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Perdona por darte la chapa, Concepción

Perdona, Concepción, pero tenemos que darte la chapa, porque somos el único barrio de la zona sur que no tiene polideportivo, y sin esa instalación deportiva nuestros pequeños y mayores se ven obligados a marcharse fuera del barrio para practicar su deporte favorito.

Somos conscientes, señora presidenta del Distrito, de la situación gravísima por la que está pasando el barrio, y damos por hecho que primero hay que atender a las personas más necesitadas, pero también sabemos que ese proyecto de dicha infraestructura existe, y lo que le pedimos es que no se olvide de ella y deje en el archivo para siempre la necesidad e ilusión de todos los deportistas y clubs federados del barrio.

También sabemos que todos los grupos políticos representados en la Junta del Distrito están de acuerdo en seguir adelante con el proyecto, y no le cuesta mucho, Concepción, decirnos a todos los vecinos de Ciudad de los Ángeles cómo van y están las cosas con todos los actores implicados en el asunto. En estos tiempos tan amargos y difíciles para todos en el barrio tenemos la obligación de ilusionarnos y tener fe en que veamos de verdad un polideportivo al lado de nuestras casas y que muchos papás vean desde la habitación de sus hijos el campo de fútbol donde jugarán, al tiempo que les dicen que ahí se harán futbolistas.

Pues nada, ya le he dado la chapa, Concepción… Ahora le toca a usted, y nunca mejor dicho, pensar en sus ciudadanos del barrio.

Alejandro Rey Hurtado, vecino de Ciudad de los Ángeles

La nueva oleada y el Hospital 12 de Octubre

La entrada del verano producía en “El 12” sentimientos de incertidumbre y cansancio, mirando con temor hacia el pasado y con respeto hacia el futuro. Siendo consciente de que su sistema, el sanitario, continuaba siendo castigado como en los últimos años. Años de recortes y privatizaciones, cuyos responsables permanecen en el poder, jugando las mismas cartas. Todo marketing y titulares vacíos

Se preguntaba dónde estaban los planes, medidas y soluciones para reforzar su sistema, al mismo tiempo que veía que se vapuleaba a los “héroes y heroínas” con contratos con letra pequeña y manejados como títeres, no solo en sanidad, sino también en otros sectores como personal de supermercados, transportistas, trabajadores del campo….

Y de nuevo, soltando de la mano a la Atención Primaria, pero inmersos en planes que rentan, como el hospital de pandemias, privatización de servicios de limpieza… mientras hacían caso omiso a los médicos internos residentes, pero sí publicando ratios de curas/pacientes, y reduciendo derechos laborales en relación a la conciliación familiar al limitar las excedencias.

“El 12” se estaba preocupando, ya que esta pandemia podría azotar a sus barrios, donde nunca se ha actuado teniendo en cuenta los determinantes de la salud, que producen una desigualdad entre barrios ricos y pobres. Viendo a su gente apelotonada en vagones hacia el trabajo, sintiendo muy lejano eso que llaman “teletrabajo”.

Y a finales de julio, “El 12” comenzó a percibir que algo no iba bien. La puerta de entrada de la mayoría de los pacientes (Urgencias) estaba atendiendo cada vez más casos de pacientes COVID-19. Poco a poco ha ido aumentando el número de pacientes ingresados en plantas y en UCI. Son varias las plantas habilitadas para pacientes con COVID-19: la 15, 13, 12, parte de la 11, 6 izquierda, 4 derecha, la 5 derecha, una planta de screening, UCI de la planta segunda, y en el edificio materno-infantil habilitadas ocho camas en dos plantas.

El 11 de agosto se registraban 71 pacientes en planta y 5 en UCI, y en poco más de 15 días 185 ingresos en planta y 21 en UCI (A fecha de 28 de agosto), conviviendo con camas cerradas (como todos los veranos, y sin ofrecer este año los datos de cierre), llegando a tomar la decisión de suspender cirugías no urgentes, mientras que se mantiene como el segundo hospital de la C.M. con mayor lista de espera (cirugías, especialistas y pruebas diagnósticas), rozando los 34.000 pacientes. Y con la pena de ser uno de los hospitales a nivel nacional con mayor número de trabajadores contagiados, alrededor de 1.100.

“El 12” mira a su alrededor, y quien debería tener unas bases, pilares y muros sólidos, y actuar como contrafuerte y principal puerta de entrada a nuestro sistema sanitario, está devastada. Esa Atención Primaria no funciona como quisieran tanto la población como los profesionales, los cuales están bajo mínimos (nada novedoso).

El cierre de centros de salud y SUAP (Servicios de Urgencias de Atención Primaria) funcionando a medio gas, la falta de rastreadores, el aumento de funciones… produce en los profesionales agotamiento y frustración. La prioridad es la patología por COVID-19,

y la cronicidad del resto de patologías, que aún existen, está en un segundo plano. Para todo esto tampoco existe un plan, siendo miles quienes necesitan cuidados, seguimientos y ser tratados.

Nos esperan momentos duros, y “El 12” solo pide que se blinde y se defienda una sanidad pública 100%, universal y de calidad, dejando a un lado el hospitalocentrismo, los intereses de unos pocos, centrándose en la salud comunitaria y salud pública, y soñando con una Atención Primaria reforzada y sólida.

SECCIÓN SINDICAL MATS DEL HOSPITAL 12 DE OCTUBRE

San Cristóbal: nuestro centro de salud necesita recursos, no recortes

En pleno mes de agosto, con una situación de grave crisis sanitaria, la Consejería de Sanidad del Gobierno de la Comunidad de Madrid dirigido por PP y C’s decide ejecutar unos recortes de personal del 50% en el Centro de Salud de San Cristóbal

El propio personal sanitario del centro fue el encargado de denunciar esta situación mediante carteles informativos en la puerta del ambulatorio, un drástico tijeretazo que deja bajo mínimos y con más sobrecarga a unos trabajadores ya de por sí exhaustos.

