La asociación ha instado al Gobierno de José Luis Martínez-Almeida a trabajar de forma efectiva en la protección de los intereses de los consumidores
FACUA Madrid se ha dirigido ante el Ayuntamiento de Madrid para denunciar la difícil situación que enfrentan las diferentes Oficinas Municipales de Información al Consumidor (OMIC) de la ciudad, debido tanto a la falta de inspectores de consumo como de personal auxiliar administrativo.
En la actualidad, la ciudad de Madrid tiene una OMIC central y 21 sedes, una por cada distrito que tiene la urbe madrileña. Dentro de sus estructuras de cada una de ellas debe contar con un jefe de la Unidad de Consumo, inspectores y auxiliares administrativos.
En ese sentido, la asociación ha puesto de manifiesto que, según los datos consultados en el portal de transparencia del Consistorio, los distritos de Arganzuela, Moncloa, Puente de Vallecas, Moratalaz y Barajas no cuentan con puestos de auxiliares y solo un distrito tiene una jefatura de negociado.
También FACUA Madrid ha podido conocer a través de la Asociación de Inspectores de Técnicos de Consumo que los distritos de Moncloa, Usera, Villaverde, Villa de Vallecas, Vicálvaro y San Blas no cuentan con personal alguno.
A causa de esto, un total de 787.065 personas no pueden ser atendidas correctamente en las OMIC de su distrito, ya sea para informarse de sus derechos como consumidores y usuarios o para interponer una reclamación.
Respecto a la actividad inspectora la situación es igualmente precaria. Según la relación de puestos de trabajo de la Administración Local existen un total de 31 plazas para ejercer estas funciones, de las cuales diez se encuentran aún vacantes, y en las oficinas de Fuencarral, Usera y Barajas se da la situación de la inexistencia de dichos puestos.
FACUA Madrid ha recordado que esta actividad es esencial para garantizar la protección de los consumidores en cuanto a detectar posibles fraudes o incumplimiento, por ello ha instado al Gobierno de José Luis Martínez-Almeida a dotar de manera urgente de medios personales y materiales a estos mecanismos de protección que tiene la ciudadanía.
Así, ha exigido que se dote presupuestariamente con la intención de crear nuevas plazas y de cubrir las vacantes, además de la toma de medidas necesarias para restaurar un servicio mermado y que se trabaje de manera urgente en garantizar el buen funcionamiento de estos servicios municipales.
El programa Madrid Distrito en Corto llega a Villaverde. Se trata de una iniciativa puesta en marcha por el Ayuntamiento de Madrid, en colaboración con la Asociación de la Industria del Cortometraje, que busca acercar este tipo de género a todos los madrileños mediante la exhibición de cortometrajes en espacios municipales.
En el caso de nuestro distrito, la cita será el viernes 21 de junio en el Centro Sociocultural Bohemios, a partir de las 19:00, momento en el que empezarán a proyectarse cuatro cortos premiados y nominados, entre otros, a los premios Goya, Oscar y Palma de Oro.
El primer título será de animación y para todos los públicos. Se trata de Juan y la nube, una cinta de 14 minutos que cuenta la historia de amistad de sus dos protagonistas mediante técnicas stop motion mixta, dibujo 2D y fondos reales.
A continuación, será el turno de Timecode, una de las cintas de ficción más laureadas del cine español, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes y del Goya, y nominada en los Oscars de 2017 al mejor cortometraje.
También del género de animación será la tercera proyección: Loop, que ha logrado más de un centenar de premios internacionales Y no es para menos, porque es una historia que no deja indiferente al espectador. No solo por la técnica empleada y la música que acompaña a la imagen, sino porque la historia invita a reflexionar sobre los roles que ocupamos las personas en una sociedad en la que estamos condenados a repetir las mismas acciones una y otra vez, rutinariamente.
Finalmente, la última película de la tarde llevará por título Madre, del director Rodrigo Sorogoyen. Tiempo después de su estreno y de sus premios, Sorogoyen continuó la historia, podríamos decir que es una especie de “secuela”, en un largometraje, con el mismo nombre y actriz protagonista, que incluye al comienzo los 18 minutos del corto.
