siglo XX, al amparo del desarrollismo estatal, fueron: Boetticher-Navarro, Marconi (1946, dedicada al sector radioeléctrico), Standard Eléctrica, Trasportes Ferroviarios Españoles (Tafesa), Cerámicas Norah, Hierros Madrid o Barreiros Diésel, actual Peugeot-Citroën, instalada en los años 40, con reformas y ampliaciones entre 1955 y 1969. En esos años se produce el declive de la industria en Villaverde, debido a la combinación de las siguientes realidades:
— El agotamiento de los terrenos.
— El encarecimiento del precio del suelo.
— El aumento de la oferta de superficie en otros polígonos industriales.
— La crisis del petróleo de 1973.
Se reparó la Casa Consistorial en 1860, con un coste de 7.597 reales. Por esa fecha los nombres de las 16 calles y dos plazas (Montero de la Cruz, 1892) que había en la villa eran: Real de Pinto, Vieja de Pinto, De la Iglesia (hoy Oxígeno), Empedrada (hoy Antimonio), Del Hospital (hoy Asfalto), Del Baile (hoy Albino Hernández Lázaro), De Atocha, De las Covachuelas, De los Palomares, De la Fuente, Del Barco, travesía del Barco, Del Malvecino, callejón del Malvecino, De las Párvulas, Salsipuedes, Plaza Constitucional (Mayor) y plaza de Isabel II (hoy plaza de Ágata). Solo había una empedrada, las demás estaban de tierra.

En 1889, según Montero de la Cruz, “Villaverde de Madrid” tenía 300 vecinos (1.200 habitantes), 621 varones y 579 mujeres, 5 eran extranjeros. En 1892 tenía dos fuentes y una industria vinícola con 92.000 cepas, que producían 40.250 kilogramos de uvas, de las que sacaban 19.400 litros de “regular calidad”. En 1900 contaba con 1.388 habitantes.
Las fiestas que se celebraban a finales del siglo XIX eran: el 20 de enero San Sebastián en la ermita que estaba a la salida del pueblo, frente al jardín del conde, y como era costumbre se repartía pan, vino y queso a los asistentes; el 30 de noviembre celebraban la fiesta del patrono del pueblo, San Andrés; el 16 de agosto, San Roque en la ermita donde luego harían el cementerio. En la fiesta del Corpus Christi los jóvenes preparaban todos los años una danza.
Había escuela de niños, de niñas y para adultos, costeadas por el Ayuntamiento. Según Montero de la Cruz solían asistir 90 niños, 70 niñas y 40 adultos. Más del 90% de la población sabía leer y escribir.
Por esa época les gustaba el teatro, y los juegos más populares eran el mus, la brisca, el tute, el tresillo, el dominó y el billar. También disfrutaban de los encierros, desde la calle del Baile, hoy Albino Hernández Lázaro, hasta la Plaza Mayor. Las capeas solían hacerlas en la plaza Parvillas.
Según el empadronamiento de 1889 había 300 vecinos, 1.200 personas. Era un pueblo esencialmente agrícola, destinaban 5.900 fanegas al trigo, centeno, cebada, avena, garbanzos, guisantes, habas, algarrobas, melones y sandías. A hortalizas de todas clases destinaban 120 fanegas, que vendían en Madrid. Solo quedaba un tejar, en 1891, de los seis que hubo antiguamente.

TREN MADRID-ARANJUEZ
El ferrocarril Madrid-Aranjuez, abierto al tráfico en 1851, fue la segunda línea férrea construida en la península ibérica (la primera fue la línea Barcelona-Mataró, en 1848). Su importancia estratégica era elevada, pues suponía el primer paso para llevar el ferrocarril desde Madrid a Andalucía y al Levante español.
Cosenza y una carta que nunca trajo a Tarantino a Villaverde
Pentru Chariuska
Hay momentos en los que uno cree que la vida va a girar. Lo presiente, aunque posteriormente todo sea decepción. Fui a Cosenza en un momento así. En paro, sin opciones claras en España, casi por inercia o por desesperación, acepté la invitación de un festival que había valorado nuestros trabajos: Carnívoras y Reconocerse.
En Carnívoras contábamos la historia de tres hermanas que se destrozan lentamente. En Reconocerse era lo contrario: dos ancianos que se aman, que recuerdan y juegan —tristeza infinita ante el fallecimiento de sus dos protagonistas, mis muy queridos Maite Brik y Carlos Álvarez-Nóvoa—. Dos formas de narrar el desgarro y el consuelo, dos películas humildes hechas con urgencia, pero también con cuidado.