Esta decisión política deja a nuestro barrio con un déficit claro en la Atención Primaria, un servicio público esencial para la contención de la pandemia. A todo este despropósito debemos unirle que la COVID-19 está afectando de manera más grave a barrios de rentas bajas del sur de Madrid como el nuestro, por diferentes circunstancias: viviendas más pequeñas, falta de recursos para sufragar costes de mascarillas o gel hidroalcohólico, precariedad laboral que expone mucho más a nuestros vecinos y vecinas ante el virus… por lo que San Cristóbal se encuentra entre las zonas más afectadas de toda Europa, con un alto número de contagios por cada 100.000 habitantes.

Todos recordamos durante los meses de confinamiento el homenaje continuo en nuestros balcones con los aplausos al personal sanitario por su labor incansable, sin embargo hay cierta tendencia a olvidar pronto. La amnesia selectiva del Gobierno de nuestra región y sus acólitos asfixia de forma consciente a nuestros médicos, y como consecuencia a nuestros vecinos, demostrando en la práctica que su homenaje no era real, sino mero oportunismo ante una situación extrema.

Debemos ser coherentes y exigir más personal para una mejor atención: la COVID-19 ha demostrado la importancia crucial que para cualquier sociedad supone tener una sanidad pública universal y de calidad.

Cualquier lógica política e institucional que defienda mínimamente el bienestar de sus vecinos aportaría más recursos en sanidad en las zonas más afectadas por el virus, pero parece ser que el Gobierno de la Comunidad de Madrid continúa con su hoja de ruta clara de abandono y deterioro de los barrios del sur de nuestra ciudad.

Una carencia de servicios públicos que se une a la falta de limpieza en nuestras calles, el establecimiento de mafias del tráfico de drogas o la falta de recursos para el empleo digno y de inversión para la reindustrialización de la zona.

Una situación insostenible denunciada durante el verano por parte de nuestra asociación vecinal, impulsando dos concentraciones en el barrio contra este tipo de medidas y exigiendo mejoras que dignifiquen nuestras calles.

Desde nuestra asociación animamos al vecindario de San Cristóbal y al de los distintos barrios de Villaverde a que reclamen en sus centros de Atención Primaria de referencia para arrancar más recursos para la salud de nuestros barrios, ya sea a través de escritos en los propios ambulatorios como por la web de la Consejería de Salud.

Solo a través de la denuncia y la lucha colectiva de la ciudadanía organizada podremos conseguir avances en favor de la mayoría.

A.V. LA UNIDAD DE SAN CRISTÓBAL

El Plan Director del Polígono Industrial de Villaverde

Si antes de la COVID-19 la regeneración de este recurso local era una necesidad, ahora, en la crisis actual, es una urgencia, sostiene la Plataforma Nave Boetticher

 

Desde sus inicios como organización vecinal, la Plataforma Nave Boetticher se fijó como uno de sus objetivos el fomento de una estrategia de revitalización económica en Villaverde impulsada por el tejido ciudadano.

Una de las piezas fundamentales de este objetivo ha sido la regeneración del polígono industrial de Villaverde, un importante recurso local con cerca de 1.100 empresas y 16.000 trabajadores de una gran variedad de sectores, en un distrito con graves carencias de empleo y renta, pero necesitado de una importante adaptación de sus infraestructuras, ambiente y tejido empresarial a las condiciones actuales. Una redignificación del espacio para quienes trabajan allí y para la olvidada colonia residencial ubicada en su interior.

La iniciativa pretendía, además, enlazar este yacimiento empresarial con la actividad de impulso a la innovación del cercano equipamiento municipal de la Nave Boetticher, buscando el esfuerzo común y las sinergias en el objetivo de paliar la brecha socioeconómica del Distrito.

No hace falta recordar que ambos espacios son además la memoria castigada de un pasado en el que Villaverde era el corazón industrial de Madrid, “la gran fábrica del sur”, desmantelada en la crisis industrial de los años 70 sin ninguna alternativa salvo convertir el Distrito en un espacio residual de almacenaje de población desempleada y fuerza de trabajo poco cualificada, y en lugar de desechos del metabolismo urbano.

Además, la pandemia de la COVID-19 amenaza claramente con agravar las condiciones del Distrito. Una población con trabajos poco cualificados, con bajos ingresos, va a sufrir seguramente como todos los estudios pronostican un impacto negativo mayor respecto al conjunto de la ciudad. Y lo mismo podemos decir del tejido empresarial, formado mayoritariamente por microempresas.

Si antes de la COVID-19 la regeneración del polígono industrial era una necesidad, ahora, en la crisis actual, es una urgencia. La Plataforma ha impulsado este proyecto junto con la AEVI, AFANDICE y A.V. Marconi entre las organizaciones vecinales por distintos medios: debates, conferencias, recorridos vecinales por el polígono… iniciando simultáneamente contactos con la Administración ya en la legislatura anterior, inicialmente con la Concejalía de Economía y Sector Público y más tarde con la Dirección General de Estrategia Urbana del Ayuntamiento de Madrid.

Desde el comienzo, la Plataforma persiguió este objetivo como un proceso con implicación ciudadana, impulsado a la vez por todas las partes implicadas: empresas, trabajadores, vecinos y Administraciones, fijando las claves del proceso en la creación de un marco de actuación, el Plan Director, y un marco de debate, gestión y auditoría del proceso: la Mesa para la Regeneración del Polígono.