La entrada a las proyecciones será libre hasta completar aforo. La reserva de invitaciones (máximo dos personas) se podrá realizar en teléfono 91 710 92 63 el mismo día de la proyección a partir de las 11:00.
Ya lo sabes, si te gusta el CINE, en mayúsculas, aunque en formato cortometraje, tienes una cita con Madrid en Corto en Villaverde.
Había oído determinadas cosas acerca de un peculiar grupo y quise comprobar qué había de cierto en todo aquello. Se trataba de diez personas que se reunían de vez en cuando para realizar algún tipo de reto. Después de intentarlo por diferentes vías conseguí dar con uno de ellos y me aceptaron para presenciar una de sus peculiares competiciones. Cada uno lleva su vida cotidiana, pero diez veces al año se reúnen para organizar una competición. En este caso, el reto que se habían propuesto era una carrera en bicicleta que llevarían a cabo en Teverga, un pequeño pueblo asturiano en el que se encuentra el inicio de “La Senda del Oso”, un descenso de gran belleza paisajística que atraviesa varios túneles.
La bajada en sí no presenta gran dificultad, sin embargo ellos decidieron añadírsela al plantearlo como una frenética competición. El objetivo de esta competición no es otro que acabar el primero, ya que quien lo consigue tiene el privilegio de llevar a cabo el reto establecido, que en esta ocasión no era otro que permanecer durante diez días sin comer; tal como suena: únicamente podía hidratarse bebiendo agua, pero nada de ingerir alimento sólido alguno.
Para preparar el recorrido cada cual tuneó la bicicleta a su antojo. Antes de la salida revisaron en absoluto silencio las notas que habían tomado previamente para afrontar el recorrido de la forma más veloz posible. Una vez que llegó la hora de inicio de la prueba se fueron hacia la salida, donde colocaron un temporizador con una cuenta atrás que emitió una señal acústica cuando llegó a cero. Salieron como verdaderos posesos para coger la primera curva lo más adelante posible. Les seguí hasta que me alcanzó la vista, después cogí el coche y me dirigí hacia el primer cruce de carreteras: allí pude ver que iban tremendamente rápidos. En una curva previa al túnel inclinaron las bicicletas casi hasta rozar con el suelo, metiéndose acto seguido en el túnel, donde los dos primeros entraron en paralelo. Les seguía un trío a una velocidad de locos, así como otro que iba a rueda de ellos y que tuvo que frenar drásticamente para no impactar con el muro, cosa que aprovechó el que venía detrás para rebasarle, no así los tres últimos, quienes venían enciscados como si fueran uno. Todos desaparecieron en cuestión de segundos.
Al no quedarme más prueba en directo que revisar, me dirigí hacia la meta para ver quién había ganado. Lo había hecho un pelirrojo risueño, que era el que yo vi pasar en el primer trío perseguidor. Acabaron solo ocho; dos de ellos tuvieron sendos accidentes: a uno se le reventó textualmente la bicicleta dejándola destrozada, mientras que al otro lo que se le reventó fue la clavícula. Un taxi le llevó al hospital, apareciendo seis horas después con el brazo en cabestrillo. Cuando llegó a reunirse el resto, el ganador ya había iniciado su ayuno acompañado de sus compañeros de fechorías. Todos estaban muy felices contando sus peripecias, a las cuales se unió el accidentado. Me dejaron ver los vídeos que grabaron con las cámaras que llevaban ubicadas en sus cascos. Lo que vi fue escalofriante: me resultó milagroso que los daños se redujeran a una fractura limpia de clavícula y a una bicicleta destrozada, todos corrieron riesgos suficientes como para haber muerto en el descenso.
Volví diez días después: encontré al ganador pálido como la muerte, sin fuerzas apenas para caminar, pero henchido de felicidad recibiendo las alabanzas de todos por haber conseguido el reto.
Historias increíbles es una sección literaria: los textos publicados en ella son pura ficción, y por lo tanto cualquier posible parecido con la realidad es mera coincidencia.
