NAYA LYS.
[…] Así que nuestro mundo, pese a quien le pese, es el cuerpo de una Diosa. […] esculpió las montañas con la forma de sus tetas e hizo valles, tan fértiles como su útero, por los que hizo correr ríos de flujo vaginal. Esto lo creó en los días tercero y cuarto. Los días sucesivos, según iba creciendo su excitación sexual y el cava se le subía más y más a la cabeza, desarrolló una creación salvaje y peligrosa. De su vagina comenzaron a brotar raíces, ramas, hojas y después árboles enteros. Con su vello púbico hizo los bosques y las selvas y con su sangre menstrual el magma del interior de la tierra. Después de esto continuó el derroche de sensualidad creadora. Con un golpe de melena creó a los animales, con un meneo de cadera a las mujeres y con un movimiento de nalgas los centros comerciales… y todo ello al mismo tiempo, sin despeinarse, pues ya se sabe que el género femenino puede hacer tres o cuatro cosas a la vez. Habían pasado seis días desde el inicio de la creación y la Diosa decidió que era hora de descansar, de todo. De la excitación sexual, de la efusividad creadora y de los efectos del vino (¿o había tomado cava? No lo podía precisar […]).
(Del libro de relatos Génesis: Vidas de otro Universo).