Mª ANTONIA PÉREZ GARCÍA.
Para descansar del ajetreo navideño, hemos hecho un viaje corto, en distancia y en días de estancia. Pero muy fructífero en cuanto a aprendizajes. Ya lo he expresado en otras ocasiones: para aprender, solo hay que estar atento y observar.
En este artículo, de opinión y educativo, que creo de ambos aspectos tienen mis artículos (o por lo menos esa intención pongo), quiero hacer casi un homenaje a una limpiadora del hotel donde nos hospedamos. Que ese trabajo es duro y está mal remunerado es cosa sabida, pero últimamente sus jornadas son maratonianas. Se limpian en ocho horas o más, una planta entera de 25 habitaciones (o más también). En concreto, esta señora del hotel y la planta en que estábamos, a pesar del tremendo esfuerzo y hacer de tripas corazón, quitando la suciedad de personas (huéspedes) que en ocasiones son muy desagradables por descuidados, sucios, desordenados… llevaba todos los días una preciosa sonrisa en su rostro amable y afablemente sonrosado. Además preguntaba si estábamos bien o si necesitábamos algo. ¡Un verdadero aprendizaje, de esas personas que como ángeles están más pendientes de los demás que de ellos mismos! Yo, que me enrollo bastante, creo que lo demuestro con creces en los escritos, estuve hablando con ella, y su trato agradable y algo chisposo me reconfortó… La moraleja es que sea lo que sea que hagamos, mejor con sonrisa.
Más aprendizajes: preguntamos por una dirección a un señor que iba con un niño de la mano. No solamente nos indicó bastante bien, sino que al llegar a una intersección, vino deprisa detrás de nosotros pare recalcar aquello que nos había dicho, por si nos despistábamos. Segunda moraleja: hagamos lo que hagamos, mejor hacerlo bien.
Luego, en nuestra estancia aprendimos cómo en un mismo país, en cada lugar, las costumbres son diferentes, los conflictos se dirimen de formas distintas, las ciudades adolecen de diferentes problemas, las urbes cambian y se transforman gracias a estudios y políticas urbanísticas dispares.
Por cierto, cuidado con las publicidades: algunas son engañosas, desde pequeños restaurantes a grandes empresas. Hay que preguntar antes y repetir las cosas para evitar equivocaciones desagradables, unas conscientes y otras no tanto.
Y también recalcar que en todas partes hay personas a las que les cuesta explicar, la docencia no es lo suyo, por impaciencia e incluso prepotencia. Eso les ocurre en ocasiones a algunos jóvenes. Piensan que hay que saber lo que ellos dominan, es decir códigos QR, programas informáticos o lenguaje de redes. Pero desconocen cuándo se fundó su ciudad, qué civilizaciones hubo, si tienen o no muralla y no han pisado su propio museo arqueológico. Y no son capaces de explicarte, ni siquiera, cómo puedes pedir en un nuevo concepto de restauración: los restaurantes múltiples, que me niego a decirlo en inglés, porque no domino la lengua inglesa y porque estamos en un país con una gran riqueza de lenguaje. Bueno, también porque soy mayor. Por último, dejo la reflexión de la era digital, muy positiva y avanzada, pero que puede convertirse en un monstruo que nos fagocite. Y si no, al tiempo.