La principal diferencia entre estos tipos de leche es la presencia de grasa. Pero, ¿qué otras diferencias existen y cuál se recomienda para cada caso?
Leche entera: la grasa se encuentra en el alimento. Estos lípidos, en su mayoría son saturados. Tiene vitaminas liposolubles como la vitamina D y minerales como el calcio. Recomendación: aquellas personas sanas que no tengan que hacer un especial cuidado en su alimentación y personas con problemas óseos, pero con un normopeso. Evitar: personas con problemas de peso, colesterol y triglicéridos elevados, además de aquellas que no realicen actividad física de forma habitual.
Leche semidesnatada: se ha eliminado la grasa parcialmente. Con ella se han perdido parte de las vitaminas liposolubles. Recomendación: casos en los que la persona está segura de aportar grasas saludables a la dieta desde otras fuentes; personas que desean mantener el peso y además tienen problemas óseos. Evitar: los mismos casos que la leche entera, pero en menor grado.
Leche desnatada: se ha eliminado totalmente la grasa, y con ella las vitaminas de las que hablábamos. Una leche desnatada pero enriquecida en vitamina D nos ayudaría a tener unos niveles correctos de la misma en sangre. Recomendación: personas que están siguiendo un régimen de control de peso y que tienen valores normales de vitamina D en sangre. Caso donde el colesterol o triglicéridos están elevados. Evitar: si no está enriquecida, la deben evitar personas con problemas óseos y mujeres mayores de 50 años, pues presentan niveles de estrógenos bajos.
Recuerda: en la compra, elige con cabeza, fundamenta tus decisiones y no olvides tomar 2-3 raciones de lácteos al día.
Sarai Alonso Segura. Nutricionista