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Meditación profunda

Aunque no con periodicidad, pero sí de vez en cuando, suelo realizar ejercicios de meditación, así como en ocasiones acudo a eventos que me relajan bastante y me aportan una gran paz interior. En uno de estos eventos Jim Forbes, un gran maestro de mindfulness, me ofreció la posibilidad de unirme a un retiro que harían en la isla de Ibiza, donde pondríamos en práctica diferentes técnicas. En esta ocasión no sería él quien las guiaría, sino un conocido suyo. El tema me intrigó tanto que decidí unirme al grupo.

Una vez que estuvimos en Ibiza se nos citó en Santa Gertrudis, un coqueto pueblo donde realizaríamos tres sesiones inmersivas en días consecutivos. He de decir que nada mas pisar la pequeña localidad ibicenca ésta invitaba a la tranquilidad y a la meditación, el lugar tenía un influjo mágico difícil de explicar. No éramos muchos en la actividad, concretamente cinco personas más el maestro, quien guiaría las meditaciones. Empezábamos sobre las diez de la mañana y se nos recomendaba llevar poco alimento en el cuerpo para evitar digestiones pesadas que impidiesen la concentración. En profundo silencio seguíamos las indicaciones que nos daba nuestro guía espiritual, pasado un tiempo alcanzábamos una concentración máxima que nos aportaba un estado de paz envidiable. Cuando terminábamos las sesiones, que solían durar del orden de unas tres horas, me iba de la casa con la sensación de flotar en el ambiente desprovisto de pensamientos negativos.

Yo me alojaba en una localidad próxima, concretamente en Santa Eulalia, la cual bullía de turistas. El último día del taller hubo un cambio con respecto a los demás, puesto que Jim me ofreció la posibilidad de entrar en la Habitación del Sueño. Antes de que yo le preguntara me explicó de forma detallada en qué consistía: se trataba de una meditación individual sin guía, la cual iría acompañada de una infusión de ayahuasca. Evidentemente esta actividad que cerraba el retiro era de carácter voluntario, y yo no me lo quise perder.

Teníamos la potestad de elegir la ubicación de la casa en la que nos encontráramos más cómodos, yo escogí el patio. En una esquina del mismo donde una embriagadora sombra procedente de una palmera me albergaba, me senté en una cómoda posición con las piernas entrecruzadas. Ingerí en pequeños sorbos el contenido del cuenco que me había facilitado Jim antes de abandonarme. Las sensaciones fueron lentas pero constantes: tras la infusión experimenté grandes nauseas al principio, pero progresivamente fueron disipándose hasta desaparecer por completo, momento en el que mi percepción de las cosas se hizo mucho más profunda, tenía la sensación de haber abandonado el plano astral en el que me encontraba para pasar a formar parte de otro superior. Todo se hizo más intenso, noté cómo mi cuerpo se volvía etéreo. Tanto, que era capaz de dislocarme de él. Mis piernas se separaron y comenzaron a caminar hasta llegar a una remota selva mientras el resto permanecía estático, pero no por mucho tiempo, porque el tronco fue trasladado por una energía invisible hasta la Antártida, donde únicamente ayudado de las manos construyó un espectacular iglú de un diseño vanguardista como jamás había visto ninguno, a la vez que tremendamente acogedor y aislado térmicamente de la temperatura exterior. Por último la cabeza, que era quien gobernaba el resto de piezas de mi cuerpo, se elevó para darme una visión completa de la Tierra. Este triángulo imaginario que formaban mi cabeza, mis piernas y mi cuerpo envolvía el globo terráqueo al completo creando un entorno multidimensional en el que se fusionaban todas las bondades del universo, positivilizándolo y creando una sensación de plenitud indescriptible e infinita, la cual no abandoné hasta bastantes horas después.

Desperté cuando ya empezaba a anochecer. No había nadie en la casa de meditación, de modo que salí y dejé la puerta como la encontré, es decir, abierta. Al día siguiente regresé a Madrid a seguir con mis quehaceres habituales, y he de confesar que meses después aún conservo un cierto estado de plenitud, el cual tengo la vaga esperanza de que se acomode dentro mí por tiempo indeterminado. Sin embargo lo que no acabo de concebir todavía es qué ha sido de mis acompañantes, ya que no he vuelto a saber nada de ellos por más que los he buscado en nuestros centros de reuniones habituales.

Historias increíbles es una sección literaria: los textos publicados en ella son pura ficción, y por lo tanto cualquier posible parecido con la realidad es mera coincidencia.

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DAVID MATEO CANO
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