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La calle es un mar de luces,
envuelta en brumas de asfalto,
que gira con los perfumes
y truena entre los zapatos.
La Luna reina en la Plaza
bostezando entre los arcos
y desnuda la mirada
del joven que está mirando.
Y entonces habla el silencio,
gimiendo en los corazones
mordiéndonos los recuerdos
ocultos en las prisiones.
La noche suspira un verso
que hace cantar al olivo,
la nana que va durmiendo
las ondas que habita el río.
Los sueños se abren camino
trepando por los balcones;
y sueña el hombre que es niño
y sueña el niño que es hombre.
Y entonces habla el silencio,
gimiendo en los corazones
mordiéndonos los recuerdos
ocultos en las prisiones.
Dos hay que entre sus besos
dejan escapar la boca
que recita sobre el cuerpo
un volcán que el alma brota.
Una pregunta a la deriva
naufraga en la mente insomne,
ajena a la magia viva,
cuestiona hasta el propio nombre.
Y entonces habla el silencio,
gimiendo en los corazones
mordiéndonos los recuerdos
ocultos en las prisiones.
Aarón Hernández