Estábamos en el pasaje de Aránzazu, Málaga, en el edificio Churruca, lugar emblemático y de pasillos gloriosos, cuando mi padre salió a buscarme a uno de ellos y con cierta celeridad. L. le había llamado, que estaba con Sean Connery —pronunciado por nosotros Sean Cornery— en Marbella, que si queríamos ir. ¿Cómo no hacerlo? L. trabajaba en lo que ella denominaba como “una especie de localizadora de averías”, lo que venía a ser encontrar localizaciones para películas en lugares no costosos, pero que pareciesen estar insertados en otro lugar. Recuerdo que calles cercanas a Legazpi se transformaron en un barrio concreto de Cracovia en el que se ubicaba la historia.
Ya en Marbella, fuimos a la plaza de los Naranjos, donde vimos a un señor calvo con bigote y a otro que era conocido y salía en las revistas de papel cuché: Jaime de Mora y Aragón. L. nos contó que acababan de comer churros con chocolate. En las presentaciones yo no encontraba a Connery —Cornery— hasta que L. me lo presentó. Era el calvo con bigote. Pero ése no era el Bond de Desde Rusia con amor. Eso le hizo gracia cuando L. se lo tradujo. Estábamos en 1981 y solo se hablaba del Mundial del 82, pero a mí solo me interesaba Bond. L. nos puso en situación y nos contó que iba a rodar una nueva de James Bond y que había unas escenas en una parte de Niza con no mucha clase que no podían rodar allí, y habían pensado en trasladar las escenas a Villaverde. Era una persecución, Bond con una moto y una mala en un coche. Estaban viendo fotos de los lugares villaverdianos por los que supuestamente debía suceder la persecución. L. enseñaba fotos y ellos hablaban con el que imagino sería del equipo de producción, que había salido del baño. Yo miraba a Connery y me fijaba en su tatuaje en el brazo —ponía mamá y papá con un ancla—, pero eso no aparecía en las películas. Él, intrigado, me preguntó qué miraba tanto. Le expliqué que el tatuaje, que si era nuevo. Su risa era potente y me dijo —no hay que olvidar que siempre traducido por L.— que si volvía a ver Diamantes para la eternidad me fijase en el comienzo y que, cuando está con Marie, sale. Eso hice tiempo después y allí estaba el tatuaje muy disimulado, pero estaba. El caso es que hablaban de un remake de Operación Trueno, mi película favorita, pero ahora se llamaría Nunca digas nunca jamás. Me contó que tendría un reloj con láser, a lo que pregunté si no tendría contador Geiger como en Operación Trueno. Volvió a reírse y dijo que no.
Nos invitó a ir con él al campo de golf para dar unas bolas. Mi padre, apasionado del golf, se ofreció a llevarle, y como L. traducía, pues parecía una conversación fluida. Nos habló de que siempre daba buenas propinas al caddie porque eran muy buenos chicos y muy jóvenes. Cometí la osadía de preguntarle si ahora en la nueva peli sería un 007 calvo. Se rio más y me contestó que él llevaba peluquín desde 007 contra el Dr. No. Eso me dejó impresionado.
Como es natural, dejé de contar la historia porque nadie me creía, pero tres meses después nos volvió a llamar L. para decirnos que Connery y el equipo de producción estaban en Madrid e iban a recorrer Villaverde. Allí fuimos. Esta vez sí era él, el que yo reconocía, pero con más años, sin bigote y peluquín inapreciable, aunque mi padre dijo “¡Qué viejo está, la virgen!”. Yo ahora casi tengo esa edad. Me saludó y le pregunté por el reloj láser. Me enseñó uno, pero no vi láser alguno. Le acompañaba un hombre altísimo con coleta, dijo que era el especialista que le estaba entrenando para las escenas de acción y peleas. Su nombre: Steven Seagal —por lo visto no terminaron bien porque Seagal le rompió la muñeca, “sin querer”—. Recorrimos las calles, y un señor, el director, tenía muchos dibujos: “Es la película en dibujos”, me explicó. Fuimos por calles, pero no lo veían claro. Martínez Seco era muy estrecho y las calles de San Cristóbal no les terminaban de enamorar en su contraste. Quisieron invitar a tomar algo y fuimos al Mesón la Gamba. Los parroquianos no sabían quiénes eran ninguno. “Cornery” no tomó un Martini, tampoco había champán y bebió agua. Yo le pedí que si podía guiñar el ojo al final de la película y acarició mis rizos.
