NARCISO CASAS
La plaza de la Cebada es un espacio urbano castizo y popular del barrio de La Latina, en el que se encuentra el renovado Mercado de la Cebada, junto a la calle de Toledo. Antiguamente, en esta plaza se comerciaba con cereales y legumbres. Los quioscos se abastecían con productos que entraban por la Puerta de Toledo. El nombre se debe, según María Isabel Gea, a que en este lugar se separaba la cebada destinada a los caballos del rey de la de los regimientos de caballería.
La primera piedra del mercado de la plaza se colocó en julio de 1870, y se inauguró el 1 de abril de 1875. En 1956 se derribó para volver a levantarlo dos años después.
En la misma plaza de la Cebada tenemos el Teatro La Latina. Sobre el solar en que se encuentra se levantó en 1499 el hospital de la Concepción, también llamado “de la Latina” en honor de su fundadora Beatriz Galindo. Como ya hemos comentado en otras ocasiones, el apodo le viene de haber sido profesora de latín de Isabel la Católica.
Durante la Inquisición, en el siglo XV, la plaza de la Cebada fue el escenario donde se quemaba y torturaba a brujas y herejes. Y en 1790 se decretó como el lugar para las ejecuciones públicas. La Plaza Mayor, por ser la más grande de la Villa, era el lugar donde habitualmente se celebraban las ejecuciones. Pero en la madrugada del 16 de agosto de 1790 se declaró allí un tremendo incendio, que se prolongaría durante nueve días, destruyendo más de medio centenar de casas.
Hacía un silencio cuando el reo llegaba a la plaza de la Cebada, abarrotada de gente, y cuando llegaba la hora de la muerte las campanas de las iglesias de San Millán y Nuestra Señora de Gracia tocaban para comunicar que ésta ya se había producido. Entre ellos estuvo el general Riego, que murió ahorcado el 7 de noviembre de 1823. Cuentan las necrologías de la época que llegó con la cara tapada por un gorrete negro. Su llanto era tan contundente que conmovió a los presentes. Pero después de muerto, fue decapitado y se dice que los allí reunidos jugaron al fútbol con su cabeza.
En ella tuvieron lugar asimismo las ejecuciones del general San Miguel y del policía García Chico. También murió aquí en 1837, al garrote vil, Luis Candelas. Los condenados eran de todas las clases. Se sacaba al reo desde el Palacio de Santa Cruz, entonces convertido en la cárcel de la corte, por el callejón del Verdugo, y se le conducía por la calle Concepción Jerónima. En muchas ocasiones era transportado en un cesto arrastrado por un asno, con la cara tapada. La utilización de la plaza de la Cebada como patíbulo terminó en el momento en que Joaquín Vizcaíno, marqués viudo de Pontejos, se convirtió en uno de los alcaldes más celebrados por los madrileños. Estuvo dos años al frente del Ayuntamiento, para convertir Madrid en una ciudad moderna. Trasladó las ejecuciones a las afueras de la Puerta de Toledo en 1834. La plaza del barrio de La Latina recuperaba así su ritmo habitual como lugar de venta y encuentro social.
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