MATS 12 DE OCTUBRE.
El nuevo Hospital 12 de Octubre, una obra catalogada como hito arquitectónico por Isabel Díaz Ayuso, se ha convertido en un símbolo de despropósito y mala planificación. Lo que debería ser un referente en la sanidad pública española es un laberinto de problemas estructurales, logísticos y funcionales que afectan tanto a los profesionales como a los pacientes.
Desde el momento en que los trabajadores entran a las ocho de la mañana comienza un periplo de dificultades que no cesa hasta la salida. El primer obstáculo es conseguir uniforme: las maquinas que los suministran y que los recepcionan suelen estar estropeadas. Ya en el vestuario: las taquillas son minúsculas, insuficientes y mal distribuidas. No hay espacio para guardar la ropa de calle, y los vestuarios son tan reducidos que cambiarse se convierte en una odisea. Los baños, escasos y mal ubicados.
La historia continúa al intentar acceder a los puestos de trabajo. Los ascensores, insuficientes y bloqueados para distintas actividades, complican el movimiento dentro del hospital. Puertas que se descuelgan. Anatomía patológica, ubicada en otro edificio, obliga a trasladar muestras en coche, un proceso poco eficiente, especialmente en casos intraoperatorios, donde una TCAE debe acompañar las muestras.
La infraestructura del hospital parece diseñada sin pensar en su uso real. La cocina se inunda, los trenes de lavado se rompen con frecuencia y la esterilización, privatizada, no cumple con los pliegos de prescripciones técnicas solicitados en el contrato, lo que afecta directamente a la disponibilidad del instrumental quirúrgico. Parte de mantenimiento también está privatizado, produciendo problemas con los cambios de filtro. Y el personal que sigue siendo público no tiene un espacio adecuado para poder realizar su actividad. Los celadores, por su parte, se ven obligados a usar una rampa peligrosa para transportar pacientes, poniendo en riesgo su seguridad.
Las condiciones para los residentes de Medicina no son mejores. Comparten habitaciones durante las guardias, muchas veces sin conocerse. Además, la falta de cobertura móvil dentro del hospital complica la comunicación entre los equipos, un problema grave en un entorno donde la rapidez y la precisión son vitales.
Incluso los estudiantes, supuestos beneficiarios de un hospital universitario, se encuentran con que no hay espacios adecuados para cambiarse ni taquillas donde dejar sus pertenencias. Rotura de tuberías y otros fallos estructurales completan un panorama desolador.
Parece que el objetivo no era mejorar la atención sanitaria, sino simplemente inaugurar un edificio imponente. Las condiciones en las que trabajamos los profesionales sanitarios inciden directamente en la calidad de la atención que reciben los pacientes. Un hospital mal diseñado, con espacios insuficientes y problemas logísticos constantes no puede ofrecer el nivel de cuidado que la población merece. El Hospital 12 de Octubre es un ejemplo de cómo la mala gestión y la falta de visión pueden convertir un proyecto necesario en un despropósito costoso y poco eficiente.
En definitiva, este hospital no es solo un fracaso arquitectónico, sino un reflejo de un sistema que no prioriza las necesidades de los ciudadanos. Y mientras tanto, los profesionales seguimos lidiando con un día a día lleno de obstáculos, intentando ofrecer la mejor atención posible en un entorno que parece diseñado para dificultárnoslo.