Hoy existe ya un avance de propuesta de un Plan Director para el polígono de Villaverde diseñado a través de trabajos realizados por la citada Dirección de Estrategia Urbana. La Plataforma ha realizado ímprobos esfuerzos con sus escasos medios para que este proyecto contara desde sus inicios con la participación ciudadana, cosa que no ha ocurrido hasta fechas recientes.

Ahora este avance debe ser debatido con todas las organizaciones del Distrito, debe fijarse como un objetivo de la Administración local y ser incluido como política específica en la estrategia municipal, diseñando los objetivos, mecanismos y plazos para su ejecución. Este avance debe ser convertido en una clara política de intervención pública en el distrito de Villaverde.

La plataforma Nave Boetticher es una agrupación de vecinos y vecinas interesados en propiciar un mayor impacto que este equipamiento tiene en los distritos de Villaverde y Usera y promover un cambio sistémico que aborde las desigualdades estructurales del sur. Para ello trabaja en tres programas, que pretenden abordar la brecha digital, revitalizar el área industrial de Villaverde y mejorar la conexión con el entorno del Manzanares Sur.

Más información: plataformanaveboetticher.wordpress.com

PLATAFORMA NAVE BOETTICHER

Universo Rock Radio, nueva emisora en el barrio

El día 7 de septiembre, a las 19:00, en el CIVyD (Cinesia) tuvo lugar la emisión inaugural de la emisora Universo Rock Radio, que podrás ver y escuchar a través de este enlace: http://universorockoficial.es.

Con una programación habitual en la que encontraremos los clásicos y novedades del mejor heavy rock, cine, terror y también humor, hablarán asimismo en esta primera entrega sobre la situación del ocio nocturno y el futuro de la música en vivo, e incluso habrá regalos (discos, camisetas, películas…).

En la línea editorial de la nueva emisora se encuentra de forma destacada el apoyo a la cultura segura y a la música en vivo, y buena prueba de ello será la actuación en acústico de Castilla (folk-rock), que será retransmitida en directo a través de: https://www.facebook.com/universorockoficial

REDACCIÓN

Ayuntamiento y Ministerio ignoran al vecindario en la solución a las depuradoras del sur

Las asociaciones vecinales del entorno del Parque Lineal / río Manzanares, en su tramo sur en el municipio de Madrid, hemos tenido noticia por la prensa de que el Ministerio de Transición Ecológica (MITECO) y el Ayuntamiento de Madrid han acordado mantener en su ubicación actual las depuradoras de La China, Butarque y Sur, y manifestamos una gran extrañeza y una gran preocupación y malestar por dicha decisión.

Gran extrañeza, porque el informe de MITECO de febrero de 2019 sobre este sistema de depuración manifestó claramente que había tres alternativas viables: 1. nuevas plantas en los tres espacios actuales; 2. eliminar La China y nuevas plantas en Butarque y Sur; 3. levantar una sola instalación, la Sur. ¿Por qué, entonces, se ha decidido mantener las tres en los espacios actuales? ¿Dónde está el resultado de las consultas realizadas propuestas por ese Informe? ¿Para qué han servido?

Y gran preocupación y malestar, puesto que las entidades vecinales de los distritos afectados hicimos los deberes, planteando alternativas, argumentos y propuestas, y se sigue dejando al margen a quienes tenemos que padecer que Madrid limpie su agua a costa de lo que el propio informe reconoce de olores, ruidos, insectos, lodos, colectores, estanques de tormentas… Porque la intensidad del impacto de estas depuradoras con la emisión de contaminantes, mal olor, ruido, vibración y otras molestias ponen en riesgo la salud humana. Siempre hemos considerado que es esencial considerar estas molestias a la hora de priorizar la decisión a tomar, lo que no ha sido el caso.

A todo ello hay que sumar que el espacio que ocupan impide el desarrollo de la ciudad que nosotros también somos, aunque no lo parezca ni se nos reconozca, impidiendo que el medio ambiente y la riqueza histórica existente, pero desconocida, olvidada y machacada, que hay en todo este tramo del Parque Lineal del Manzanares, sea puesta en valor y sea nuevamente ninguneada. Somos ciudadanos, y no simplemente sufridores de lo que la ciudad necesita, pero no quiere y nos lo manda al Sur.

Porque debe haber una solución no solo para las aguas, sino también para la ciudadanía. ¿Es que a nosotros no nos protege nadie? ¿Qué podemos decir después de este anuncio de acuerdo sin que se haya reunido la mesa de seguimiento que el Ayuntamiento estableció al efecto, creada precisamente para tratar estas alternativas? ¿Y sin que haya habido comunicación, ni diálogo, ni respuesta alguna, como era de esperar, a las alegaciones al documento de consulta? No podemos aceptar la opción adoptada de mantener las tres depuradoras rehaciéndolas.

Por todo ello hay que pasar a actuar considerando todos los aspectos: el desmantelamiento de las dos depuradoras (La China y Butarque), evitar el despido de los trabajadores de las plantas y la recuperación medioambiental de la zona. El derecho de ser vecinos y vecinas de la ciudad exige nuestra manifestación como ciudadanos.

Campaña en Change.org: https://cutt.ly/bfkfw2g

A.V. LA UNIDAD DE VILLAVERDE ESTE

Excursión a Pontejos

Cruzamos la Puerta del Sol hacia Mayor, para dirigirnos a Pontejos. Alda, Claudia y yo caminábamos juntos, cada uno con nuestros pensamientos. A cada paso que dábamos nos asaltaba un olor distinto, a pasteles y bollos, a asfalto recalentado y a los periódicos del día. Samuelito, que, como ya he contado anteriormente, era alérgico a las rebajas, dijo que se quedaba para guardar la casa. A saber, juegos, lectura e internet. El calor se abatía sobre las moles de cemento. Hasta el chorro de la fuente parecía un brasero de vapor congelado. Los rayos del Sol tejían telillas fosforescentes con la luz y al chocar con el agua enhebrada producían esa ilusión óptica que tanto me encandilaba. El rumor de esa agua era lo más vivo de la plaza.