Cosenza fue un paréntesis gratificante. Recuerdo una cena concreta: Violante Placido, actriz italiana con una carrera sólida, se sentó a mi lado y, entre risas suaves y vino tinto, con la estrecha vigilancia de su madre, me habló de su experiencia rodando El americano junto a George Clooney. Yo escuchaba, preguntaba, no tanto por idolatría como por la extrañeza de estar allí. Esa misma noche, al llegar al hotel, encendí la televisión y ahí estaba yo, en Rai 1, con fotógrafos, como si fuese un trasunto de Woody Allen. ¿Qué hacía yo allí, dando charlas, cuando en España no encontraba ni hueco como sustituto de nada?
Vi películas del festival y tuve entrevistas en la tele. Recuerdo con mucho cariño una charla ante un cine repleto, en la que un catedrático de Filosofía, un crítico de cine y un periodista me preguntaban sobre los cortometrajes. Recuerdo, con fervor y sorpresa para ellos, mi defensa de Il Casanova de Fellini y cómo imité el baile que hacía Donald Sutherland con la muñeca. También preguntaron por Pasolini y les conté que había estado en Villaverde. Tuve que explicarles qué barrio era Villaverde, y entendieron que viniese. Me sorprendió mucho la reacción del público y sentí cierta vergüenza cuando me preguntaron en qué estaba trabajando. Intenté responder algo cercano a los planteamientos de Cioran, pero la traductora no lo comprendió, así que tuve que decir algo completamente diferente; ni siquiera recuerdo la respuesta.
La organización del festival, generosa, me ofreció rodar algo durante los momentos sin charlas ni compromisos. No lo dudé. Rodé Me manci (Me faltas), un corto de 12 minutos, en italiano, como homenaje a una frase que me había dicho C.R.Z. Una historia de agotamiento emocional, pero en italiano nada suena igual. Lo protagonizó una actriz maravillosa —Serena Ciofi— que me dijo, en una pausa de rodaje, que esa historia era la que había vivido con su última pareja. ¿Cómo podía saber yo tanto de su vida? Le respondí que quizá todas nuestras vidas eran la misma. Rodamos rápido, sin grandes medios. Lo curioso fue que había más cámaras grabando el rodaje que gente en el equipo. Una contradicción romántica: la ilusión de lo mínimo.
Ese año, Quentin Tarantino presidía el jurado en la Mostra de Venezia. Una de las organizadoras del festival de Cosenza, que también colaboraba en la Mostra, le pasó una copia de nuestro corto y, horas después, me llegó una carta de Tarantino. Una carta real. Lo primero que pensé es que era una broma, pero no. Fue elogiosa, cálida. Entendía lo que habíamos querido contar. Le había gustado. Me la interpretó la traductora mientras veíamos, con los chóferes, el primer partido de España del primer Mundial que ganó. Todos se sorprendían de que la gran mayoría de los jugadores de la selección me cayesen mal.
Tarantino insistió en que el corto entrase en competición, pero problemas burocráticos lo impidieron. Una carta guardada en una carpeta, como un pequeño trofeo íntimo, pero, como todo, también perdí la carta.
En esos días, mientras recorría calles antiguas y cafés con humo, me ofrecieron la posibilidad de rodar lo que sería mi primer largometraje: Turbio. Pero Turbio, por razones de esas que se imponen —o sea, las de siempre—, acabó siendo novela. Un guion que mutó para poder sobrevivir. Como nosotros. El cortometraje rodado allí fue a algunos festivales y aquí se proyectó en la Filmoteca. A lo largo de mucho tiempo barajé la posibilidad de escribir toda esta vivencia y transformarla en un diario o en una nouvelle. Pero, ¡para qué! Iba a quedar como un fantasioso. Hay verdades que es mejor guardárselas uno y no airearlas.
Volví a España igual que me fui: sin trabajo, sin opciones y sin Tarantino viniendo a Villaverde.
Al caer la noche
Llegamos al Álamo sobre las diez de la noche. Veníamos desde Oviedo, ciudad en la que residíamos. Todos estábamos muy cansados, puesto que el viaje había sido largo y tedioso. Lo primero que hicimos fue bajar las cosas e inmediatamente cada miembro de la familia tomó un rumbo diferente: algunos optaron por irse a la cama, otros por ducharse, mi mujer se quedó en el salón viendo la televisión, y mi hijo mediano y yo decidimos comer algo antes de que él me dejara solo, momento que aproveché para salir al patio, donde una corriente de aire me edificó por completo; tanto que me saqué una coca cola fresquita que traíamos en la nevera portátil y me senté en mi cómoda butaca a contemplar las estrellas.
