El nombre más común es “salamanquesa” o geco (Tarentola mauritanica), aunque atrae más el nombre de “dragón”.
Sí, su figura recuerda a este animal de la mitología zoológica, salvo que nuestro amigo no sobrepasa los 15 cm, no tiene alas ni escupe fuego.
Ya digo, los alias que reciben son, entre otros: osga, pracan, perenquén, perinquén, dragó, dragonet, talla-robes, dragolí, aldabón, santorrostro, saltaojos, saltarrostro, pelá, esgarrarropas, etc. Muchos nombres para un pequeño reptil “tan invisible cono habitual”, y por ello lleno de leyendas y supersticiones.
Es como una lagartija, aunque muy aplanada y cabezona, y tiene el dorso cubierto de escamas tuberosas. Su cola es espinosa con bandas en diferentes tonos. Su pupila, vertical, se dilata en la oscuridad para permitir una mejor visión. Llama la atención la boca tan grande, preparada para engullir insectos del tamaño de algunas mariposas nocturnas.
Tiene un tamaño pequeño-medio, y vive en grietas en paredes, estructuras abandonadas e incluso entre rocas y troncos de árboles. Se las puede ver de día tomando el sol, ya que son animales “de sangre fría” y necesitan calentarse.
Gracias a las laminillas (que funcionan a modo de ventosas) que poseen en sus dedos aplanados pueden trepar sin dificultad por paredes verticales y cristales, e incluso caminar boca abajo por los techos. Se trata de un reptil de hábitos nocturnos; las podemos ver cerca de focos de luz, como las farolas, sobre todo en las noches calurosas del verano, donde se ven atraídos por multitud de insectos voladores como los mosquitos, polillas, etc., de los que se alimentan.
Se camuflan muy bien y a veces solo las detectamos si se mueven. Pueden cambiar de color como los camaleones, aunque los cambios sean menos llamativos. En realidad varía ligeramente la tonalidad de su piel según la luz, yendo solo desde el blanco grisáceo al marrón oscuro. Si se las molesta pueden perder la cola, pero aunque les vuelve a crecer no lo hace con el mismo tamaño que la original, por ello no debemos molestarlas.
Muchas son las leyendas sobre este animal: que son venenosas, que muerden, que escupen y te quedas calvo o ciego, que se pueden introducir por orificios del cuerpo, nariz, oídos… y comerse el cerebro u otros órganos, o dejarte tonto o muerto, que tienen poderes curativos o mágicos, etc.
Otra leyenda es que “cantan”, y esto sí que tiene una base real: las salamanquesas vocalizan diferentes sonidos para comunicarse entre ellas o si las coges. Sus voces son parecidas a chirridos y grititos agudos, y dicen cosas como “este es mi sitio”, “no te acerques más” o “me gustas como pareja”.
La verdad es que, si encuentras una en casa, no es necesario que la ahuyentes, la molestes ni, mucho menos, la mates, pues se trata de un animal sumamente inofensivo. Su presencia en el hogar resulta beneficiosa, ya que ayuda a disminuir las plagas que puedan existir, como cucarachas o mosquitos, al alimentarse de estos insectos. ¡Y esto sin causarte ninguna molestia! Su presencia funciona casi como un “control de plagas natural”, pues no contamina, no contiene químicos, no te cuesta nada y no ocupa espacio.
¡Pon un dragón en tu vida!