Claudia exhibía la bolsa de compra donde guardaba su falda negra. Cuando se quitó los cascos, yo me puse a temblar.

  • Seres —dijo—, y, a continuación, profirió un lamento ensordecedor, su cara se descompuso en un rictus de dolor.
  • ¡Mamá, mamá!, me duele mucho —soltó.

Alda, conocedora de las tretas de su hija, le respondió con voz serena.

  • ¿Qué te duele cariño?
  • Vuestra hija se muere de dolor de tripa y vosotros os quedáis tan anchos, seguís a lo vuestro como si tal cosa, sois unos padres maravillosos. ¡Augggh!

Con su nueva postura sugirió otro retorcimiento de dolor.

—  ¿No se te pasa? —pregunté yo.

—  La tripa no me duele ahora, pero he sentido un chasquido terrible en los glúteos. ¡Ay, ay! —siguió con su letanía sin darme tiempo a preguntarle más—. Me arde el estómago y este brazo —dijo señalándose el brazo derecho—. No lo siento.

A medida que nos acercabamos a Pontejos, el bullicio de gente fue desapareciendo, el ruidoso silencio ya no me turbaba. Antes de que llegáramos a la pequeña plazoleta, yo me paré en seco y con tono inocente le pregunté:

  • ¿Nena, qué tal tienes las pestañas?

Sorprendida, me miró sin comprender con ojos interrogadores y respondió cortésmente:

  • Bien, ¿por qué?
  • Por nada, me alegro de que tengas algo sano en tu cuerpo.

Se tragó la sonrisa y avanzó dos pasos para que no la viera, pero yo sabía que no pararía de reírse hasta entrar en alguno de los comercios donde se supone que íbamos a buscar el famoso botón. Ya estaba otra vez en tierra de nadie. Los libros, las bravas, la cerveza, empezaban a ser leyenda.

Eligieron al azar una de las tiendas atraídas por el escaparate, abarrotado de toda clase de menudencias para el vestido. Un ramillete de muchachas escarbaba dentro de unos cajoncitos bien alineados en un pequeño mostrador inclinado hacia el público. Estaban repletos de cuentas para hacer abalorios en topacio, granate, amatista, piedra lunar, oval, cornalina, cuarzo rosa, lentejuelas y otras muchas.

Claudia llevaba la mano de su madre de un cajón a otro con sublime pericia mientras tarareaba una canción infantil que se le había quedado pegada a su oreja desde pequeña.

Una gran variedad de pechos distintos rozaban una y otra vez las cuentas. Sus dueñas reían excitadas toqueteándolo todo y lanzando exclamaciones de júbilo.

Claudia graduaba el tamaño de sus ojos acorde a su interés por el objeto que momentáneamente tuviera en las manos. Yo ya empezaba a tener turbadoras visiones de múltiples combinaciones sensoriales.

Cadenas para hacer cinturones, broches para collares y pulseras, hilos para enfilar collares, cuentas de cristal para bordados, hilos para crochet o ganchillo. A Claudia le parecía todo aquello como volver a la infancia. Su descenso al “Maelstrom”[1], ese negativismo visceral que hacía extensivo a los demás, desaparecía en momentos como éste. Radiante, zarandeaba a su madre jubilosamente y la arrastraba por los mostradores. Estaba todo tan atestado de gente que nadie prestaba atención a las peonzas humanas en que se habían convertido madre e hija. Una fuerza irresistible, la fuerza de la naturaleza positiva, emergía de Claudia. Dentro de ella se había puesto en marcha un poderoso imán de atracción al que su madre era incapaz de sustraerse. Yo las seguía a duras penas por las tiendas siempre alejado de ellas, en espera, retirado lo más posible de los mostradores por caminos que conducían a escaleras infinitas, a otros pisos, a pasillos de nadie, cargando el dolor en los pies y la flojera en el alma. No quería verme envuelto en aquel trasiego de manos agazapadas y suspiros perturbadores. Las miraba a las dos tan juntitas, tan felices, que casi no podía creer que Claudia fuera la misma persona que discutía agriamente con su madre y conmigo, que lanzaba toda clase de improperios difíciles de olvidar. Cuando surge lo verdadero, vive y sube en cada latido a su propio cielo.

Yo sí que ya me había olvidado de mis libros, mis patatas bravas y mi cerveza. Flaqueaban mis deseos, pero, la verdad, confortaba mucho más ver el cuadro que tenía ante mis ojos. Ahora la hija cogía de la cintura a su madre y la llevaba de acá para allá sujeta como una cometa que surcara el aire encelado, con tanta rapidez y con giros tan imprevisibles que me las veía y me las deseaba para no perderlas de vista entre aquella maraña de mujeres sedientas de tantas y tan extravagantes esencias de colores. No tocaban el suelo con los pies y yo me las imaginaba a las dos como volátiles copos de luz, incluso por momentos aparecían a mis ojos incrédulos como extrañas siluetas de seres mitológicos.

Salieron de la primera tienda sin comprar nada y, con los ojos hipnóticamente encriptados, entraron rápidamente en la de al lado. Claudia reía y se comportaba conforme a su edad, diecisiete años. Para mí todos estos cortos recorridos eran agotadores y seguir sus huellas puras sobre el empedrado constituía para mí una prueba de fe.

