ORLANDO JOSÉ RODRIGO ÁLVAREZ.
Quien se aventure un poco en la historia y al mismo tiempo observe el panorama actual del mundo, verá que la política nos ha llevado y nos lleva tanto a paisajes abiertos de libertad y paz como a abismos de destrucción y caos. Decía Groucho Marx que la política era “el arte de generar problemas inexistentes para luego ofrecer soluciones falsas”. No le faltaba razón al gran actor, porque la política, que debería ser el arte de generar relaciones armoniosas tanto entre los ciudadanos como entre las naciones entre sí, ha sido, y aún lo es en numerosos casos, el arte de conservar el poder y favorecer los intereses de dominio y control en un ámbito donde el fin siempre justifica los medios.
Desde el punto de vista transpersonal, que es el punto de vista de la conciencia expandida, la política debería evolucionar hacia modelos más saludables y justos. No se trata de crear una nueva ideología, sino de un marco nuevo donde las relaciones entre los diversos modelos políticos hayan superado su neurosis fóbica hacia el contrario, junto a nuevos hombres y mujeres que se ocupen de lo público desde el cultivo y la evolución de su particular mundo interior, logrando así un yo expandido y mundicéntrico. Y ese marco estaría formado con elementos nuevos tales como la integración de los diversos aspectos humanos: material, emocional, mental y espiritual; la creación de nuevos principios éticos, como el de “todo importa a todos y todos importan”; el desarrollo de una conciencia ciudadana más responsable de sí misma y de su entorno, donde la ley coercitiva sea substituida por pactos de responsabilidad y compromiso; el cambio de una conciencia menos basada en la competitividad y más en el cooperativismo; el desarrollo de un yo que, sin perder su individualidad, sepa expandirse hacia el mundo hasta acogerlo como un aspecto más de sí mismo; el reconocimiento de la vida como un valor a proteger y desarrollar; y por último, el reflote de la ética en forma de honestidad, respeto a la verdad, consideración del entorno junto a quienes lo habitan, altruismo y respeto a la diversidad.
Para lograr este marco se hace menester una maduración de nuestro ego individual y colectivo, así como una ampliación de nuestra conciencia. En ambos casos, el del ego y el de la conciencia, la evolución es un proceso de expansión y apertura donde se genera mayor autoconciencia junto a una visión amplificada y comprensiva del entorno, de manera que permita integrarlo. Lo significativo es el hecho de que a mayor grado de evolución de la conciencia, mayor grado de autoobservación e integración (Wilber). De ahí que una política transpersonal sea integrativa, si bien no todo puede ser integrado, ya que algunas formas de pensamiento y conducta pueden estar fuera del marco ético fundamental.
En definitiva, creo que lo espiritual, lo social y lo político deberían acercarse y conjugarse integradamente si queremos un futuro prometedor junto a una forma de desarrollo político y cultural que garantice nuestra supervivencia como especie inteligente en nuestro planeta.