Hay artículos que se escriben solos, otros cuesta más hilarlos. Los temas se suceden, los percibo con la simple observación: una palabra, una respuesta, un gesto, una situación especial o no tan especial, un libro, algo oído en la radio… Lo último que me ha dejado perpleja son los retos de las redes y, por lo que se ve, calan. ¿De verdad alguien tiene tiempo y ganas de seguir algo que a una persona, sin nada importante de qué ocuparse, se le ocurre?
Sería interesante investigar qué lleva a según qué personas a plantear determinadas ocurrencias y qué lleva a otras personas a seguirlas. Ya podían inventarse retos del tipo “ayuda a dos personas por la mañana y dos por la tarde”. ¡Cuánto tiempo y energía gastada en cosas intrascendentes, incluso absurdas! ¿Ni siquiera somos capaces de regalar algo de nuestro tiempo, de dedicación, de atención, a mejorar la vida de las personas?
Estuve escuchando el testimonio de un chico que se dedicaba a subir contenido a las redes, como ellos lo denominan, y se trataba de plantear retos insustanciales e incluso peligrosos. Empezó muy joven con éxito. Un día se sintió responsable y recapacitó: se dio cuenta de que con sus vídeos y retos estaba haciendo perder un tiempo precioso a su público, quitándoles de formarse por ejemplo y poniendo sus vidas en riesgo. Ahora hace vídeos y tutoriales para formar, educar, aportar realmente contenido positivo para la vida de las personas que los ven. Ha superado la depresión que le surgió cuando fue consciente del daño. Está claro que las personas ven y consumen los contenidos que quieren libremente, al menos en España, pero se consumen porque se ofertan.
La repercusión en nuestros actos, palabras, actitudes e incluso pensamientos no se suele sopesar. En la escuela, en ocasiones, yo pensaba que algunos alumnos no me hacían ni caso, ni se quedaban con lo que decía en clase (por comentarios, gestos). De pronto me sorprendían con “Tú dijiste”, “Tú me ayudaste”, y me daba cuenta de que incluso aquello dicho de pasada había calado más de lo que una sospechaba. Tanto para bien como para mal, quedan grabadas en nuestra memoria señales que nos condicionan, sobre todo si vienen de personas con influencia en nuestra vida, por uno u otro motivo. Otro ejemplo: fui a una clínica podológica a que me hicieran un estudio de la marcha y la postura. Los defectos posturales y la mala pisada acarrean problemas serios de rodillas, caderas y espalda, y dolor. El médico joven que me atendió de forma maravillosa dijo una expresión para que le entendiese bien, en vez de usar terminología médica, que me emocionó, porque era algo que utilizaba mi madre, que en paz descanse: “camina usted a la virulé”. Lo entendí perfectamente y le agradecí el bonito recuerdo y la confidencia; por lo visto su madre también usa esa expresión. Por supuesto, necesito plantillas.
Vi la mañana, / y su luz sobrepasaba mi emoción. / Escuché el agua, / y el río me evocaba otras músicas. / Acaricié la arena, / y su tacto me recordaba las olas. / Contemplé tus ojos, / y descubrí la mañana, / escuché el río, / pisé la arena, / bajo olas de… paz.