El relato y las representaciones simbólicas, principalmente las suministradas por medios de comunicación de amplio alcance, asumen una importancia capital en la configuración de la visión que tiene la ciudadanía en torno a un acontecimiento o a un colectivo.
Por eso, resulta tan alarmante la cobertura que algunos medios han hecho en torno a la agresión y acciones derivadas ocurridas la semana del 12 al 16 de octubre en el Distrito San Blas-Canillejas. Ciertos titulares como “La tensión explota en San Blas ante el aumento de delitos violentos tras la llegada de ‘menas’ al barrio” parecían escritos a vuelapluma, con poca sensibilidad y ánimo sensacionalista.
Aún más pavorosos fueron los tuits donde aparecían vídeos que afirmaban que los integrantes de la manifestación portando las pancartas de “MENAS no” eran vecinos del barrio. Sin embargo, eran jóvenes venidos de otros lugares de Madrid que canalizaron una preocupación justificada de la comunidad y la convirtieron en un acto claramente xenófobo. No, no eran los vecinos.
En cuanto al lenguaje utilizado en los artículos, organizaciones como UNICEF ya desaconsejaron utilizar el término “MENA” (Menores Extranjeros No Acompañados) porque deshumaniza al colectivo e invisibiliza el hecho de que estamos hablando de niños y niñas, adolescentes o personas adultas que acaban de llegar a su mayoría de edad.
Pero además esta palabra se ha vinculado abiertamente a peligrosidad. En un contexto político tan polarizado como el que vivimos en la actualidad, términos como los que acompañan a los titulares (“tensión explota”, “delitos violentos”) refuerzan el imaginario colectivo de las personas que practican sin pudor el discurso del odio.
No todo vale. Instrumentalizar la palabra “mena” en búsqueda del clic fácil solo favorece el clima de discordia, se estigmatiza a miles de menores que están bajo nuestra tutela y dificulta su integración. Es responsabilidad de los medios de comunicación buscar las fuentes que aporten contexto más allá de los testigos. Afortunadamente, otros medios de comunicación sí que demostraron que este periodismo es posible.
El programa de Televisión Española La hora de La 1 invitó a Ismael, de la Asociación de Ex-MENAS de Madrid, que relató su experiencia como menor extranjero no acompañado. El debate se enriqueció además con la llamada telefónica de una vecina del edificio donde se sitúa el piso tutelado y que expuso su experiencia y sus legítimas demandas para una mejor convivencia.
Otros medios digitales se han dedicado también a desmontar los bulos que estaban alimentando la tensión en el vecindario. En definitiva, la función de la prensa en temas tan delicados no debe limitarse a dar el hecho noticioso —ya que puede malinterpretarse y ser utilizado para intereses partidistas—, sino que puede y debe alimentar el espíritu crítico para conformar una opinión pública libre e informada.
LAILA MUHARRAM
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