DAVID MATEO CANO.
El interés por las criptomonedas crece constantemente y se le da más publicidad cada día que pasa, siguiendo de este modo el plan establecido en su momento y que no es otro que sustituir al dinero convencional. Todo esto con la única intención de privar en un futuro a la gente de su dinero, para que así determinadas entidades gestionadas por los Gobiernos de turno tengan el control total de la población.
De momento las criptomonedas conviven con el dinero tradicional y se utilizan básicamente para especular. Tienen una alta volatilidad que fluctúa a conveniencia de grandes empresas, quienes las revalorizan y devalúan según sus intereses: una vez que han comprado a precios bajos anuncian a bombo y platillo que las aceptan para hacer determinadas operaciones, de tal manera que su precio aumenta exponencialmente, momento en el que aprovechan para vender las que tienen a precios muy altos; cuando han hecho esto, entonces indican que ya no aceptan transacciones con criptodivisas, desplomándose al instante. Este juego que enriquece a determinadas entidades arruina a no pocas personas, aunque bien es cierto que nadie les obliga a invertir, simplemente se dejan atrapar por el reclamo del dinero fácil. Los Gobiernos hacen su papel permitiendo dichas transacciones sin manifestarse ni a favor ni en contra: se hacen los despistados esperando su momento, en el cual alegarán cualquier desastre fatal para así privar a la gente de su dinero.
Mientras todo esto se lleva a cabo, la gente invierte en las más de 9.000 criptomonedas que se estima que existen en la actualidad, sin embargo fuera de esta vorágine existen algunas personas que buscan algo todavía más etéreo dentro de este etéreo mundo: hay ya un número considerable de personas que buscan la criptomoneda de la suerte. ¿Cuál es? Pues ésa es la cuestión, ya que se desconoce por completo. Corre una leyenda según la cual existe una criptomoneda que produce suerte a toda aquella persona que la posea, y dicha suerte desaparece en el momento en que su poseedor se desprende de ella. Mientras la tiene, el amor, los negocios, el dinero, la salud, el talento, la felicidad y en general todo aquello que intente, sea tangible o intangible, le sale bien sin saber muy bien por qué. Como desconoce de dónde le viene la dicha, simplemente es consciente de que como vino se fue, lo toma como una cosa puntual del destino sin ser consciente de que se debe a la posesión, aunque sea virtual, de la criptomoneda de la suerte.
Esta leyenda la dio a conocer un anónimo minero que se dedicó durante años a minar criptomonedas para dar validez a las transacciones. Estos individuos tienen sus ordenadores conectados durante 24 horas al día, llevándose por su trabajo un porcentaje sobre las operaciones que realicen. Pues bien, este sujeto decidió adentrarse en el código de cifrado, y el azar y la curiosidad hicieron el resto. Se las ingenió para realizar un seguimiento de las personas que adquirían sus divisas y fue acotando hasta llegar a la criptomoneda de la suerte. A partir de ahí investigó la vida privada de los afortunados que la poseyeron, quienes en su inmensa mayoría se desprendieron de ella sin saber lo que habían perdido. Cómo se hizo con los nombres de compradores y vendedores es todo un misterio, ya que en teoría los mineros no tienen acceso a este tipo de datos, pero claro… ¿Quién sabe en realidad lo que esconden las entrañas de este oscuro mundo?