JULIO HERNÁNDEZ GARCÍA
Estando Carlos IV en Aranjuez, fue obligado a ceder el trono a su hijo Fernando VII. Napoleón aprovechó las disputas de padre e hijo, y con el fin de arreglar las diferencias familiares, llamó a los dos a Bayona en abril de 1808, donde les obligó a cederle los derechos al trono de España (Abdicaciones de Bayona). Napoleón, a su vez, nombró a su hermano José I rey de España, que va a reinar con el Estatuto de Bayona, carta otorgada, que no Constitución, con un tinte reformista y elaborada por el entorno de Napoleón.
El 2 de mayo de 1808, al llevarse los franceses al resto de la familia real del Palacio de Oriente camino de Francia, los madrileños se amotinan y son duramente reprimidos por el ejército francés. Al conocerse las Abdicaciones de Bayona y la revuelta de Madrid del 2 de mayo, se extendió la insurrección por el resto de España.
Como el resto de los pueblos de España, los habitantes de Villaverde tuvieron que soportar la presencia francesa, dedicados al saqueo, asesinato de varios vecinos, confiscación de víveres y la tala de la alameda de la villa, para proporcionar leña a las tropas francesas.
El 10 de agosto de 1808 se produce en Villaverde la “Proclama que el pueblo de Villaverde hizo por su rey y señor don Fernando VII” (Tomás García, procurador síndico general). “No pudiendo tener por más tiempo oculto el amor y lealtad a su rey… le jura la más rendida obediencia y mientras sus fieles moradores son llamados a la defensa organizada de la patria”. La ceremonia se desarrolló como sigue.
En una de las fachadas de la plaza principal se instaló un tablado, adornando el suelo con alfombras, y el fondo con tres tapices, todo ello cubierto con un dosel. En el centro, el retrato del rey con una inscripción que decía: “Viva Fernando VII rey de las Españas e Indias”.
Entre salvas y repique de tambores de unos 22 mozos, seguidos de gran cantidad de gente, se procedió a colocar el estandarte en el ayuntamiento. A continuación se depositó en el calabozo una caña y en su extremo un trapo negro, donde se sujetaba un ejemplar del Estatuto de Bayona. Los mozos escopeteros hicieron sus salvas y el tambor anunció el comienzo de la celebración a las seis de la tarde, presidido por todas las autoridades. El pueblo estalló en vivas y entusiasmo, “…. Los ancianos lloraban, las mujeres se daban el parabién por tener hijos que poderle ofrecer para sostener los derechos del trono y de la patria, los jóvenes silbaban de alegría…”
Colocado el estandarte bajo el dosel, escoltado por dos centinelas, para evitar el tropel del pueblo, que quería besar el retrato real. Todo ello entre salvas de fusilería y vivas del pueblo.
Concluida esta parte de la ceremonia, se sacó del calabozo el pendón con el Estatuto de Bayona, que fue quemado y lanzadas sus cenizas al aire.
Delante del estandarte real hubo baile casi todas las noches, y refrescos para todos. Mientras, se realizó un alistamiento voluntario, ocultando algunos sus problemas físicos, e incluso cambiando su edad para ser admitidos.