Los mostradores contenían casi lo mismo que los de la tienda anterior, pero este local tenía un piso más y nuevos departamentos. Más sopor, más pesadez para mi cuerpo. Ciclópeo esfuerzo para mis huesos que gritaban pujando por salir de allí. Aguantaba por amor, por llevar el mismo paso de Alda, con el cuerpo rígido, pasmado entre tanto movimiento. Pasaron velozmente tocándolo todo, las cremalleras, los bastidores para bordar, los cordones para cortinas. Claudia se empecinó en llevarse unas borlas para tiradores de cortinas, pero su madre le convenció de no hacerlo en medio del griterío que las rodeaba, con esa serenidad que siempre empleaba, pausando la palabra y que en otros momentos tanto desesperaba a Claudia porque no se ponía a la altura de sus gritos juveniles cuando sacaba hacia fuera su silencio retador. En situaciones así, nadie podía saber lo que pasaba dentro de su alma de mujer ni se atrevía a remover su corazón terco. Por eso yo me guardaba mi pobre voz con las patatas y la cerveza ya olvidadas y permanecía en una frágil mudez de cristal con cara de niño descuidado que hubiera caído en el centro de un tornado invencible. Siempre que estaba enfadada con el mundo, discutía y bajaba a Dios hasta su habitación, lo metía en el microondas de su cabeza y de allí salía calentito y con muchos porqués. Teatralizaba sus protestas gestos moviendo sus manos como alas de luz, pero era muy sincera, muy directa, hablaba con tanto desparpajo que te desarmaba.

Cuando paraba por la casa, siempre estaba muy cansada, exhausta según ella y sin ganas de hablar de cualquier tema que pudiera estar relacionado con un atisbo de responsabilidad. Sentía verdadero pavor por acabar algo de lo que empezaba. Cuando las cosas se ponían realmente mal y el ambiente se tensaba como un arco arrojando la flecha de la ofensa directamente al corazón, Alda se refugiaba en la cocina y sollozaba en silencio junto a la ventana mientras Claudia se encerraba en su habitación, nos soltaba su música por la minicadena y se tumbaba en la cama guardando el cariño en su colección de botellas de cerveza vacías. Amaba el color y el dibujo de sus cristales. En esas ocasiones yo solía entrar en su cuarto sin llamar, me sentaba en la silla giratoria de su mesa de estudio y me quedaba mirándola sin hablar, con las piernas cruzadas para no hacerme el importante, soportando el dolor con que la postura ataba mis huesos enfermos. Si notaba mi presencia, se volvía, me miraba con aire incierto y un pelín de desconcierto en sus grandes ojos oscuros y reaccionaba enseguida diciéndome: “¡Fuera!”. Y si entonces veía que no me movía, remataba la frase con un “Es mi habitación”. Yo apartaba la mirada y con tono cansado le contestaba desviando mis ojos hacia su mesa de trabajo:

  • Creí que debíamos hablar de leyendas, del por qué va y viene la claridad y de por qué la Tierra no es completamente redonda.
  • No quiero hablar con vosotros, entre nosotros ya está todo dicho, no os quiero como padres.
  • Quizá te quieran más los padres de algunos de tus amigos, tal vez te mantengan y te den de comer y te aguanten —razonaba yo sin éxito.
  • Ves! Esto es lo que no aguanto, que siempre me echáis la culpa de todo lo que pasa, y mi hermano hace lo que le da la gana y le dais todo y a mí en cambio me gritáis. Y vale, vete ya de mi habitación. Odio contaros nada de mi vida, hablar o discutir con vosotros, os odio, odio todo y a todos.

Volcán Claudia. El gozo y la pena se alternaban. Tal y como es la vida. Pero, aunque nunca quería hablarme, o siquiera hablar, para discutir sus cosas, discutíamos, hablábamos, intentábamos razonar nuestras ideas y creencias. Y ella volvía a bajar a Dios a la tierra y a qué se yo cuánta gente más, para hacerlos partícipes imaginarios de sus desdichas y temas de discusión. Al final nunca resolvíamos nada y, la verdad, yo nunca he tratado de imponerle ninguna idea por la fuerza. Por otra parte, hubiera sido inútil, pero al menos el arco se destensaba y la flecha disparada, al menos durante unos días, permanecía estática, como un ente durmiente pero amenazador en el cálido aire pacífico. Sólo se tranquilizaba tumbada en su cama boca arriba mirando a oscuras las estrellas y planetas fosforescentes pegados en el techo. Soñaba con escapar a otros mundos. Al caer el mediodía, con el olor de la comida, todo se desvanecía y se transformaba en una muda tregua de paz, propiciada por el hambre.

Viéndolas allí, tan unidas como si fueran amigas o hermanas, no me importaba perderme las bravas y la cerveza fresca, porque la visión de esos momentos, envueltos en una neblina de sagrada fantasía, reparaba mis simples desdichas cotidianas como no poder saciar el hambre con algo muy apetecible, el dolor inhumano en mis pobres pies, la insoportable espera en todos los establecimientos y el seguimiento faldero de una tienda a otra. Inacabable jornada de cordero. A pesar de la desesperación colorista que divulgaba con mis breves parpadeos, no me importaba nada, ni la cerveza ni las bravas de mi alma. Y claro que prefería ver, sentir, tocar casi, estos repuntes de felicidad que eran la demostración palpable de que en el centro huracanado de sentimientos arremolinados de Claudia reinaba una bendita paz. Ojalá algo o alguien pudiera lograr que esa serenidad fuese constante. Quién sabe, quizá con el discurrir del tiempo.

Yo seguía guardando prudentemente las distancias, no quería romper con mi presencia cercana, esos instantes de mágico encantamiento, ese Thule emergente de las aguas convulsas de su cuerpo adolescente. La Claudia feliz.

