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Villaverde en la Edad Moderna

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En la época de los Reyes Católicos, en la relación con lo aportado por el concejo de la villa de Madrid, con sus arrabales y aldeas, para contribuir a la guerra de Granada, aparecen como contribuyentes Villaverde y La Algarrada. Así mismo, a finales del siglo XV Villaverde debía de tener bastantes vecinos, porque en la contribución económica para reconstruir el puente de los Viveros en Madrid era uno de los máximos contribuyentes.

Fernando del Pulgar, secretario y cronista de los Reyes Católicos, en diciembre de 1487 registra en el concejo madrileño 600 cántaros de vino que había cosechado en sus viñas de Villaverde. En 1498, Alonso Pérez de Vivero poseía tierras y viñas en el término de Algarrada. El concejo de Madrid a veces celebraba sus reuniones en alguna de sus aldeas. En agosto de 1488, la iglesia de Villaverde fue el lugar de encuentro de las mismas.

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El origen del nombre de Villaverde no está claro: para unos deriva del verdor del paisaje y para otros de la ermita de Santiago el Verde. En 1528 contaba 179 vecinos, “la mayoría labradores que tienen tierras arrendadas a caballeros, personas ricas y conventos de la villa de Madrid y que en parcelas propias producen vino y crían ganado en poca cantidad”. Se censan 19 viudas, 24 menores, 2 pobres y 14 exentos de pagar impuestos. El pago por impuestos era de 182,55 maravedíes por familia.

Los terrenos de La Algarrada eran de Antonio de Luzón y de Diego de Vargas, paje del emperador Carlos V y corregidor de Valladolid. En esa fecha tenía un solo vecino, y se despobló definitivamente en 1551. Poseía el privilegio de ser excluida de pagar impuestos al rey otorgado por Enrique IV (1455-1474) en 1467 a su doncel y vasallo Pedro Vivero, dueño en ese momento de La Algarrada. Le concedió además autoridad para multar y encarcelar a los que matasen en el término lobos u otras alimañas con 500 maravedíes, y si lo hacían a conejos, perdices o palomas, 50 maravedíes. Dicho privilegio fue confirmado en 1477 por los Reyes Católicos.

Antonio de Luzón tenía una casa en Villaverde (Alto), y en 1543 puso un pleito al concejo para que edificase en el solar que había enfrente de su casa, derribando las tapias que cierran sus ventanas causándole graves perjuicios en el campo que utilizaba como era. En el siglo XVI contaba con el soto y abrevadero de La Algarrada, con pastos y prado del concejo de Madrid. Próximos estaban el prado Serrano, más abajo el soto y presa de La Pangía, con pastos comunales de Madrid, lindando con los anteriores, el soto y ejido de Zurita, antiguo poblado como La Algarrada, y las tierras de Hormiguera.

El soto de Hormiguera perteneció al mayorazgo de los Luzón, fundado en 1533 por Antonio de Luzón en favor de su hijo Francisco. La casa aparece mencionada en el reinado de Juan II (1406-1455), de quien fue tesorero y maestresala Pedro de Luzón, alcalde de los alcázares de la villa de Madrid y su alguacil mayor. Francisco Melchor de Luzón Guzmán se lo arrendó a Ana de Córdoba Enríquez, condesa de Medellín. Francisco Melchor de Luzón era maestre de campo de los Reales Ejércitos, caballero de la Orden de Santiago, y en 1654 fue nombrado corregidor de la ciudad de Granada, cargo que ostentó hasta 1657. Los primeros propietarios del soto de La Pangía fueron Urraca Fernández y Martín López de Daganzo, que venden parte de los molinos y casa de La Pangía a Alfonso García de Paredes y Catalina González, su mujer, en 1418. En 1427 lo era con un molino Luis de Toledo. El último propietario fue Manuel Fermín de Baraybar en 1818. Entre dichas fechas los propietarios fueron Álvarez de Toledo, Núñez de Toledo, Toledo y Mendoza (marqués de Villamayna) y familia Baraybar y León.

Felipe V
La población consiguió el título de villa en 1712 por merced de Felipe V. Óleo de Jean Ranc (Museo del Prado)

En las Relaciones de Felipe II

Según las Relaciones de Felipe II (1556-1598), en 1576 tenía 250 vecinos, era una aldea pobre y de gente necesitada. Poseía un prado comunal para el ganado, una iglesia y dos ermitas. Hacía 25 años que se despoblaron Zurita y La Algarrada porque hubo “gran mortandad”. Sus vecinos pasaron a Villaverde.

La ribera del término de Villaverde con el río abarcaba una legua o legua y media, y había los siguientes sotos, molinos, ejidos, prados y propietarios. El soto de La Arganzuela, con un molino, era de Francisco Zapata. Anteriormente había pertenecido al común y podía pastar cualquier ganado de la demarcación de la villa. Este propietario arrendó la hierba por 10.000 maravedíes. Más abajo estaba el soto, molino y ejido de Hormiguera, que era de Pedro de Luzón. En estas fechas (1576) aún quedaban restos de cimientos de un poblamiento anterior. A continuación había cuatro prados del mismo dueño, de los que tenía arrendada la hierba. El soto de La Algarrada era, en 1581, de Pedro de Luzón, utilizado por los señores que poseían tierras junto al lugar. Soto de La Pangía con molino, propiedad de Luis de Toledo. Soto de Zurita, junto al río y con un ejido. Quedaban en él restos de paredes del antiguo poblado y tenía unas eras llamadas Las Dehesillas de Zurita. Aunque despoblado, era el único lugar que seguía siendo de los vecinos.

