NOEMÍ PONTÓN.
Todavía vuelan las cenizas, todavía huele a humo. Aún hay cientos de familias que no han podido recoger lo que el fuego no arrasó y ya hay un grupo de personas en otras tierras, en otras fiestas, que han tenido el poco acierto de llamarle humor a un verso fuera de lugar. Y lo más triste es que hay gente que decide defenderles agarrándose a que hay que reírse de la vida, pero… ¿de la vida ajena? ¿Dónde está el límite? ¿Cuándo deja de ser libertad de expresión y cuando deja de ser gracioso?
La humanidad se pierde, se desparrama con estas cosas. Ojalá sea un error y se dediquen a hacer humor de verdad, del bueno, del que no hiere e incluso puedan pedir perdón.