JULIO HERNÁNDEZ GARCÍA.
Los visigodos surgieron de los grupos godos del oeste de Europa que invadieron el Imperio romano de Occidente a partir del año 376. El asentamiento masivo de visigodos en la Península se realizó entre la segunda mitad del siglo V y principios del siglo VI. Se calcula que llegaron a la zona de Madrid hacia el 450, y se dispersaron en asentamientos rurales en los cauces bajos de los ríos Jarama, Manzanares y Henares, zonas apropiadas para el aprovechamiento agrícola y ganadero.
Crearon o aprovecharon los asentamientos romanos rurales existentes, en poblados tipo aldea o granja, dedicados a la agricultura, a la ganadería y al pastoreo. Habitaban en cabañas con zócalo de mampostería de piedra, paredes de adobe o tapial y con cubiertas de teja curva o, en ocasiones, de madera, ramas y barro.
Los restos visigodos más frecuentes encontrados son las necrópolis rurales, que se encuentran en los alrededores de la iglesia, en cruces de caminos, en las cercanías de los poblados o junto a cauces de agua. La orientación de los enterramientos se realizaba con la cabeza del difunto hacia el este. Abandonan la práctica de la incineración, típica del mundo romano, por la inhumación, a causa de la creencia cristiana en la resurrección de la carne. La mayoría de los enterramientos se hacían en fosas excavadas en el suelo o en cista, construida con lajas de piedra, incluida la cubierta.
Los ajuares suelen ser objetos de adorno personal y ofrendas de alimentos. La postura más frecuente es decúbito supino (boca arriba), con los brazos paralelos al cuerpo o cruzados sobre el vientre. A veces se aprecia reutilización de sepulturas. Predominan los enterramientos aislados, lo que hace pensar en un poblamiento de granjas, un tipo de asentamiento rural de unidad productora, formada por pocas personas, de una a tres familias.
En la zona de Villaverde se localizaron silos destinados a almacenamiento de cereales, siendo reutilizados como vertedero en algunas ocasiones, y en uno de ellos apareció un enterramiento visigodo con materiales de cerámica en la granja de Pista de Motos, en la desembocadura del arroyo Butarque al Manzanares (Barroso Cabrera-Morín de Pablos, 2006).
Musulmanes: En el año 711, un ejército de árabes y bereberes atravesó el estrecho, y en menos de tres años se hicieron con el control de toda la Península, casi sin resistencia. La región de Madrid fue ocupada ya en el primer año por los musulmanes. Algunos se asentaron en la zona llamada posteriormente por los cristianos La Salmedina, en árabe fahs al-Medina: el campo de la ciudad (Grupo de investigación del Parque Lineal), siguiendo con la tradición de la explotación rural de romanos y visigodos.
La Salmedina era una extensa zona y rica tierra en la baja cuenca del Manzanares hasta el río Jarama. En las zonas más altas y secas se plantaba trigo, vid y olivos. Tenían bosques para cazar y para leña. También había prados donde pastaban los rebaños de ovinos y bovinos. En la parte baja, junto a los arroyos y ríos, la agricultura era de regadío. Se convirtió en la despensa de Madrid.
La población vivía en alquerías (casas de campo) o almunias dispersas, dedicadas a la agricultura, aprovechando las abundantes fuentes de riqueza de la zona y que generaba el río Manzanares. En esta época iba más caudaloso y tenía frecuentes inundaciones que propiciaban el desarrollo de matorrales y especies arbóreas como la encina, el acebuche, el roble, el abedul, el olmo, el fresno, etcétera.
Son muchos los topónimos que quedan de aquella época y denotan la presencia musulmana en la cuenca baja del Manzanares, en la zona que hoy forma parte del término de Villaverde, como La Algarrada, Zurita, el molino de La Pangía, que posiblemente lo construyeran ellos porque deriva de Alfangía, Butarque (Buri Tariq)…
Se encontraron dos enterramientos de inhumación siguiendo la tradición islámica en el yacimiento de Pista de Motos. Se fecharon a finales del siglo VIII o principios del IX (Pérez Villa, 2014).