Se estrenó y fui con mi padre cinco veces a verla. A día de hoy la sigo viendo, sonriendo y pensando que yo me conservo mejor que Connery a esa edad, aunque su Martini siga seco y siempre lo tome a las cinco. Por supuesto, Nunca digas nunca jamás termina con “Cornery” guiñando un ojo.
Y por fin llegó el gran día, esta tarde podremos disfrutar del concierto ofrecido por la Cantautora Argentina María Lavalle que hará una donación de la recaudación en taquilla para nuestro proyecto de financiación de Medicamentos a quienes en nuestro barrio no tienen medios económicos, aún podéis conseguir entradas a través de la web del Círculo de Bellas Artes de Madrid y si quieres conocer más de nuestro proyecto INCOFARMACIA en nuestra página Web están colgados todos los informes.
Del 20 al 23 de junio celebramos las fiestas del barrio. Butarque Fest, conciertos, actividades populares… no podéis faltar #villaverde #fiestaspopulares #barrio
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Recreación de cómo pudieron ser las dos "longhouses" correspondientes a las estructuras halladas en el yacimiento de Las Camas. Imagen: Museo Arqueológico Regional.
HISTORIA DE VILLAVERDE
1. LA PREHISTORIA 1.4. La cultura del vaso campaniforme
Al comienzo del segundo milenio a. C. empezó a generalizarse el uso del cobre en la fabricación de puñales y punzones, y el oro en objetos de adorno. Al final del Calcolítico y principios de la Edad del Bronce se va a desarrollar por la Península y gran parte de Europa occidental, entre el 2000 y el 1700 a. C., una manifestación artístico-artesanal, relacionada con cambios culturales y sociales más amplios, pudiendo ser una consecuencia de cómo el comercio de los metales produjo mayores contactos y relaciones entre pueblos.
Esta cultura campaniforme se llamó así porque su pieza más característica fue el vaso campaniforme. Un recipiente cerámico, con forma de campana invertida y muy decorada con elementos geométricos, encontrada en contextos funerarios. Algunas se empleaban para el consumo de bebidas, siendo piezas de prestigio social, vinculadas a las élites guerreras. Presenta un mejor modelado, acabado y decoración más cuidada que el resto de la cerámica, lo que indica que era un producto de lujo. Las formas de la decoración son espigas zigzag, círculos, triángulos… a base de incisiones, impresión, puntillado, etcétera.
Vasos campaniformes estilo Ciempozuelos (izq.) y liso (dcha.), encontrados ambos en el arenero de los Vascos (Usera). Imágenes: Miguel Ángel Otero Ibáñez. (Museo de San Isidro).
La diferencia de riqueza en los ajuares entre las sepulturas campaniformes y las no campaniformes, y el hecho de encontrar armas, hacen pensar a la mayoría de los investigadores que ya en el Calcolítico-Bronce, había una jerarquización entre los miembros del grupo-poblado y el papel que los guerreros asumen en la sociedad de entonces frente a los que no llevan armas.
Las tumbas suelen ser en fosas cubiertas, mayoritariamente con piedras o lajas-estelas, que podían señalar el lugar del enterramiento, aparte de cerrar la tumba, dejarla al aire libre o en los poblados.
En los ajuares funerarios se han encontrado, principalmente, objetos cerámicos lisos o decorados, junto a objetos metálicos (puñales, punzones), de adorno (diademas, brazaletes, cuentas de collar, botones), brazaletes de arquero y molinos de mano (Aliaga Almela, 2008). Abundan los vasos de decoración incisa (tipo Ciempozuelos), puntillada o mezcla de ambas, siendo por la tipología vasos, cazuelas, fuentes y copas (Garrido Pena, 1995).
Una de las zonas de mayor número de hallazgos de esta cultura se encuentra en Madrid, gracias a la explotación masiva de grava para la construcción, donde se han identificado 42 yacimientos con materiales campaniformes, nueve de ellos en la zona de Usera.
Los ajuares de las tumbas de la zona de Usera y Villaverde son bastante modestos. En la mayoría solo se ha encontrado cerámica, lo que puede interpretarse como diferenciación de estatus, tradiciones distintas entre los grupos o incapacidad para acceder a las fuentes del metal.
