En un reino muy, muy lejano, hubo una vez un rey que colocó una gran roca en medio del camino principal de entrada al mismo, obstaculizando el paso. Y se escondió para ver si alguien la retiraba.
Los comerciantes más adinerados del reino y algunos cortesanos que pasaron simplemente rodearon la roca. Muchos de ellos se quedaron un rato delante de la roca quejándose y culparon al rey de no mantener los caminos despejados, pero ninguno hizo nada para retirar el obstáculo.
Llegó un campesino que llevaba una importante carga de verduras. La dejó en el suelo y estudió la roca en el camino. Intentó moverla empujándola y haciendo palanca con una rama grande de madera que encontró a un lado del camino. Después de empujar y fatigarse mucho, finalmente logró apartarla. Mientras recogía su carga, encontró una bolsa que había estado tapada por la roca. La bolsa contenía una buena cantidad de monedas de oro y una nota del rey: “Es tu recompensa por quitar la roca del camino”. Así el campesino aprendió lo que los otros nunca aprendieron: cada obstáculo superado es una oportunidad para mejorar la propia condición. Esquivar los problemas, buscar “culpables” o simplemente quejarnos no solucionará nada, y la “roca” seguirá estando allí. Afrontar los obstáculos, actuar, esforzarse… es lo que nos hará crecer como personas.
Mover las “rocas” seguramente implicará esfuerzo, sufrimiento, capacidad de análisis, constancia… y todo ello nos hará más fuertes y sabios. Superar los obstáculos nos hace crecer, evolucionar. La queja y el evitar los problemas sin afrontarlos, nos estanca.
¿Tú sientes que tienes alguna roca en el camino por mover?
Beatriz Troyano Díaz. Coach personal y profesional. Directora de Remodelatuvida