Senderismo de dificultad media en las hoces del río Mesa, el río de Jaraba en Aragón. La ruta por el sendero sinuoso que dejó el río, entre paredes verticales de tonos ocres, rojizos y grises, es un sitio impactante. Un silencio profundo, solo roto por el canto de las aves que allí anidan y el eco de nuestros pasos. Es una tarde de junio previa al verano, caminando con cierta dificultad, porque es una senda irregular, hay repechos y sobre todo muchas piedras puntiagudas. Es necesario ir atento, mirando al suelo, por donde pisas. Es una ruta que lleva a un mirador y a unas pinturas rupestres, al aire libre. Llegamos a una encrucijada de caminos, muy cansados por el esfuerzo, y hay unas placas metálicas que señalan por dónde seguir hasta las pinturas, que es la zona de ascenso del risco que tenemos enfrente. Es importante dosificar las fuerzas y sobre todo calcular tiempos. Descubrimos, consternados, que algún desaprensivo se ha dedicado a raspar la placa donde pone los kilómetros que hay hasta las pinturas. Indignación, rebote por tanta malicia gratuita. Esas personas, por decir algo, que hacen a mala baba cosas que fastidian, molestan, dañan incluso, a los demás, sin razón, por el simple hecho de gozar molestando, carecen de empatía, de valores, de humanidad… En una palabra: de educación. Ya lo he dicho en algún que otro artículo: todo, y lo subrayo, lo que hacemos repercute en los demás y en el mundo, hasta lo más nimio; hasta nuestros pensamientos crean una energía positiva o negativa alrededor. Y por supuesto tienen consecuencias también positivas o negativas, que nos vuelven en cualquier momento. Eso también está demostrado, y doy fe de ello. Hay un refrán que se puede aplicar, muy certero: “Todos los cerdos tienen su San Martín”, Es duro, pero nos habla de las consecuencias de nuestro comportamiento. Y en ocasiones, a los que no quieren oír, hay que hablarles fuerte.
En la escuela trabajé mucho con los niños el tema de “no hagas a otros lo que no te gustaría que te hiciesen a ti”. En una ocasión tenía en una clase un alumno sensible y tremendamente educado, porque la educación viene ya de casa, de los padres. Un día se peleaba con otro alumno poco ordenado y bastante sucio trabajando: tiraba papeles al suelo y los restos del sacapuntas al afilar lápices. El primer alumno era hijo de una limpiadora del cole. Y oí que le decía a su compañero desastroso: no tires las cosas al suelo, que luego las señoras de la limpieza tienen que barrerlo. Y el alumno poco educado respondió retador: “para eso están”. Ni que decir tiene que tuve que intervenir y aproveché para explicar a toda la clase que nos deberíamos poner en la piel de los otros y pensar si nos gustaría que nos diesen más trabajo o nos humillasen o abusaran de nosotros.
Los gamberros disfrutan un instante de su tontería, pero las consecuencias pueden ser enormes y duraderas. Un día, como un boomerang, les volverá a ellos, quizá aumentado, el disgusto provocado a los demás. Seguro. La refracción no se da únicamente en los rayos de luz.