Cuando en 1986 se formó en la provincia de Sevilla el grupo de pop-rock de estilo humorístico, denominado agropop y llamado No me pises que llevo chanclas, las chanclas o chancletas se usaban en casa, en la playa o en la piscina; pero no en la calle o en transportes públicos. Con la llegada del verano y del calor que nos agobia, en las calles madrileñas prolifera cada vez más chancletear, particularmente entre la gente más joven. Son más frecuentes las chanclas de dedo totalmente planas. Precisamente son las más perjudiciales, según opinión de los expertos, que en este caso son los podólogos. Opinan que: no sujetan bien el pie; la gente curva los dedos para sujetar la chancla y el esfuerzo repercute en músculos y tendones, provocando la inflamación de la vena que une el talón con el antepié; y al ser plana la suela no amortigua el peso, ocasionando lesiones lumbares. A corto plazo, se auguran esguinces y, a largo plazo, juanetes. Los accidentes se producen sobre todo en escaleras.
A los podólogos se unen los cardiólogos, advirtiendo a la gente con diabetes y problemas de circulación sanguínea que, si se cortan o se pinchan en el pie, las heridas tardan más tiempo en curarse y pueden producir úlcera.
A podólogos y cardiólogos se unen otras personas, por razones estéticas y de higiene. Hay pies bonitos, bien cuidados y dedos atractivos; pero no es lo más abundante. A la suciedad de la calle, de los tubos de escape de coches y motos, de quienes sacuden alfombras y todo lo que se puede sacudir, se une la porquería que transportan los usuarios de chanclas, también en sus casas. Otra cuestión es si se pisa a quien lleva chanclas. Ante este panorama estético-sanitario y cívico, las autoridades municipales podrían tomar partido. Si la alcaldesa de Madrid, relajando la tensión política de la ciudad, publicara un bando, en tono castizo y desenfadado, aludiendo al uso callejero de las chanclas ¿cómo reaccionaría la oposición?
Carlos Rodríguez Eguía