Madre e hija proseguían su andadura, saltaban de un mostrador a otro sin pararse siquiera a respirar. Alda parecía varios años más joven, contagiada sin duda por el espíritu alegre de su hija, trataba de seguir sus pasos de ballet y se dejaba llevar dulcemente por ella en medio de aquel interminable ajetreo a que se sometían inundadas las manos de la brillantina de toda aquella bisutería efervescente de luz.

Cada una señalaba a la otra los artículos y enredaban divertidas con los abalorios multiformes. Toqueteaban encantadas toda clase de botones formados en hileras. y no sabían cuál llevarse, si el de cuarzo rosa, el de cornalina, el oval de piedra lunar el cúbico o el prisma con figuritas. Hasta yo me acerqué extrañado a curiosear cuando se separaron unos centímetros. Nunca había visto tantos y tantas clases de botones que parecían excitarse al ser tocados dentro de sus cajoncitos numerados. Algunos destellaban por sí mismos y tuve que frotarme varias veces los ojos para cerciorarme de si era cierto. Todo formaba parte del cuadro mágico que allí estaba representando todo el mundo, el instante en el islote feliz que según dicen existe fuera de nuestro. La visión de aquellos botones alteró de tal forma mi percepción sensorial, que creí firmemente hallarme en una de aquellas islas maravillosas. Los islotes del tiempo, también llamados islotes de la felicidad existían, sí, y el instante feliz también. A veces los tenemos delante y nuestra ofuscación no nos deja verlos, los vivimos y los dejamos escapar por miedo. El enfurruñamiento no nos deja ver esas cumbres felices manchadas de un blanco puro y rodeadas de nubes entreoscuras de mal genio. No nos damos cuenta con las prisas, el apego al dinero, el ansia de tener y el estrés.

Cerré el libro sin poder reprimir una sonrisa en mi boca seca, dejando que el pasador pensara por mí el número de página. Como Claudia diría, al autor se le había ido la olla.

Pensé que no quería saber lo que pasaría cuando saliéramos de aquel conglomerado de locales llenos de detalles menudos, de aquel insólito y encantador lugar llamado Pontejos, en el mismo centro de Madrid. Que la pequeña plazoletilla con fuente rodeada de banquitos de madera para sentarse invitaba con su tibia quietud a quedarte y no dejar pasar sin más ese tiempo, a disfrutar del esplendor extraño de sus comercios antiguos y nuevos, del aroma de sus géneros.

Tal vez al dejar la plaza, cuando nos alejáramos, volviéramos a la vida real, a los enconos, al grito agrio, a las disputas de madre e hija, al remolino adolescente. No lo sabía pero en ese exacto minuto estaba sentado en una nube balsámica de botones multicolores y no quería pensar en eso.

Felipe Iglesias Serrano

[1] A descent into the Maelström, 1841. Edgar Allan Poe.

 ‘Incluso de nuestras crisis, como ésta, tenemos que aprender’

Raúl Martínez, activista, educador y profesional del medio ambiente

La crisis provocada por la pandemia de COVID-19 ha tenido también efectos muy visibles en el medio ambiente, desde la explosión de vida (tanto vegetal como animal) fruto de nuestra “retirada” al confinamiento hasta la proliferación de nuevos residuos (guantes, mascarillas…) o la vuelta a la “normalidad” en cuanto recuperamos la movilidad. De todo ello y de más cosas relacionadas con el medio ambiente en el Distrito hablamos con nuestro buen amigo Raúl Martínez, activista, educador y profesional del medio ambiente.

Creo que hay novedades en torno a la Mesa del Árbol, en la que participas… Cuéntanos…

Bueno, la última reunión de la Mesa del Árbol tuvo lugar ya hace un año y pico, y ahora la ha retomado Borja Carabante [delegado del Área de Gobierno de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento] con una normativa nueva, que ha dado lugar a que sea posible no solamente tener representantes de grupos, sectores profesionales, empresas o colectivos… Yo no formo parte de ninguno, pero me han nombrado, vamos a ponerlo entre comillas, como “consultor experto”. No tengo voto, pero sí tengo voz y me escuchan, y eso es lo que yo quería: no representar a colectivos humanos, sino a nuestros vecinos más antiguos, los árboles, que sigo pensando que hay que proteger, cuidar, amar y hacer todo lo posible para que sigan siendo nuestros vecinos.

Así pues, ahora estamos esperando la primera reunión. Yo tengo previsto proponer en ella actualizar el inventario de los árboles que están catalogados dentro del plan de ordenación del Ayuntamiento como “bienes de interés”. Eso no se ha hecho desde hace muchísimos años, hay algunos que conozco que ya han desaparecido, y otros que merece la pena que estén incluidos. Esa actualización me parece muy importante, porque si no vamos a tener lo de siempre: cualquier obra puede atentar contra un árbol que tiene un valor no solamente ambiental y natural, sino cultural, dentro del ámbito de donde vivimos, sin que nadie haga nada para evitarlo.
Vamos con el tema central de la entrevista: desde tu punto de vista como experto en la materia, ¿cómo ha vivido el distrito de Villaverde esta pandemia en términos medioambientales?

