ALEJANDRO MURCIANO.
A estas alturas, nadie debería tener ya dudas de que la ludopatía es un problema muy serio y de que la omnipresencia de las casas de apuestas representa una gran amenaza. Por pura probabilidad, si el mundo del juego está en la calle, en la publicidad, en cualquier evento, serán más las personas que terminen cayendo en sus redes. En muchas ocasiones con terribles consecuencias. En España, fuentes oficiales hablaban de unas 670.000 personas con problemas de ludopatía, más del 1% de la población de nuestro país. Y como casi siempre, éste es un problema que no afecta a todos por igual. Así lo narran, por ejemplo, las calles de Madrid.
Dar un paseo por Villaverde es a menudo suficiente para sentir los tentáculos de las casas de apuestas expandiéndose palmo a palmo. Y la sensación de que esto no se da igual en todos los lugares es evidente: los barrios humildes, muchos de ellos en el sur de Madrid, parecen ser la ubicación perfecta para la proliferación de estos locales. Pero no es solo una sensación, los datos lo corroboran como ahora veremos. Probablemente los bajos ingresos, la alta precariedad laboral o el desmesurado precio de los alquileres son el hervidero perfecto para que las casas de apuestas pesquen “clientes” (por no decir víctimas). No soy sociólogo, pero estoy convencido que hay una estrecha relación entre la frustración social y el acercarse al juego para, erróneamente, buscar una salida.
Aunque las cifras difieren algo según la fuente, usando datos recientes del Ayuntamiento podemos decir que en el municipio de Madrid hay unas 410 casas de apuestas. Y su concentración es más que desigual. Nuestro distrito, Villaverde, tiene instaladas 19, una por cada 8.300 habitantes aproximadamente. Bastante peor que la media municipal, que ronda el local de juego por cada 11.400 personas. Pero aún más grave es la situación en otros distritos humildes de la ciudad: en Puente de Vallecas hay 43 en total, una por cada 5.600 habitantes; en Usera 31, que equivalen a una por cada 4.600 ciudadanos; en Tetuán ascienden a 38, por lo que tocarían a una por cada 4.200 residentes. La palma se la lleva Carabanchel con 48 casas de apuestas alojadas en su territorio, casi siete veces más de las que hay en Moncloa-Aravaca.
El ratio local de juego por habitante es demoledor. Los citados barrios trabajadores de Madrid doblan o casi triplican la presencia media “per cápita” de estos establecimientos. Si los comparamos con distritos de más renta como Hortaleza o Fuencarral-el Pardo, el abismo crece hasta multiplicarse por cuatro o cinco. Por cerrar el torrente de datos, casi el 35% de las casas de apuestas madrileñas se concentran en los cuatro distritos con renta más baja de la ciudad (Puente de Vallecas, Villaverde, Usera y Carabanchel). Distritos cuya población tan solo representa el 24% del municipio. Definitivamente, una distribución asimétrica que ha sido enfatizada ya por diversas organizaciones, y en la que el factor económico vuelve a ser clave. Una pescadilla que se muerde la cola a la que es difícil encontrar el final; problemas económicos que se intentan atajar con juegos de azar, y más problemas económicos y personales acarreados por esa fatal decisión. Y detrás, una generación de jóvenes que ven como muchos de los locales nuevos que abren son casas de apuestas, atestando el barrio y llamando la atención de cualquiera que pasa. Normalizando lo que no debería ser tan normal.