En 1587 contaba con 180 vecinos, y en 1591 tenía 331. En la época de Felipe II era abundante el agua en la aldea porque en invierno pasaban dos arroyos caudalosos y en verano uno, y contaba con muchos pozos. Sin embargo, en 1652 carecían de agua suficiente y la que había era nociva. Por ello el Ayuntamiento acordó vender la tierra del prado Horcajo y hacer con su importe una fuente cerca del arroyo Malvecino, enfrente de la casa de Francisco Luzón. La fuente tenía pilón y dos caños, las aguas las trajeron del término de Leganés.

El nombramiento de Madrid como capital, en 1561, por Felipe II hizo aumentar la actividad económica de Villaverde como principal abastecedor de pan y carne. Felipe II mandó construir el puente de Segovia en 1578, según proyecto de Juan de Herrera. Para ello, todos los pueblos y aldeas de los alrededores tenían que colaborar en los gastos, dependiendo de su población. Villaverde lo hizo con 32.256 maravedíes, el tercer máximo contribuyente.

Carlos de Austria
En 1710 instaló aquí su campamento Carlos de Austria, aspirante al trono. Pintor no identificado

Siglo XVII, época de crisis

El siglo XVII fue una época de crisis. En España se agudizó por epidemias, climatología adversa, malas cosechas, agotamiento económico por las continuas guerras, expulsión de los moriscos y descenso demográfico por la gran mortalidad entre los jóvenes reclutados para el Ejército. Villaverde también sufrió la crisis hasta tal punto que si en el año 1591 tenía 331 vecinos; en 1643, 163; y en 1694 había bajado a 86 vecinos. Curiosamente, en estos vecindarios aparece Zurita con 12 vecinos en 1643 y 22 en 1694, aunque se había despoblado varias veces en siglos anteriores.

El Ayuntamiento, en 1634, decidió roturar el prado Caballos que estaba en Tordegrillos, camino de las eras, y arrendar para pastos las eras de los Cenazales y el Verdinal para con el dinero conseguido socorrer a los vecinos. En 1644, el concejo de Madrid comunicó a las autoridades de Villaverde que debían pagar 600 reales para la reparación de los puentes de madera que no soportaban las crecidas del río. Aludiendo a la bajada de población consiguieron rebajarlo a 521. Por esta época tenía dos pósitos, uno real; tres tiendas: una de venta de tocino, un colmado y una carnicería; también contaba con una taberna, un mesón y una posada. En 1648 había en Villaverde una tienda de tocino llevada por Tomás Collado, otra tienda a nombre de Juan Moreno, una taberna y un mesón.

Al carecer de suficiente agua potable, vendieron la tierra del prado Horcajo para construir una fuente en 1652, junto al puente del arroyo Malvecino. Entre 1706 y 1767 se plantaron árboles en el pueblo para el “ornato público” y para “mejorar las condiciones higiénicas”. En 1710 instaló el campamento el aspirante al trono español, Carlos de Austria, en la Guerra de Sucesión. Por esa fecha se reformó o construyó el edificio del Ayuntamiento.

Villaverde consiguió el título de villa en 1712 por merced de Felipe V. La concesión de la carta de villazgo era un momento histórico para la población, ya que con ello adquiría independencia y nuevos poderes jurisdiccionales. Con dicho título se conseguía el autogobierno, la capacidad de ejecutar las disposiciones y ordenanzas del lugar, los privilegios y exenciones reales y la elección de alcaldes para el propio concejo.

D. Pedro Castellanos y su esposa Dña. Agustina Jiménez fundaron un hospital en 1713, regentado por la cofradía de San Andrés. En 1786 “estaba muy pobre”, y en 1921 ya no existía. Se encontraba en la calle Hospital, hoy Asfalto.

Según el Catastro de Ensenada de 1751, tenía 119 vecinos, seguía siendo de realengo y del partido judicial de Madrid. Junto al río, se encontraban tres sotos: de La Algarrada, de la Pangía, de Pedro Yermo, regidor de la villa de Madrid, del que se extraía pasto y leña, con una extensión de 250 fanegas. También tenía un molino que molía, cuando estaba activo, 400 fanegas de trigo. En el soto de Luzón del Mayorazgo de Osera había otro molino que molía lo mismo que el anterior.

Por el Censo de Floridablanca, de 1787, sabemos que contaba con 120 vecinos. En 1785 nacieron 30 niños y fallecieron 31 adultos. El terreno tenía pocos árboles, predominaban las retamas y algunos álamos blancos y frutales, y producía trigo, cebada, algarrobas y alguna hortaliza. Había fábrica de tejas. Funcionaban cada año 100 hornos, y cada uno producía 12.000 tejas. Por esa época las enfermedades más frecuentes eran las fiebres intermitentes, alguna inflamación pleurítica y fluxiones reumáticas. No había aguas, ni las de primera necesidad, porque eran pocas y nada seguras. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, la industria de Villaverde consistía en siete hornos de tejas y ladrillos, una fábrica de jabón y otra de chocolate que tenía un particular en su casa.

JULIO HERNÁNDEZ GARCÍA

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