EMILIO ÁLVAREZ FRÍAS.
Si bien empezamos estos comentarios echando un cuarto de espadas a las autoridades que nos gobiernan y cuidan de todo aquello que les hemos confiado, ello no quiere decir que debemos estar siempre encima de su comportamiento. Vive Dios que no es nuestro propósito, aunque sí llamar la atención cuando el caso lo requiera, sobre cómo llevan la gestión en ellos delegada, pues a veces se nota un poco abandonada, otras se aprecia un tanto desastrosa y, por el contrario, no son escasas las veces que merecen ser dignas de felicitación. La responsabilidad debe estar siempre pendiente del control; eso debe ser una preocupación de todos, y, lógicamente, quienes han asumido ocuparse de la gobernación de una parte o el todo de un país, ha de ir paralelo al agradecimiento por el buen hacer, la crítica cuando se equivocan, cuando no le prestan el cuidado requerido que exige la responsabilidad contraída.
Como hemos convenido, como buenos amigos —pues no somos partidarios de las grescas y menos de las reyertas—, junto con el interés que pongamos en los asuntos del barrio de Villaverde, estaremos atentos en hacer sonar las campanas cuando sea menester hablar de lo que apreciemos en otros lugares, y muy especialmente cuando se trate de los asuntos de toda España; por ello nos reconcome el desastre de la “gota de frío” que cayó sobre Valencia fundamentalmente —aunque también otras zonas fueron dañadas por la deslocada DANA—, ya que las autoridades no estuvieron a la altura debida, lo cual ha producido un gran daño en los que han sufrido el mayor desastre. Mas como ha sido un tema muy machacado, lo dejamos ahí y nos ocuparemos de otro aspecto igualmente inesperado, el comportamiento de los paisanos.
Ciertamente que de vez en vez hay que cantar un gloria por la conducta de nuestros convecinos, de las gentes que nos rodean, pues tienen comportamientos sumamente destacados, insospechados. Por supuesto que los hay de distintos niveles, y que reaccionan de forma muy variada según se encuentren situados en la sociedad, o a tenor de cómo se producen los acontecimientos
Quizá no venga a destiempo señalar algunas variantes al respecto. Por ejemplo, como no están clasificadas en ningún vademécum, se me ocurren los siguientes:
— Los que se conceden a importantes personalidades por los méritos contraídos durante su gestión, cuya evidencia pública tiene lugar con todo boato y suele ser representada con el otorgamiento de bandas corporales o emblemas muy valorados.
— Los mismos premios a personas que no han hecho nada, o su comportamiento ha sido escaso en favor de los demás, cuya concesión hay que calificar como excesiva y vergonzosa, pues no son merecedores de tal valoración.
— Los que son otorgados a personalidades que, mediante el buen uso de su profesión, han aportado valores importantes para la comunidad y que casi sirven más para empavonar a quien lo da que a quien lo merece.
— Y luego hay una gran variedad que se concede por merecimientos a personas sencillas, de favores a los amigos, a gente que uno se quiere quitar de en medio y lo soluciona con una condecoración; y un largo etcétera.
— Y está el gloria que se merecen los “don nadie” por entrega a los demás, por jugarse la vida salvando a otros que están a punto de perderla, por el servicio a la comunidad que lo necesita, sin esperar nada a cambio; lo más un abrazo de agradecimiento.
Y en este último caso nos queremos situar para cantar el gloria. Lo hacemos por toda la gente que se ha ido a Valencia a trabajar por los demás. Chicos y chicas jóvenes que no lo han pensado dos veces, jóvenes mujeres que han cambiado el maquillaje por un “mono” lleno de barro, por jóvenes que han cerrado los libros porque lo importante era salvar a quienes están a punto de perder la vida, por mujeres y hombres mayores que saben lo que es el trascurso de los días empeñados en ofrecer amaneceres a personas que lo precisan.
A nosotros nos atrae más esta gente que aparece como “don nadie”, la que teniendo un “porqué” sabe situarse en el lugar adecuado para echar una mano a sus paisanos, para abrazar a quienes en ese momento no saben qué hacer salvo llorar, a cuantos contemplan el desastre en el que han caído y, a pesar de todo, tienen fuerzas para limpiar las calles de barro, tirar todos sus bienes que ya no sirven, pensar en un futuro que desconocen pero con el que se van a enfrentar día tras día; solos, con la familia, con los amigos, incluso con los desconocidos.
Cantamos un gloria por toda la gente que ha salido de los distintos lugares de España; pero muy destacadamente, porque son nuestros compadres, por las personas que en Madrid han hecho el petate y se han puesto camino de Valencia. Porque hemos de ser honrados y honestos y darnos cuenta de que hay gente maravillosa en todas partes, aunque se la note menos que a los asaltadores, estafadores, drogadictos, okupas y demás gente de mal vivir. Sí, pensamos en los policías, los bomberos, los estudiantes, los sin trabajo, los militares, los gobernantes que han sabido enfrentarse desde aquí con el problema y tomar las medidas adecuadas para ayudar en el desastre. Sin olvidarnos de los amigos que han decidido subirse a una gran furgoneta del Centro Veterinario de la Ciudad de los Ángeles, repleta de todo lo necesario para atender a las mascotas que tanta compañía hacen a muchas personas, y también merecen ser atendidos, pues forman parte de las familias.