Tal fue la distensión que adquirí, que me quedé profunda y plácidamente dormido. Sin solución de continuidad mi mente me trasportó en un viaje onírico a un lugar en el que jamás había estado. Me encontraba en la terraza de un hotel junto al puerto marítimo, la noche era agradable, de fondo escuchaba unos ecos musicales que con el paso del tiempo fueron desapareciendo progresivamente hasta que todo quedó sumido en un sepulcral silencio que producía una apacible calma en el lugar, la quietud era absoluta. Mis sentidos se centraron en los barcos amarrados en el puerto, en el rugir de las olas de una playa cercana que intuía pero que no veía y en el oscuro firmamento sobre el que brillaban con inusitado fulgor gran cantidad de estrellas.
De repente apareció no sé de dónde un africano de piel oscura como el ébano. Se hallaba estático en un punto, contemplaba algo fijamente. Enfoqué mi visión hacia donde él la tenía clavada, pero me resultó imposible discernir nada. Pasado un periodo de tiempo indeterminado pero que debió de ser largo, giró bruscamente su mirada hacia mí. Me hizo un gesto con el dedo índice indicándome que bajara, le obedecí; a continuación me indicó otra dirección, hacia la cual me dirigí sin rechistar. Llevaba recorridos unos cuantos metros cuando de pronto se me apareció una mujer de mediana edad, rostro afable y dulce sonrisa. Me agarró de la mano como si nos conociéramos de toda la vida y me llevó a dar un paseo junto a ella.
Durante el mismo hablábamos de cosas triviales pero edificantes, todas nuestras conversaciones denotaban una gran complicidad. El paseo transcurrió junto al mar y la montaña. Charlábamos y reíamos, nos contábamos futuros proyectos que nos gustaría realizar. Llegamos al final del camino, donde el inmenso mar nos impedía seguir caminado. Nos sentamos en un banco a contemplar el peculiar paisaje de mar y montaña. Las estrellas parecían estar a nuestro servicio iluminándonos el maravilloso entorno que nos rodeaba. Acabadas las palabras hubo un silencio y luego nos besamos tierna y apasionadamente, al poco yacíamos desnudos frenéticamente en el suelo salpicados por el agua del mar.
Fue una experiencia sexual irrepetible. Terminada ésta y exhaustos por el esfuerzo, regresamos por el mismo camino por el que habíamos venido. Ella desapareció en el mismo punto donde la encontré, y sin solución de continuidad apenas, volvió a aparecer el hombre que me indicó que la siguiera. Me habló con voz solemne, me dijo que estaba destinado a proporcionarme plácidos sueños cada vez que le viera. Le indagué para saber cuándo le volvería a ver, me dijo entonces que aquel había sido el primero de los sueños y que vendrían más (matizó que no muchos más). Luego añadió que no debía esperarle ni invocarle, ya que él solo aparece cuando nadie le espera. Sin más, me volvió a indicar con el dedo índice que regresara a la terraza desde donde me ordenó bajar; así lo hice sin rechistar. Cuando subí él ya no estaba, provocando que el sueño se disipara al instante, momento en el que me despertó mi hijo mayor.
Historias increíbles es una sección literaria: los textos publicados en ella son pura ficción, y por lo tanto cualquier posible parecido con la realidad es mera coincidencia.
Lejos
RAÚL GONZÁLEZ MARTÍN
Lejos del ruido de la muchedumbre,
de la innecesaria guerra de sexos,
de la ridiculez de la comparación.
Lejos de actuar con venganza,
de hacer de la rabia una filosofía,
de asestar puñaladas traicioneras.
Lejos de los bares de la ignorancia,
de lo aburrido de una charla banal,
del canto amargo de los derrotados.
Lejos de donde habita el pesimismo,
de poner a las personas etiquetas,
de justificar lo que ya no pudo ser.
Lejos de buscar lo que no existe,
de caminar por caminos sin salida,
de diseñar la vida con desesperación.
Lejos de hablar por quienes callan,
de poner un límite a la serenidad,
de construir barreras infranqueables.
Lejos de los rumores a destiempo,
de la jocosa risa de lo cuestionable,
de la abusiva factura del desprecio.
Lejos, tan lejos de todo y todos.