En Villaverde se ha encontrado cerámica campaniforme en enterramientos de los yacimientos de:
— Pista de Motos (Butarque), donde se pudo encontrar un repertorio decorativo en zigzag, triángulos, círculos, a base de incisiones, puntillado, etcétera.
— Arenero de Soto: en un yacimiento de “fondos
de cabaña”.
— Arenero de la Compañía Euskalduna: en enterramiento de “fondos de cabaña”. (Almagro Bash, 1960).
Recreación de cómo pudieron ser las dos «longhouses» correspondientes a las estructuras halladas en el yacimiento de Las Camas. Imagen: Museo Arqueológico Regional.
1.5. El yacimiento de Las Camas
El yacimiento de Las Camas se localizó en el barrio de Villaverde Bajo, en el antiguo camino de Villaverde a Perales del Río, a la parte derecha de las terrazas del río Manzanares, en la confluencia con el arroyo Butarque y entre Los Rosales y las instalaciones de Renfe. Este terreno estuvo ocupado, hasta principios del siglo XX,
por huertas familiares.
El paisaje del entorno en esa época estaba formado por prados, campos de cultivo de cereales, monte bajo de jaras, brezos y pequeños bosques de pinos, encinas, robles, sabinas, enebros y avellanos.
Las excavaciones se realizaron entre el 2004 y el 2005 (Urbina, Marín y otros, 2007), antes de la expansión urbanística de la zona.
Se descubrieron agujeros de postes de dos grandes cabañas y otras estructuras como basureros, relacionadas con actividades agrícolas, ganaderas, industriales y artesanales. Aparecieron gran cantidad de materiales arqueológicos como cerámica, industria lítica, restos de metal y objetos relacionados con la metalurgia y abundantes restos de fauna.
Se recuperaron fragmentos de cerámica común, tosca y de tipo vajilla, o más fina, realizada a mano, y algunas a torno lento, con formas carenadas, decoración incisa
y excisa, un crisol con mango, dos fragmentos de toberas y restos de fundición,
elementos de adorno (brazaletes, anillos, fíbulas, botones), puntas de flecha, pinzas y punzones.
Apareció un grafito, de tipo fenicio, sobre un fragmento de cerámica, que podía ser, según los entendidos, uno de los primeros restos de escritura conocida en la zona.
Por las huellas de hoyos de postes, se documentaron dos grandes estructuras habitacionales, La más grande consta de 46 hoyos, donde irían los postes, a una distancia de 1,65 m, y una línea de postes centrales más anchos, para sujetar la techumbre a dos aguas, con una planta rectangular alargada de 26,73 x 8,17 m. La segunda cabaña, más pequeña, tenía una planta de 18,75 x 7,65 m, con 23 postes. El tamaño de los hoyos laterales en las dos era de 30 cm de diámetro, y los centrales de entre 70 cm y 1 m.
La altura sería de unos 5 m. A estas estructuras constructivas se las ha llamado “longhouses” o “casas largas”, y son únicas en España. Su existencia hace pensar a los arqueólogos en un asentamiento estable con instalación de hornos metalúrgicos y de alfareros para el consumo propio del poblado, cuyos habitantes se dedicarían a la agricultura y a la ganadería, con fauna domesticada y salvaje, a actividades industriales y artesanales.
Todo ello se ha fechado en torno al año 1000 a.C., en la época de la transición de la Edad del Bronce final y la primera Edad del Hierro.
Los restos encontrados se hallan en el Museo Arqueológico Regional de Alcalá de Henares, que organizó en 2018 una exposición sobre el yacimiento.
LA CASA COMUNAL O ‘LONGHOUSE’ En arqueología y antropología, una «casa comunal», «casa larga» o «longhouse» es una edificación grande y estrecha, sin habitaciones, que construyeron para habitar diversos pueblos en varias partes del mundo y en distintas épocas. Son viviendas comunitarias de uso arcaico, realizadas generalmente en madera con estructuras cuyas formas se siguen utilizando hoy en día.
A menudo representan el tipo más antiguo de estructura permanente en muchas culturas. En nuestro país, en el yacimiento de Las Camas, localizado en el madrileño barrio de Villaverde Bajo, se han encontrado dos estructuras correspondientes a dos grandes cabañas o casas comunales similares a las denominadas «longhouses« de Europa Central.