Toda la soberbia tradición está en tu cuerpo,
y toda la sombrosa modernidad.
Tu cuerpo tiene algo de fundamentalismo de al-Mutanabbi,
algo de las luminosidades de Rimabud
y algo de las alucinaciones de Salvador Dalí.
Estos versos son del poeta sirio Nizar Qabbani, una de las figuras más relevantes de la lírica árabe contemporánea. Su aparición supuso una bocanada de aire fresco dentro del encorsetado panorama literario de la época. Solo la poetisa iraquí Nazik al Malaika se había atrevido a experimentar con el verso libre, introduciendo una alternativa a la estructura métrica tradicional.
Si tienen en su estantería libros como La voz a ti debida de Pedro Salinas o Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda, no pueden perderse al que es conocido como “el poeta de las mujeres”. Del artista siempre se debe conocer el contexto, y la vida de Qabbani es inseparable de su obra. Cuentan que cuando el poeta tenía 15 años, su hermana mayor Wisal se suicidó porque le prohibieron casarse con el hombre que amaba.
Sus versos son la manera que encontró Qabbani para luchar contra las condiciones sociales que ahogaban los deseos de las mujeres: “La libertad que quiero para la mujer es la libertad para amar, la libertad para decirle a un hombre ‘te quiero’ sin que arrojen su cabeza al cubo de la basura”. El libro del amor, traducido al castellano, es uno de los más conocidos, pero su legado es extenso y merece la pena consultar sus poemas sobre la pérdida, la derrota del nacionalismo árabe o sus sugerentes apuntes sobre Al Ándalus.
Y es que Qabbani fue embajador en España durante cuatro años y tuvo la oportunidad de visitar Granada, Sevilla, Córdoba. Ahora me resulta dolorosamente evocador este verso: “Por las calles de Córdoba, a menudo me he metido la mano en el bolsillo para sacar la llave de mi casa en Damasco”, porque llevo sin visitar la casa y los seres queridos que tengo en Siria, de donde es mi familia paterna, desde el 2011.
Me sorprendo, a menudo, recitando a Qabbani. Sobre todo, cuando necesito encontrar un espacio de encuentro, que es donde realmente yo me siento libre. Y cuando leo sobre las discrepancias, y la crispación que genera, un tema tan polémico como el uso del velo; me acerco a la realidad desde la inmensa ternura de un hombre que consiguió resaltar la belleza de la mujer precisamente desde sus contradicciones. Tradición, modernidad. Y un verso que sirve de puente entre mundos tan dispares. A veces el arte es lo único capaz de conseguir lo inimaginable.
Por Laila Muharram