Pues la verdad es que la pandemia nos ha enseñado muchísimas cosas, y una de las principales es la constatación de que si dejas a la naturaleza actuar por sí sola nos va a regalar con mucha mayor biodiversidad, con un mayor equilibrio, con más de todo… Si ya pensaba que Villaverde era el distrito con mayor biodiversidad de Madrid por una serie de razones como estar en el extrarradio, encontrarse al lado de un parque natural como el del sureste, estar conectado con otros ecosistemas a través de pasillos naturales que no debemos perder… pues si era así, estos meses lo ha sido todavía mejor. No lo hemos podido constatar porque estábamos confinados y también nos teníamos que regir por la normativa existente y por tanto no podíamos estar en el campo estudiándolo, pero ya simplemente haciendo unas mínimas actividades como ver aves desde la terraza de casa y llevar una serie de inventarios, hemos visto perfectamente cómo todo ha evolucionado a mejor… Al lado de casa me ha criado el ruiseñor, ha aumentado el número de nidos y de parejas de autillo en el Distrito… En mi terraza han aparecido plantas silvestres, seguramente traídas por los pájaros al venir a mis comederos en el estómago o en las patas… Plantas silvestres que no tenían ni que estar aquí en

Villaverde, pues son propias de ámbitos mediterráneos… Y claro, a mí todo esto me estaba llenando de alegría. Pero después ha venido la decepción, con eso de que “parece que está todo como si fuera una selva”. Pues esa selva, eso que llamamos “plantas inútiles” o “malas hierbas”, es lo que permite que tengamos biodiversidad, y la biodiversidad evita pandemias… Parece que no hemos aprendido…

Desarrolla esa idea, que es interesante…

Bueno, personalmente dudo del origen animal de esto, pero de todas maneras sí que existen muchas enfermedades producidas por vectores animales, que en sus lugares de origen están controladas por la naturaleza en equilibrio. Cada cosa tiene su función y su hábitat, aunque nos parezca que es inútil que haya un animal o una planta en un sitio determinado… Si vamos quitando animales y plantas, desertizando, deforestando, va aumentando el número de especies desaparecidas, y alguna de esas especies, por muy poca importancia que parezca que tiene, a lo mejor es la que controla algún tipo de enfermedad que nos puede llegar a nosotros… Si quitas un elemento, rompes el equilibrio y eso tiene un efecto: algo que estaba reducido comienza a expandirse porque ya no hay nada que lo contenga, no hay contrapeso… Eso lo saben muy bien los agricultores: los controladores de plagas para la agricultura se refugian justamente en las especies de “malas hierbas” que hay entre cultivo y cultivo, en el borde de los caminos… Eso lo tenemos comprobado en el Huerto Ladis, proyecto al que tengo el honor de pertenecer, que por cierto ha donado toda la cosecha a la comunidad para echar una mano a quien lo necesite.

Lamentablemente, el efecto positivo del confinamiento no se ha mantenido…
No, porque tenemos una percepción de lo que es naturaleza urbana que no cuadra… Por ejemplo, mucha gente piensa que un parque tiene que ser un parque inglés, y no somos ingleses, somos países mediterráneos: no tenemos que tener césped, ni regar los pinos que están en el césped, porque entonces se caen… Es posible “llegar a un acuerdo”: mantener limpios ambos lados del camino dejando siempre algo salvaje en vez de la pradera verde, pero hay incluso una cierta presión social en el sentido que la gestión de zonas verdes tiene que ser así, como todo limpito, todo podado y tal… Y las podas también tiran árboles, porque los debilitan. Solamente hay que podar si es necesario o si molesta, pero podar por podar y desbrozar por desbrozar, porque tenemos la percepción de que queda más bonito desbrozado… ¿Que hay peligro de incendio? Pues desbrozas algo del camino, pero deja el resto… Y no tendría que haber peligro de incendio si fuéramos solidarios con nosotros mismos y con el resto de la sociedad y no tiráramos basura.
Ésa ha sido la “foto fea” de este confinamiento, ¿no? Los “nuevos residuos urbanos”: los guantes, las mascarillas…

Y los colchones… Se tiraban los colchones sabiendo que hay un servicio de recogida gratuito… Lo que no hacemos en nuestra casa, lo hacemos fuera porque creemos que están en la obligación de recogerlo, que sí lo están, pero vamos a ser solidarios también con los trabajadores del servicio y con el propio Ayuntamiento. Ellos también están haciendo un esfuerzo, aunque solo sea para que no proteste la gente, pero es que nosotros tenemos nuestra parte en la culpa, porque aunque tuvieran una legión de gente limpiando, como no estamos educados debidamente, seguiría habiendo mierda, colillas… Y de verdad que hay auténticos profesionales de la jardinería, de la recogida de basura, de la limpieza viaria… y se esfuerzan, que los veo yo todos los días… Pero claro, muchas veces incluso se les va la moral porque acaban de pasar y ya está todo lleno de mierda. Vamos a poner todos también de nuestra parte, que esto es una convivencia entre todos, y tenemos que aprender de nuestros errores… Incluso de nuestras crisis como esta pandemia tenemos que aprender.

¿Cómo ha sido tu actividad estos meses?

Bueno, yo soy profesional del medio ambiente: técnico y educador ambiental, asesor… Realizo actividades y talleres ambientales, salidas con gente para enseñarles la naturaleza… Bien, pues todo eso se ha ido de momento, y me he tenido que buscar la vida… Así que durante todo este tiempo de crisis y el que nos queda estoy trabajando en un mercado… Un doctor en Biología está trabajando en un mercado… ¡y fenomenal! Porque en el mercado, la Galería Luyego, he conocido a unos profesionales y una gente maravillosa, que me ha facilitado la labor que yo tengo que hacer, que es facilitarles a ellos la suya, y me he dado cuenta de muchas cosas de cómo se trabaja allí. Por ejemplo, que todos podemos hacer educación ambiental desde nuestras distintas responsabilidades y nuestros distintos puestos de trabajo. Cada cual puede aportar su parte con los conocimientos que tiene de su actividad. Por ejemplo, ahora se están separando muchos más residuos en el mercado porque me he metido yo un poco a promover esa cuestión, y ya me preguntan al respecto… Y yo por mi parte he podido empaparme gracias a las demás personas que trabajan allí de cómo funciona cada cosa, llenándoles de preguntas para conocer mejor el sector de la alimentación. Y no olvidemos que en los mercados, las galerías de alimentación y las tiendas de barrio es donde hay que comprar, no solo porque así generamos menos residuos, sino también porque recibimos una atención mucho más personalizada y creamos puestos de trabajo en nuestros barrios.

