Desde hace años adopté la costumbre de cartearme con diferentes personas que se encuentran repartidas por todo el mundo. Con el avance de la tecnología hoy día es casi una reminiscencia, pero a mí y a mis allegados nos gusta tal costumbre y la seguimos manteniendo con escrupulosidad.
Todo esto viene a colación porque hará cuestión de unas semanas recibí una misiva de mi buena amiga Sarai, quien se encuentra desde hace ya una década viviendo en Londres. Después de las frases iniciales de cortesía, me preguntó si tenía tiempo de pasar unos días con ella, ya que quería presentarme a una amiga suya que tenía algo interesante que mostrarme. Sabedora ella de mis gustos, no dudé en aceptar la invitación y dos días después de la recepción de la carta ya estaba camino de Heathrow.
Allí estaba Sarai esperándome con su eterna sonrisa. Aquel día lo pasamos haciendo turismo por la City, y a la mañana siguiente nos desplazamos a Oxford para ver a su amiga, una profesora de Física de la universidad de la misma localidad llamada Ann Mary. Nos dirigimos hacia el piso de la profesora, que se encontraba a las afueras de la localidad. Una vez estuvimos en él, me enseñó un viejo manuscrito. Le eché un primer vistazo por encima y a continuación lo examiné con más grado de detalle, pero aparte de algunas ilustraciones sobre lo que parecían ser sistemas planetarios, poco más pude sacar en claro, ya que estaba escrito en latín y contaba con innumerables fórmulas y anotaciones hechas al margen. Al devolvérselo a Sarai ésta me realizó una ligera introducción de cuál era el contenido de aquellas páginas, y acto seguido me hizo de traductora de Ann Mary, quien comenzó a detallarme lo que contenía aquel manuscrito.
Por lo visto lo había encontrado entre las paredes de la universidad después de que una obra de albañilería lo dejara al descubierto, de modo que nadie de sus colegas sabía de su existencia. Al principio empezó a estudiarlo como si se tratara de un pasatiempo, puesto que ella domina a la perfección el latín. Poco a poco fue comprendiendo su contenido, al cual empezó a dar más veracidad después de descubrir por medio de diferentes dataciones de carbono 14 que había sido escrito en torno a 1685, un par de años antes de que su autor escribiera Philosophiæ naturalis principia mathematica, es decir, los famosos Principia de Isaac Newton. Aquella obra magna de las matemáticas que sigue siendo todavía hoy en día cuna de cabecera de muchos científicos. Pues bien, a través de una serie de averiguaciones que sería muy largo de explicar, Ann Mary asegura que aquel manuscrito es obra de sir Isaac Newton y que recoge los fundamentos de la “materia oscura”, ésa que trae de cabeza a físicos y astrónomos de todo el planeta y que nadie sabe exactamente qué es, debido básicamente a que no interactúa con nada conocido: se sabe que está ahí porque si no nada ocuparía el orden que ocupa actualmente en el universo, pero poco más se puede asegurar de ella a pesar de los millones de estudios que se han hecho al respecto. Ann Mary afirma que en las páginas del manuscrito Newton explica con detalle su funcionamiento, su composición y la forma de interactuar con ella. Parece ser que la “materia oscura” se comporta como un caníbal que lo va devorando todo, de tal manera que en un periodo de tiempo difícil de definir habrá absorbido el universo entero y no quedará nada de nosotros.
Lo que imaginaba yo que sería un viaje de placer al final se convirtió en una agotadora semana de trabajo en la que no salía de casa de Ann Mary. De vuelta a Madrid investigué lo que pude sobre la obra de Newton, y efectivamente era muy reacio a publicar, tanto que en ocasiones tal pereza le ocasionó algún que otro disgusto, como perder la paternidad del descubrimiento del cálculo infinitesimal que al final tuvo que compartir con Leibniz. El genio inglés siempre tuvo un lado oscuro: se interesó por la alquimia y la búsqueda de la piedra filosofal, así como por otros temas mas oscurantistas, los cuales nunca publicó, pero sí dejó escritas sus conclusiones e investigaciones, y quién sabe si uno de aquellos temas fuera el descubrimiento de la “materia oscura”, el cual aparcó y olvidó intencionadamente por miedo a que le descubrieran y le quemaran en la hoguera.