En mi profesión es importante estar actualizado para no quedarte obsoleto. La física de partículas es un campo en el que las novedades están a la orden del día y conviene estar al corriente de todas ellas, por ese motivo mi empresa me facilitó un pase para asistir a una ponencia sobre la materia. En concreto se hablaría de los últimos avances descubiertos sobre quarks, así como sus interacciones: estas partículas elementales englobadas dentro del grupo de los fermiones dan masa a toda la materia que conocemos.
La charla era en la Residencia de Estudiantes del CSIC, y allí acudí a la hora indicada. Sin grandes preámbulos comenzó el ponente a hablar sobre el asunto; me cautivó desde el primer momento por la forma de tratar unos temas tan complejos: su conocimiento era muy amplio pero además contaba con la virtud de ser un gran divulgador. Al terminar la exposición y los turnos de preguntas correspondientes, me acerqué a él para felicitarle por la conferencia y de paso le inquirí sobre un par de cuestiones que nos traían de cabeza en el laboratorio. Me dio una serie de explicaciones al respecto que con el tiempo y una serie de ajustes conseguimos que funcionaran.
Apunté su nombre para intentar recabar más información sobre él. Conseguí adivinar los estudios y la formación que tenía, la cual era tremendamente amplia, sin embargo lo que no pude saber era dónde trabajaba. Hasta cierto punto el tema me obsesionó tanto que busqué nuevas ponencias, ya no solo intrigado por su sabiduría sino también por su persona. En año y medio conseguí ir a cuatro ponencias más; estaba claro que no se prodigaba mucho, sin embargo cada conferencia era distinta de la anterior. Mi forma de actuar era siempre la misma: escuchaba embelesado, aprendía, disfrutaba y le exponía mis dudas al final de cada conferencia, respondiéndome él con una gran claridad.
En una de las conferencias a las que asistí, debido a que había cogido ya con él cierta confianza, le propuse tomar una cerveza para seguir platicando sobre el tema; para mi sorpresa, aceptó. He de decir que esa primera cita fue absolutamente edificante: estuvimos durante horas enteras hablando sobre física, a ambos nos apasionaba. Le pedí el teléfono para repetir la experiencia; me lo facilitó, pero me indicó que no solía salir de casa a consumir ya que apenas tenía dinero. La cosa me sorprendió, pero no me desanimé y en otras ocasiones que quedamos a petición mía siempre le indicaba de antemano que yo costearía los gastos de la salida, y así fue y lo hice con sumo placer puesto que aprendía y disfrutaba frente a aquella eminencia de la física.
Un día fui a su casa, ya que él estaba realizando un estudio sobre los bosones de gauge y quería mi opinión al respecto. Asistí escopetado a su requerimiento sin pensármelo dos veces. Vivía a las afueras de Mejorada del Campo; me costó mucho encontrarme con él, ya que el lugar de referencia que me dio estaba ubicado en un polígono industrial sin definir sus calles. Llegué a una pequeña casa de piedra semiderruida, incrédulo aparqué y me metí dentro. Allí existía una única habitación; en aquel lugar tan lúgubre vivía mi amigo en la más absoluta indigencia, la única renta de que disponía venía del Ingreso Mínimo Vital, un subsidio no contributivo de 400 euros al mes que le daba el Estado. Le propuse entrar a trabajar en mi empresa para mejorar su situación, pero lo rehusó como según me dijo había rehusado otras ofertas, ya que aquello le distraería de sus estudios.
Solemos hablar e intercambiamos mensajes con relativa periodicidad, todos ellos relacionados con la física. Las veces que nos hemos visto después de acudir a su casa han sido después de una conferencia suya. Al terminar ésta siempre le invito a cenar y le acerco a su chabola. La duda que tengo es si la física de partículas ha absorbido su cerebro hasta el punto de vaciarlo del resto de cosas o bien ha tapado las grietas que había en su mente y que sin duda de desarrollarse en el futuro le conducirían a la locura.


