ANA POZO MOHEDANO.
Diminutas partículas que, si las sostienes y con premura las observas bajo un microscopio, parecen estrellas. También vienen del cielo. Me da serenidad verlas flotar, verlas volar, verlas caer… Cristales de hielo, gotitas de agua fina, escamas individuales, que juntas forman la amalgama de nieve que aquella madrugada de frío invierno nos pilló por sorpresa. Amanece un paisaje cubierto de limpia y blanca nieve. Perplejidad al mirar por la ventana. Nieve que cubre árboles, aceras, bancos, tejados, celosías… Todo repleto de una gran alfombra de algodón.
Ni los más mayores habían visto algo similar en la gran ciudad.
Muñecos de nieve con sus correspondientes accesorios, bufandas, guantes de colores, gafas, la típica nariz de zanahoria, gorros, ramas que simulan brazos, botones, espumillón, corbatas y pajaritas decoraban cualquier rincón del barrio.
Los coches no pueden circular, así que la plaza se convierte en una pista de juego, de patinaje para niños y mayores que se vuelven pequeños, y algún trineo… Cuánta algarabía y muchas fotos. La fuente que preside el centro de la vieja plaza, repleta de carámbanos. Blancas bolas que se lanzan unos a otros… y ríen.
Al pasar los días, me detengo de nuevo observando los árboles.
Pero…
¿Cómo esos frágiles copos pudieron romper sus ramas, sus gruesos troncos, convirtiéndolos en aristas? Sus hojas, sus tallos, llenos de vida.
Perplejidad otra vez al ver el nuevo escenario, tan diferente a los días anteriores. Todavía de estampa blanca pero ya no tan limpia. Los muñecos de nieve se van deshaciendo, derritiendo, cayendo, y sus complementos también.
Y dando un largo paseo, voy observando todo lo que llega a mis ojos.
Un huracán parece que hubiera pasado.
A lo lejos, una joven, que también pasea. Me acerco y la veo recoger algunas ramas, hojas, piñas de algún pino que hay en el suelo y troncos de madera… que va guardando en una cesta de mimbre.
¿Qué hará con todo eso?
¿Qué hará con los leños caídos?
Cucharas de madera.
Cucharas talladas que se llenan de rica sopa, con la que entrar en calor los días de frio, y en la que, por sus olas, navega un barco…
Cucharas que transportan alguna especia, para dar sabor, otro sabor, que aderece las vidas…
Cucharas que en su cuenco acunan a un bebe. Que tal cual sea su tamaño, así será el mar de grande. Remolinos de café, té o cacao.
Cuchara que se convierte en marioneta de títeres.
Cucharilla de postre para degustar lo dulce.
Grandes cucharones que se usan para servir, para compartir, en los tazones de tus manos…
O que soportan una vela que al prenderla ilumina el sentir, y que decora de colores para mejor esculpir.