El pasado mes de marzo fallecía la escritora, médica y feminista Nawal al Saadawi, la pensadora egipcia más destacada del siglo pasado. Fallecía a los 89 años después de haber escrito más de 40 libros sobre sexualidad femenina, ablación, abusos a menores y violencia contra la mujer.
Dicen que la vida es un viaje del que solo hay que descansar en la muerte. La de Nawal es como una trepidante montaña rusa de la que crees que vas a recuperar el aliento hasta que descubres que vienen más curvas. Al Saadawi aseguraba, en una entrevista publicada en El Periódico en 2017, que su rebeldía empezó con 8 años. Nacida en el seno de una familia acomodada en una localidad del delta del Nilo, observaba que su hermano tenía más derechos que ella y sus padres defendían que los chicos valían más.
Pero su abuela le había enseñado que Dios era justicia, así que cogió lápiz y papel y redactó la primera carta de su vida dirigida al Gran Creador en la que decía que si no llegaba a ser igual que su hermano, no estaría preparada para creer en él.
Solo con 20 años, ya en la Facultad de Medicina, recordaría cómo una noche la sacaron de la cama, la llevaron al lavabo, le abrieron los muslos y le cortaron un trozo de carne. Siendo ella una víctima, se comprometió a luchar contra la ablación desde el ámbito sanitario.
Trabajó como médico en su pueblo natal, donde fue testigo del sufrimiento de las niñas por la mutilación genital, que combatió en las zonas rurales de Egipto. Más tarde se especializaba en psiquiatría y llegaba a ser directora general en el Ministerio de Salud.
Es entonces cuando publica, en 1972, su primer libro: La mujer y el sexo. En él, abordó el miedo de la sociedad egipcia hacia el cuerpo de las mujeres y el intento continuo de controlarlo bajo pretextos religiosos o políticos. La polémica obra fue censurada y Saadawi despedida de su trabajo.
Pero eso no la frenó, y siguió trabajando en proyectos sobre la salud mental de las mujeres. Fue en una cárcel donde conoce a Firdaus, la protagonista de su libro Mujer en punto cero. Porque el destino así lo quiso, ése había sido el libro comentado en mi club de lectura durante el mes pasado.
Por eso tengo muy reciente la historia, basada en hechos reales, de Firdaus. Una mujer que la vida arrastra hacia la prostitución y condenan a muerte por asesinar a su proxeneta. Una existencia donde todas las figuras masculinas son tóxicas y donde la salvación, privada de ella en vida, consiste en elegir cómo quiere morir.
Esta historia que le cuenta Firdaus horas antes de su ejecución transforma a Nawal, que empieza a rechazar la autoridad de Sadat, de Mubarak, de los credos religiosos, de los médicos, e incluso de su marido, del que se divorcia. Al que luego se suman dos más. Su oposición a los acuerdos de paz entre Egipto e Israel la conduce a la cárcel y luego al exilio.
Nawal vuelve a Egipto poco antes de la caída de Mubarak y participa en las protestas pacíficas de la plaza Tahrir. Es allí, en El Cairo, donde reside los últimos años. Escribir es, en todo momento, su arma y su redención. Porque como dice uno de los personajes de Mujer en punto cero: “las únicas personas que viven de verdad son las que son más duras que la vida misma”.
De Nawal, las mujeres aprendimos que del aguijón de la vida solo se sobrevive luchando. Un trayecto agotador, pero del que debemos irnos al otro barrio con la adrenalina aún palpitante en las venas.
LAILA MUHARRAM
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