En el año 48 antes de Cristo los astrónomos chinos descubrieron una nueva estrella, que desapareció enseguida. Se ha reconstruido ahora lo que sucedió.
En mayo del 48 antes de Cristo, los astrónomos chinos percibieron un nuevo punto en la constelación de Sagitario. Unos días después había desaparecido. Para aquellos escudriñadores orientales de los cielos, se trataba de unas de esas estrellas a las que llamaban “invitadas”, que observaron una y otra vez. Los astrónomos modernos reconocerían en esas estrellas de brillo efímero poderosas explosiones ocurridas en la lejanía cósmica.
¿Pero fue eso lo que pasó en el caso del suceso del 48 antes de Cristo? Sí, así lo afirma un grupo internacional de la Universidad de Praga. Creen que han encontrado los restos de aquella explosión con el Telescopio “Very Large” del Observatorio Europeo del Sur, en Chile. Se hallan en el cúmulo globular M22, un conjunto compacto, esférico (o, más exactamente, elíptico), de cientos de miles de estrellas viejas que rodean a nuestra galaxia como satélite de ésta.
El equipo de científicos ha distinguido en el cúmulo una niebla luminosa que parece ser el residuo de una explosión de nova, conclusión a la que han llegado después de estudiar el espectro de la luz correspondiente. En una nova lo que ocurre es que hidrógeno que se acumula en la superficie de una enana blanca se reenciende nuclearmente, y ello, además de causar un gran aumento del brillo durante unos días, expele materia hacia el espacio.
La posición en el cielo no coincide exactamente con aquella donde los astrónomos chinos vieron en el 48 antes de Cristo el fenómeno, pero entonces las coordenadas celestes no se podían determinar con la precisión con que hoy se hace. Teniendo esto en cuenta, resulta muy probable que fuera esa nova lo que los astrónomos chinos observaron hace unos 2.060 años.
La ciencia moderna es cada vez más capaz de asignar a las observaciones históricas sucesos reales. Por ejemplo, lo que avistaron los astrónomos chinos y árabes en el año 1054 fue una supernova que dejó como residuo a la famosa nebulosa del Cangrejo. También se ha relacionado con una nova un fenómeno observado por astrónomos coreanos en 1437.
De igual modo, muchos astrofísicos atribuyen un fenómeno celeste del 77 antes de Cristo a una nova. Sin embargo, en ese caso resulta difícil asociarlo a una fuente concreta, ya que no se documentó de modo suficiente la parte del cielo en que fue visto.