Para terminar, ¿quieres enviar algún mensaje directo a los vecinos?

Que debemos aprender de todo esto y ser más ciudadanos, más sociales y más personas desde el punto de vista ambiental y desde el solidario. Lo mismo que cuidamos nuestra pequeña vivienda, el planeta es la vivienda de todos y tenemos también que cuidarlo; está en nuestra mano.

ROBERTO BLANCO TOMÁS

El Ayuntamiento pone en marcha subvenciones para rescatar al deporte base

La previsión es que se puedan otorgar aproximadamente 570 ayudas, un incremento cercano al 50 % respecto a las 355 concedidas en 2019

La Junta de Gobierno ha aprobado una subvención extraordinaria de cuatro millones de euros para rescatar al deporte base de Madrid y colaborar con la viabilidad y sostenimiento de los clubes madrileños en un momento muy delicado en su trayectoria, tal y como ha explicado la portavoz del Gobierno municipal, Inmaculada Sanz, en rueda de prensa.

El Área de Cultura, Turismo y Deporte ha presupuestado esta nueva partida que, junto a los 1,7 millones ya convocados para actividades deportivas y clubes no profesionales, suma la mayor cifra de la historia del consistorio, 5,7 millones de euros, destinada a paliar los efectos económicos derivados de la crisis sanitaria y facilitar la adaptación de los clubes a la situación creada por la pandemia durante la temporada 2019-2020.

De este modo, las ayudas municipales pasan de 2,4 millones de euros que se repartieron en 2019 a los 5,7 millones que se van a conceder en esta última convocatoria. Un incremento histórico para el deporte base de la ciudad.

De la nueva partida extraordinaria de 4 millones de euros, un total de 3,6 millones estarán dirigidos a las actividades deportivas de los clubes básicos madrileños y los 400.000 euros restantes serán destinados a la promoción del deporte de la ciudad.

Estas subvenciones hacen especial hincapié en la promoción del deporte femenino, el deporte inclusivo y los deportes minoritarios para no dejar a nadie atrás en estos complicados momentos para el deporte base, una de las prioridades del consistorio.

En esta convocatoria extraordinaria se prevé que se puedan otorgar un total de 570 ayudas, un incremento cercano al 50% respecto a las 355 que se repartieron en 2019 o las 341 de 2018. Los clubes deportivos, federaciones y entidades deportivas madrileñas dan servicio a unos 1.600 equipos, en los que participan alrededor de 40.000 deportistas.

Las distintas entidades y clubes deportivos madrileños conforman un movimiento asociativo que estructura y da cauce al deporte de base de la ciudad, facilitando la participación de miles de deportistas de todas las edades en las competiciones de base municipales y federadas y también en las ligas nacionales no profesionales. Este sector cumple una función social relevante, ya que contribuye de forma decisiva a la formación en salud a través de la actividad física de miles de jóvenes.

PRENSA AYTO.

La triste realidad de la educación

ABANDONO EDUCATIVO DEL DISTRITO POR LA ADMINISTRACIÓN

Estamos a 31 de agosto, mañana empieza la vida en los colegios y los maestros todavía no tenemos un protocolo de actuación claro y conciso, solo sabemos que tenemos que ventilar a la entrada al aula y a la salida y mandar a los niños que se laven las manos cinco veces al día… Y con esto y sin bizcocho nos mandan a los niños en unos días de vuelta al colegio. Eso sí, aquí en la Comunidad de Madrid se quieren poner cámaras en las aulas… ¿pero para qué? Si no tenemos ordenadores decentes, el mobiliario está destrozado, no nos cambian ni las pizarras, las pizarras digitales no funcionan, nunca va internet en condiciones y un largo etcétera… pero nos quieren poner cámaras. ¿Se habrán parado a pensar en la ley de protección de datos e imágenes de los menores? ¿Alguien habrá pensado si yo como maestra voy a consentir que mi imagen esté siendo grabada? Creo que no.

Los colegios, desde mayo más o menos, tienen protocolos listos para la vuelta a clase, pero esos protocolos han sido elaborados por los maestros de los centros. Hemos puesto toda nuestra buena intención y voluntad, pero no somos sanitarios ni epidemiólogos, no estamos capacitados para ello, y depositan en nosotros ese peso, el peso de la salud de nuestros alumnos. No es justo.

Soy maestra por vocación, me encanta mi trabajo… En septiembre pasado (como todos los cursos), cuando recibí a mis alumnos, sabía que haría todo lo que estuviese en mi mano por ellos para enseñarles, pero este curso no solo se nos pide que les enseñemos: se nos pide que con nuestras consideraciones y como nosotros creamos oportuno les tengamos fuera del alcance de la COVID-19… Y yo lo siento mucho, pero no me siento capacitada para llevar ese peso sobre mis hombros. Soy maestra: educo, enseño y busco tres mil formas de llegar a cada uno de mis alumnos, pero no se me puede pedir que sea responsable de que con el protocolo que nosotros elaboramos nuestros alumnos estén a salvo. Yo no me he preparado para ello, no me he formado para hacerlo y no soporto la idea de tener esa responsabilidad. Durante este tiempo nos hemos cansado de pedir instrucciones claras, pero… aquí estamos.

Cada día los padres nos dejan su bien más preciado, lo más valioso de sus vidas: sus hijos. Siempre les he mirado a los ojos y les he dicho que estuviesen tranquilos, que haría todo lo que estuviese en mi mano, pero esta vez no sé si eso será suficiente.

Una maestra indignada