La cuarta dimensión siempre lleva aparejada un halo de misterio y de incertidumbre.
Resulta muy difícil de entender y todavía mucho más de explicar, ya que es algo que no se percibe a simple vista.
Por este motivo siempre crea desasosiego e impone un respeto del cual es difícil evadirse.
Lo primero que nos viene a la mente cuando hablamos de la cuarta dimensión es el mundo de lo paranormal, el hábitat de los espíritus, la morada de las almas errantes, todo ello evidentemente sugestionado por el cine o por la literatura, que nos hacen creer que existen puertas para pasar de una dimensión a otra y que dichas puertas pueden ser atravesadas por diversas personas especiales, como son los médiums.
Pero dejando a un lado el escabroso mundo de lo paranormal, diremos que científicamente existen otras teorías para explicar la cuarta dimensión.
Matemáticamente hablando, por ejemplo, la explicación es muy básica: un punto sería la dimensión 0; una línea representaría la primera dimensión, ya que puede ir de un punto a otro aunque no más allá; para ello haría falta un cuadrado, que representaría dos dimensiones, el largo y el ancho; para saltar a la tercera dimensión sería necesario crear un cubo, el cual tendría tres medidas, largo, ancho y alto, es decir que captaríamos su volumen.
Y así es como vemos los seres humanos nuestro mundo, en tres dimensiones.
Desde las dimensiones superiores se pueden ver las inferiores, pero no al revés: el punto no vería lo que pasa en la línea, la línea no vería todo lo que pasa en el cuadrado y el cuadrado solo vería parte del cubo, vería sesgada la tercera dimensión.
Eso mismo nos ocurre a nosotros cuando intentamos representar la cuarta dimensión.
Para ello tendríamos que recurrir a un hipercubo, que no es otra cosa que un cubo dentro de otro cubo, que geométricamente recibe el nombre de “teseracto”, el cual está formado por ocho cubos tridimensionales y se compone de 8 celdas cúbicas, 24 caras cuadradas, 32 aristas y 16 vértices.
Percibir esta figura a simple vista ya nos resulta complicado, además de que nos perdemos detalles al vivir en un mundo de tres dimensiones.
Pero todavía se complica más la cosa si lo vemos desde el punto de vista de la física, porque según la física relativista vivimos no en un mundo de tres dimensiones, sino en uno de cuatro, ya que consideran al “espacio-tiempo” la cuarta dimensión.
Y ahí no acaba todo, ni mucho menos: según la “teoría M” o “teoría de cuerdas”, las partículas que nos rodean y también de las que estamos constituidos son en realidad “estados vibracionales” de un objeto extendido más básico llamado “cuerda”.
Estas minúsculas cuerdas vibran en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones, concretamente en once dimensiones, que serían tres más una temporal, otras seis adicionales compactadas y una que las engloba a todas formando “membranas”, de las cuales se podría escapar parte de la gravedad en forma de “gravitones”.
Imaginar estas dimensiones extra le resulta absolutamente imposible a nuestro cerebro, y la verdad es que es casi mejor no intentarlo, porque puede llegar a atemorizar incluso mucho más que el mundo de lo paranormal.
Por David Mateo Cano