Suheil intuía que la historia de amor que le acababa de contar su madre, días antes de abandonar Beirut en 1970, le perseguiría durante su largo exilio en Alemania. Pero lo que tardó mucho más tiempo en descubrir fue la manera en que le daría forma. Solo décadas más tarde, durante un sueño, se revelaría la voz del narrador que llevaba buscando desde que huyó de Siria: componer la trama puliendo mil y una teselas para formar un mosaico armonioso que solo podría apreciarse cuanto más lejos estuviera de él el espectador.
Así escribió Suheil Fadel, más conocido como Rafik Schami, su El lado oscuro del amor: tejiendo historias que cobran sentido contemplando el tapiz completo. Este escritor sirio se obsesionó con un crimen que presenció en su juventud: una mujer musulmana fue asesinada por un miembro de su familia en plena plaza del pueblo por enamorarse de un cristiano. Más tarde su madre le contaría otra en la que una mujer se vengaba del hombre que la había violado y con el que se había tenido que casar por expreso deseo de su familia para limpiar el “crimen de honor”.
El autor habla del silencio
y la falta de libertad
Con todas esas vidas rotas se dedicó, secretamente, a un proyecto literario ambicioso que le obligó a desterrar prejuicios de su propio país y adentrarse en la historia real de la sociedad árabe que permitía semejante barbarie. Una historia donde los clanes familiares regían las vidas de los que tenían a su cargo. Tardó casi cuatro décadas en pulir el mosaico donde cada tesela escondía el secreto de otra.
No todo eran amores prohibidos como los de Layla y Majnun. Si quería escribir sobre la sociedad que había abandonado debía explicar por qué la abandonaba. Ya en 1970 presiente que no hay esperanza. Se refugia en Líbano, y más tarde en Heidelberg, para huir del servicio militar obligatorio de tres años. Ya sospecha que en la Siria del futuro no hay espacio para un joven químico aspirante a escritor. La censura lo acecha. Lo que le ocurrió a la Siria que dejaba superó, como sabemos, cualquier relato de ficción.
La relación con la Siria anterior al 2011 la aborda en su libro Sofía o el origen de todas las historias. En una entrevista reveló que el Gobierno le amnistió y convidó a visitar el país bajo la condición de hacer propaganda al régimen como un intelectual que ha encontrado su camino de vuelta a la madre patria. Rafik se negó. Escribió en cambio esta novela, que aborda cómo imagina que hubiera sido el encuentro con su amada ciudad. La nostalgia del exiliado que sabe que no volverá impregna cada página.
En ambos libros se habla del silencio y de la falta de libertad. Del primero resalta la capacidad de supervivencia de los sirios, que se consuelan de la censura con la risa: “Por miedo, los damascenos se habían retirado a una crisálida de silencio. Se hablaba mucho y se hacían muchos chistes, pero solo para distraer la atención del silencio”. Del segundo nos habla de esa libertad transitoria del fugitivo recién capturado: “No hay peor falta de libertad que la que uno se ve obligado a soportar tras haber aprendido a respirar libremente”.
Así se sienten hoy los sirios, secuestrados por su propio régimen, conscientes de que los que se atrevieron a desafiarlo ya no están para contarlo. Solo queda la esperanza de que otros conserven la memoria, ya sea a través de un cuadro, de un documental o de un libro. Que sus historias permanezcan protegidas de la violencia de las armas y la tiranía del tiempo, hasta que otro Rafik o Rafika Schami encuentre la manera de desempolvar cada tesela para que podamos contemplar y comprender el mosaico de voces que nos fue negado en 2011.
LAILA MUHARRAM
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