Nuestros árboles vecinos proporcionan al ciudadano continuos e impagables favores, y aunque muchas veces les culpemos de ser causa de molestias y peligros, ellos son también las víctimas de una mala gestión que nosotros hacemos del arbolado, de los parques y de las calles.
Los árboles benefician en: disminuir temperatura y ruido aumentando la humedad ambiental; disminuir, desviar y filtrar el viento; reducir la erosión y la pérdida de agua de lluvia; generar oxígeno y consumir CO2; retener el polvo y agentes contaminantes; aportar biodiversidad; adecuar el asentamiento de la avifauna y otros pequeños animales; hacer más amable la ciudad y acercar la naturaleza al medio urbano; tener funciones educativas y culturales y de encuentro en el espacio libre urbano, dando cubierta al mismo; favorecer la salud y motivar sensaciones psicológicas de relajación, complacencia y bienestar; tener valor simbólico y dar significado al espacio urbano; aumentar el valor de la propiedad; integrar, organizar y dimensionar el espacio urbano.
Nuestros árboles, conociendo todo lo que nos reportan, deben ser respetados y cuidados por todos nosotros, y tenemos que poner en valor aquellos elementos arbóreos o grupos de árboles destacados sobre el resto por diversos motivos, no solo técnicos, para que, desde los responsables de las áreas correspondientes y junto con los vecinos, reciban una atención especial, pudiendo ser ejemplos de gestión compartida y objeto de información, divulgación y educación.
RAÚL MARTÍNEZ