Año 2124. Estoy en el camino de vuelta a casa. El súper tarda exactamente un abrir y cerrar de ojos para recorrer una distancia que parece infinita. Subo y al mismo instante escucho una voz a mi espalda: “Buenas tardes. ¿Ha pasado usted un buen día?”. Me giro y veo que es un señor de mediana edad. Le sonrío y apruebo haciendo una señal con la cabeza. Nos sentamos y empezamos a charlar mientras escuchamos de fondo una música relajante.
Un arcoíris se ve a lo lejos. La lluvia ha parado y el sol parece que se atreve a jugar con las nubes… Saco mi pincel y me pongo a dibujar: primero el campo, luego el arcoíris, el sol… Miro al señor que está sentado a mi lado y me confirma con los ojos que puedo pintarlo. Sigo dibujando… El señor se levanta, me da un abrazo y un beso en la mejilla y saca de su bolsillo un libro pequeñito. “Creo que hay que leer esto… No te preocupes, luego me lo devolverás”. Asiento con la cabeza y le deseo un buen día.
Me vuelvo a sentar. Qué libro tan extraño. Un diario del año 2015, de una chica llamada Amelia. Me pongo a leer. No entiendo nada. Enfermedades, política, tiempo medido, trabajo. Abro mi corazón para ver si desde ahí puedo comprender las cosas tan extrañas de este libro-diario. Nada… Palabras que desconozco; situaciones y sentimientos que no tengo como referencia en mis genes.
Al final voy a tener que volver a aquel año para entender. Cierro los ojos y me preparo para el viaje. Abro el portal y entro: Madrid 2015. Me encuentro en el mismo súper (al que ellos lo llaman tren), y me llegan vibraciones muy fuertes. Una energía que no conozco, pero que duele mucho. Siento una presión muy fuerte dentro de mi cabeza. Miro a mi alrededor: nadie te saluda, nadie te pregunta “qué tal”. No hablan. Solo miran unas cositas que ellos llaman teléfonos. Miro por la ventana… Veo unos gigantes grises que ellos llaman casas. ¿Dónde está la música, las conversaciones y la luz de mi mundo? ¿Y mis campos? Quiero volver. Necesito la luz de mi mundo. Quiero mi paz…
Abro los ojos y estoy de vuelta a mi mundo. Miro por la ventana… Veo mis campos llenos de flores y el arcoíris que sigue ahí. Absorbo mi paz. La luz invade mi ser. Cojo mi pincel y acabo de pintar. Abro el libro-diario y me encuentro un mensaje escrito en la primera página: “Te espero en la fuente”. Sonrío. Recojo mis pinturas y el libro, y bajo del súper. En 10 pasos llego a la fuente. Ahí está el señor que me dio el libro. Se lo devuelvo. Le regalo mi dibujo y me da un abrazo. Vuelvo a sentirme luz.
El señor me susurra al oído: “tu viaje ha sido tu aprendizaje por hoy”. Luego desaparece. Era mi maestro. En mi mundo hay muchos maestros… y mucha paz.
En mi mundo el tiempo no tiene tiempo.
Sofía T. M.